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El sonido de 007

Título original: The sound of 007
Origen: EE.UU. 
Dirección: Mat Whitecross
Testimonios: Daniel Craig, Rami Malek, Michael Caine, Naomie Harris, Hans Zimmer, Sam Mendes, Marc Forster, Martin Campbell, Carly Simon, Cary Joji Fukunaga, Maryam d´abo, Billie Eilish, Nancy Sinatra, Paul McCartney, Tom Jones, Tina Turner, Thomas Newman, Tom Jones, Barbara Broccoli, Finneas O´Connell, Jack White, Shirley Bassey, John Barry, Amy Winehouse, Sam Smith, John Glen, Duran Duran, Michael G. Wilson, David Arnold
Producción: John Battsek
Montaje: Paul Monaghan
Música: Rael Jones
Duración: 88 minutos
Año: 2022
Plataforma: Prime Video


6 puntos


TRAS EL MUNDO SONORO DE BOND (Y DE JOHN BARRY)

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

Si el universo de James Bond puede parecer a simple vista un tanto superficial –y en parte lo es-, lo cierto es que supo mutar y adaptarse a los cambios de época, sin perder una esencia que lo ubica en un lugar que podría decirse de tradición inmaculada. Incluso consiguió anticiparse o dialogar con tendencias culturales a lo largo del tiempo, con la banda sonora y las canciones originales jugando un rol decisivo. Esa noción es la que consigue transmitir, en sus mejores momentos, El sonido de 007, documental que puede verse en Prime Video.

Dirigido por Mat Whitecross, el film indaga en los orígenes de la banda sonora de Bond y cómo esa melodía tan emblemática se fue reconfigurando a lo largo del tiempo. Además, analiza los impactos y despliega historias detrás de las diversas canciones que acompañaron las sucesivas películas del 007. En esa estructura, subyacen dos tópicos centrales: la relevancia e influencia del compositor John Barry, autor del tema original de la franquicia, además de partícipe en la creación de las canciones hasta En la mira de los asesinos (1985); y las formas en que la música ayudó a cimentar un imaginario audiovisual a esta altura innegable. Pero la película revela otros propósitos -entre ellos, promocionar el visionado de Sin tiempo para morir, el cierre para la versión encarnada por Daniel Craig- y el reducido metraje (menos de hora y media) lleva a que esas metas sean cuando menos desafiantes.

Posiblemente, en el anecdotario (a través de una gran cantidad de entrevistas) es donde El sonido de 007 encuentra sus mayores fortalezas, pero también algunas debilidades. Por ejemplo, arroja luz sobre la inventiva y creatividad de Barry, que muchas veces iba de la mano de un carácter algo difícil pero que supo adaptarse a situaciones cambiantes y complejas. En eso, es ejemplar todo el relato alrededor de la composición del tema Los diamantes son eternos, que tenía toda una carga sexual que espantó bastante al productor Harry Saltzman. Lo mismo se puede decir respecto a cómo los compositores David Arnold y Hans Zimmer repensaron el tema original para trabajar los conflictos identitarios y amorosos en Casino Royale y Sin tiempo para morir, respectivamente. Es particularmente interesante el último caso, porque al clarificar el lazo con Al servicio secreto de su majestad –el film de Bond con el final más amargo y shockeante-, logra finalmente conmover de una forma que la tibia película de Cary Joji Fukunaga está lejísimo de conseguir.

Sin embargo, el decidido foco en las películas de Craig –hay quizás demasiado tiempo dedicado a Billie Eilish y Jack White- relega a lugares secundarios a otros artistas musicales y sus incidencias dentro del mito que es la saga de Bond. Ahí tenemos, por caso, todo lo narrado sobre las creaciones de GoldenEye (compuesto por U2, pero interpretado por Tina Turner) y Vivir y dejar morir, de Paul McCartney, es muy divertido y hasta algo insólito, y seguramente merecía mucha más atención. Del mismo modo, es llamativa la ausencia de A-ha y la mínima mención a Madonna, como si la película estuviera muy apurada por ocuparse de otros temas y personajes, o no pudiera hacerse cargo de vaya a saberse qué.

En esas tensiones y desniveles es donde se intuye que El sonido de 007 pudo haber sido bastante más que lo que finalmente es. Quizás se debería haber pensado en una distribución más equitativa de los tiempos, en un formato de docuserie o un largo de mayor duración o ambición. En todo caso, lo que tenemos es un documental con componentes ciertamente atractivos, pero que no pasa de lo estrictamente aceptable.


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