No estás en la home
Funcinema

Bolas de fuego (1989)



IRSE AL INFIERNO TOCANDO EL PIANO

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

La vida se Jerry Lee Lewis se apagó hace poco, envuelta en una placidez singular para una trayectoria rodeada de escándalos como la suya. Lo más recodado, seguramente, sea el casamiento con su prima Myra, cuando esta tenía apenas 13 años y él 22. Esos hechos eran el eje de Bolas de fuego, aquel biopic de 1989 dirigido por Jim McBride, en una época en la que los biopics sobre artistas no estaban tan de moda como ahora, tal vez porque los espectadores entendían el valor de la ficción por sobre toda intención de jugar al verismo enciclopédico. De hecho si repasamos aquella película, nos encontraremos con una serie de recreaciones libérrimas y desprejuiciadas para un material que hoy, sin dudas, sería tratado de otra forma.

Basada en la novela autobiográfica de Myra Lewis (de la que ella misma renegaba; también lo hizo de la película), Bolas de fuego encaja en un tiempo donde Hollywood miraba los 50’s con cierta nostalgia, como buscando en el pasado la inocencia perdida después de Vietnam. Dennis Quaid interpreta al músico y Winona Ryder a Myra, aumentando el tono pedófilo de la historia original: si Jerry Lee Lewis le llevaba nueve años a su prima, Quaid le llevaba 14 a la joven actriz, que aquí tenía 18. Pero lejos del tono escandalizado, el film de McBride avanzaba sobre la figura de Lewis, su ascenso musical y cómo la relación con una menor de edad resultó un escollo para su consagración como el rey del rock and roll que ostentaba Elvis. La representación de la relación entre Lewis y Myra tiene un tono idílico, de romance incomprendido, pero también de comedia adolescente y picaresca, e incluso la película se permite llegar hasta el nacimiento del hijo de la pareja, sin importar que el mismo moriría tres años después. Lo que le importa a McBride es contar la historia de un amor posible y contra todo.

La mirada de Bolas de fuego sobre los 50’s se corresponde un poco a la que en la década anterior había reconstruido Grease, incluso Volver al futuro poco tiempo antes o el propio John Waters con la contemporánea Cry baby. Ese tono ingenuo y escasamente grave encuentra el mejor pasaje de la película en un viaje ida y vuelta por la ciudad que Jerry Lee Lewis hace a bordo de su auto cero kilómetro. Primero va a buscar a su prima al colegio, y todo es euforia, como un en un musical de Hollywood con todos bailando por cada rincón del plano. Pero luego, al regreso de una fallida gira por Inglaterra donde se descubre el vínculo del cantante con una menor de edad, el mismo paseo se convierte en un escarnio para el artista, a quien sus muy hipócritas vecinos ahora le dan la espalda.

Es sin dudas el pasaje más creativo de una película que no deja lugar común por transitar, y que incluso se vale de una interpretación caricaturesca de Quaid. El Jerry Lee Lewis del film es un artista con sueños, que encuentra la fama y también los problemas de ser un personaje conocido, en un arco que va de lo naif a lo trágico. Antes que en la relación con la joven Myra, el dilema del personaje está puesto en función del vínculo con su primo, el reconocido pastor evangélico Jimmy Swaggart (Alec Baldwin). Como si de Harvey Dent se tratara, Lewis lleva siempre consigo una moneda que le regaló Jimmy, la cual en su doble cara lleva inscripciones que hacen mención a las buenas o malas decisiones que se toman en la vida. No estoy seguro de que la película encuentre un buen cierre para la historia, pero sí al menos tiene una de esas frases que definen perfectamente a un personaje, cuando desde la puerta de la iglesia grita aquello de “Si me voy al infierno, ¡me voy a ir tocando el piano!”. Y allí debe estar, nomás, Jerry Lee Lewis.


Si disfrutás los contenidos de Funcinema, nos gustaría tu colaboración con un Cafecito para sostener este espacio de periodismo independiente:
Invitame un café en cafecito.app

Comentarios

comentarios

Comments are closed.