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Rubia

Título original: Blonde
Origen: EE.UU.
Dirección: Andrew Dominik
Guión: Andrew Dominik, basado en la novela de Joyce Carol Oates
Intérpretes: Ana de Armas, Bobby Cannavale, Adrien Brody, Julianne Nicholson, Evan Williams, Xavier Samuel, Caspar Phillipson, Toby Huss, Sara Paxton, Chris Lemmon, Dan Butler, Garret Dillahunt, Lucy DeVito
Fotografía: Chayse Irvin
Montaje: Adam Robinson
Música: Nick Cave, Warren Ellis
Duración: 167 minutos
Año: 2022
Plataforma: Netflix


6 puntos


ASCO Y LOCURA EN HOLLYWOOD

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

El biopic como una vida. Si bien estamos obviamente en el terreno de las biografías cinematográficas, no siempre el subgénero logra asimilar esa chispa vital de los personajes. Y no es que Andrew Dominik lo logre del todo en Rubia, su acercamiento a la vida del ícono hollywoodense Marilyn Monroe, sino más bien lo que logra recrear son los desniveles que toda experiencia humana tiene a lo largo de los años. Rubia va de lo soberbio a lo vergonzoso, de las sutilezas a los trazos gruesos, pero no se trata de una falla sino más bien de una apuesta, una provocación: Dominik parece querer poner la tolerancia del espectador al límite durante ciento sesenta y siete minutos. ¿Cuánto se puede soportar de esta película? ¿Cuánto soportó la propia Marilyn en su vida hasta apagarse definitivamente? Con sus constantes cambios de formato y sus virajes de blanco y negro a color, Rubia se acerca más a la experiencia deportiva que al cine: una carrera de resistencia, cuyo premio al final es al menos dudoso.

Hay una cosa que no se le puede negar a la película de Dominik: no es para nada perezosa. Lejos de los biopics que transitan rutinariamente datos enciclopédicos y a la vez lejos también de aquellas biografías que pretenden sintetizar en un episodio toda una vida. Rubia es ambiciosa, pretensiosa, recorre los datos biográficos -sí-, presenta un conflicto psicológico que sintetiza al personaje -sí-, pero mezcla todo eso con una apuesta audiovisual cercana al pastiche, con algunos pasajes que hacen recordar al bodoque El árbol de la vida de Terrence Malick y con atmósferas que acercan el relato al cine de terror. Lo suyo claramente no es el realismo, es más una búsqueda alucinatoria por la mente de una mujer atravesada por su propio mito maltrecho. Basándose libremente en una muy popular novela de Joyce Carol Oates, Rubia tiene especial predilección por lo trágico, lo sórdido y lo macabro que había en el relato, la más de las veces cayendo en excesos y caprichos que en todo caso le aportan más estilo que claridad a la narración.

Y si de apuestas deportivas hablamos, lo de Ana de Armas como Marilyn es un tour de force notable, casi un maratón, con la actriz apareciendo en más del 90% de los planos y siempre con un rictus desgarrador. De Armas no solo logra una mímesis física, sino que edifica con solidez esa Monroe apesadumbrada y solitaria, en la eterna búsqueda de la figura paterna. Claramente la actriz es lo mejor de una película irregular, que al menos tiene la honestidad intelectual de expresar en fragmentos evidentes sus aciertos y sus desatinos. Entre los primeros encontramos la emblemática escena de la pollera volando en La comezón del séptimo año, que Dominik filma bellamente y leyendo de forma estupenda lo que ese momento simbolizaba, con esa muchedumbre masculina jadeante ante el símbolo sexual. Tal vez ese momento es el único de toda la película en el que el director logra conjugar la belleza visual con el sentido narrativo. Y entre los desatinos encontramos una secuencia en la que Marilyn le practica sexo oral en primer plano a John F. Kennedy, una escena no solo burda sino además innecesaria. Una instancia denigrante que traspasa la pantalla y nos hace pensar si así como la película muestra cómo la rebajaban a Marilyn a la categoría de bomba sexual, Rubia no termina aprovechándose de la necesidad de Ana de Armas por ganar prestigio para hacerle filmar una de las escenas más feas que se recuerde en el Hollywood reciente. Aun cuando sentimos que la película es reduccionista respecto de su personaje y su vida, sometiéndonos a un calvario torpe e interminable, como si el Hollywood clásico hubiera sido solo ese asco, la sobreestimulación constante a la que nos invita como espectadores no nos permite quedar indiferentes; aunque no esté del todo claro si eso es algo bueno o malo, aunque sin dudas es más de lo que la mayoría de las administrativas biografías cinematográficas logran.


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