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Georgetown

Título original: Idem
Origen: EE.UU.
Dirección: Christoph Waltz
Guión: David Auburn, basado en el artículo de Franklin Foer
Intérpretes: Christoph Waltz, Vanessa Redgrave, Annette Bening, Corey Hawkins, Laura de Carteret, Dan Lett, Amin Bhatia, Jayne Lewis, Lou Jurgens, David Reale, Kent Sheridan, Ron Lea, Michael Miranda, Massimo Cannistraro, Sergio Di Zio
Fotografía: Henry Braham
Montaje: Brett M. Reed
Música: Lorne Balfe
Duración: 99 minutos
Año: 2019
Plataforma: Prime Video


6 puntos


MENTIME QUE ME GUSTA

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

No deja de ser curioso el caso de Christoph Waltz, actor que logró notable popularidad en sus colaboraciones con Quentin Tarantino (Bastardos sin gloria, Django sin cadenas), pero que por fuera de esas películas no encontró los personajes o los tonos adecuados. La impresión que da es la de un actor un poco inmanejable, que solo está bien cuando desde la dirección saben controlar sus excesos. Curioso, digo, porque Georgetown representa el debut en la dirección de Waltz, que se dirige a sí mismo, y por eso es que uno supondría que su ego se multiplicaría al extremo. Sin embargo, Waltz luce contenido o, tal vez, mimetizado por un personaje que le aporta un disfraz más que ajustado a su personalidad.

Inspirado en un hecho real, Waltz interpreta a Ulrich Mott, un típico escalador social que se aprovecha de los contactos que tiene para ubicarse cómodamente en el detrás de escena de la política norteamericana. Mott es un psicópata simpático, un manipulador que se casa por conveniencia con una periodista octogenaria, figura respetada del mundo de la política, que le abre las puertas a un mundo enorme repleto de mandatarios, legisladores y empresarios, de aquí, de allá y de todas partes. No deja de ser curioso, mientras miramos Georgetown, el hecho de reconocer en el personaje de Waltz a otros estafadores similares que la historia norteamericana ha regalado y el cine ha recogido con singular fascinación. Ahora recuerdo dos, ambos interpretados por Jack Black, en Bernie y El rey de la polca. No deja de ser interesante cómo la sociedad norteamericana alberga a estos personajes, que con una dosis de inteligencia y otro tanto de carisma, engatusan a todo el mundo y se muestran como grandes referentes de la comunidad. Claro que el caso de Mott es más grave aún, por el nivel de sus mentiras y los alcances de sus actos.

Seguramente convenga conocer poco del caso y dejarse sorprender por los diversos giros de la historia, mientras intentamos comprender de qué manera un personaje como este puede escalar de la forma en que lo hace a base de mentiras, en muchos casos insostenibles. Al centrarse casi en sus personajes principales, Mott, su esposa (Vanessa Redgrave) y la desconfiada hija de esta (Annette Bening), y evitar la mirada externa, Waltz logra que la representación evite los juicios de valor y lleve todo a un costado más reptil. En todo caso película de actor, Georgetown termina depositando toda su energía en las actuaciones, lo que la vuelve tan sólida como limitada en sus alcances cinematográficos. Hasta se podría asegurar que la historia real es tan rica, que con esa base le alcanza para distinguirse mínimamente.


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