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ET-El extraterrestre (1982)


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EL NIÑO STEVEN MIRANDO HACIA LAS ESTRELLAS

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

Recuerdo haber visto una entrevista a Steven Spielberg, donde decía algo así como “ET es sobre el divorcio de mis padres”. Lo primero que pensé, casi instantáneamente fue “que maldito, cómo te entendiste y me entendiste”. Y es que con esa metáfora sobre el divorcio de sus padres, sobre la pérdida y la ausencia paternal, ET-El extraterrestre consiguió convertirse en una película emblema sobre los divorcios, las separaciones, las pérdidas y los padres ausentes.

ET-El extraterrestre es una película inmensamente personal, de alguien pensando el género infantil y explorando sus pliegues más profundos. Es una obra innovadora para su tiempo y un innegable paradigma a seguir cuando se piensa dentro del cine lo alienígena, la otredad, lo trágico, la ciencia ficción y la religión. Y lo es precisamente por los riesgos que toma, porque aborda muchos miedos sin miedo, porque no elude el dolor. Más de treinta años después de su estreno, no deja de llamar la atención la forma en que Spielberg redobla permanentemente la apuesta en la narración, bordeando el golpe bajo pero nunca cayendo en él, porque no fuerza las acciones. En el film hay una lógica impecable e implacable, sostenida en un “dejarse ir”, por la cual los personajes toman las riendas de sus destinos y el relato va tras ellos, respetando sus decisiones. De ahí que en ET-El extraterrestre todo se desarrolle como en una montaña rusa: del misterio a la comedia del descubrimiento, luego comedia familiar, después romance, más comedia, el terreno del slapstick, otra vez misterio, suspenso, terror, drama, mucho drama, cada vez más drama, y finalmente épica, siempre con el reacomodamiento de la institución familiar como telón de fondo.

Todo esto puede darse en buena medida porque Spielberg parecía todavía lejos de pensar en los films importantes y calculados con vistas a obtener un Oscar. Ya había sido nominado al Premio de la Academia por Encuentros cercanos del tercer tipo y Los cazadores del arca perdida, pero en ese momento había un solo Spielberg: ese dispuesto a reconvertir los géneros, a actualizar herramientas del Hollywood clásico en función de entretenimientos masivos, demostrando que la nueva regla era el movimiento, el avanzar casi sin pensar, sometiéndose a un imperio de las sensaciones que desafiaba las interpretaciones más evidentes. Por eso lo de hablar del divorcio de sus padres: el Spielberg de los setenta y principios de los ochenta era alguien que estaba en este mundo para contar historias, para decir lo que le pasaba, porque todavía era el niño Steven, que sufría con la separación de sus padres, que miraba hacia afuera, contemplando las estrellas, esperando a un amigo que lo escuchara, que lo consolara, que le brindara afecto, que le dijera que iba a estar siempre y que todo iba a estar bien. Era el niño Steven que, como no había podido filmar una de James Bond, había inventado a Indiana Jones en tándem con su compinche George Lucas, tirando la casa por la ventana y lanzándose a la aventura. Y que aún así seguía triste, y por eso exponía su dolor, lo compartía con todos nosotros.

Aunque claro, en ET-El extraterrestre ya se podía intuir a un Spielberg maduro, adulto, pero no en el sentido oscarizable. Lo podemos ver en ese final extremo y emocionante: detrás de la alegría porque ET conseguía escapar de los siniestros agentes que lo perseguían -probablemente nunca el cineasta miró con tanto desdén a las fuerzas de seguridad- y emprender el retorno a su planeta, lo que quedaba era la conciencia cabal de la despedida. Es decir, de lo irrecuperable, de eso que ya no volverá a ser lo mismo. Aunque le dijera que iba a estar ahí, ET se iba para no volver, dejando a Elliot solo, y sin padre. Es decir, como el niño Steven, que ya se iba dando cuenta que no le iba a quedar otra que seguir adelante, y crecer. ET-El extraterrestre es un film sobre el crecer, sobre lo que duele crecer, y sobre las cicatrices que deja el crecimiento. Spielberg, al mostrarnos que seguía siendo Steven, el niño y el hijo Steven, establecía un paradójico y maravilloso giro, y se convertía en el padre de todos.

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