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Amor, pasión y muerte

Título original: Die in a Gunfight
Origen: EE.UU.
Dirección: Collin Schiffli
Guión: Andrew Barrer, Gabriel Ferrari
Intérpretes: Diego Boneta, Alexandra Daddario, Justin Chatwin, Wade Allain-Marcus, Billy Crudup, Emmanuelle Chriqui, Travis Fimmel, Nicola Correia-Damude, John Ralston, Michelle Nolden, Stuart Hughes, Phoebe Miu, Lily Gao
Fotografía: Magdalena Górka
Montaje: Amanda C. Griffin
Música: Ian Hultquist
Duración: 92 minutos
Año: 2021


4 puntos


NI ESTILO NI SUSTANCIA

Por Franco Denápole

(@pulponeg.ro)

A la interminable lista de adaptaciones de obras de Shakespeare se suma Amor, pasión y muerte, que toma algunos elementos de Romeo y Julieta para tejer una historia de amor entre Ben y Mary, hijos de familias poderosas y enemigas que son separados a la fuerza y vuelven a encontrarse años más tarde. No mucho más del drama isabelino toma la película de Collin Schiffli, que apunta a compensar el hecho de que utiliza una historia tan conocida haciendo énfasis en el apartado formal, queriendo construir un montaje y una fotografía distintivas; en otras palabras, convirtiéndose en una style-over-substance film, al estilo de las películas de Tarantino o Sin city. Hay que decir, sin embargo, que nada de lo que propone el largometraje funciona, y esta aventura estilística no pasa de ser arbitraria, o directamente irritante.

La narración comienza con un acontecimiento inicial, contado mediante flashbacks y utilizando animación para resumir de forma canchera acontecimientos que se podrían haber contado de una manera más interesante. Ben y Mary, dos enamorados, son separados a la fuerza cuando el padre de ella se la lleva a Francia. Incomunicados gracias a la vigilancia de sus familias, los jóvenes llegan a la conclusión de que el otro ha perdido el interés, y son invadidos por un sentimiento de tristeza con el que intentan lidiar de varias maneras. Este mini relato, que como dije se cuenta al inicio de la película, se repite una y otra vez durante los siguientes 60 minutos mediante diálogos. La trama no avanza, sino que patina sobre un conflicto emocional que ya ha sido planteado y del cual, a los personajes, les cuesta mucho escapar.

Todo el segundo acto se trata de las idas y venidas entre Ben y Mary, lo cual es lógico si tenemos en cuenta que, Amor, pasión y muerte, al adaptar aunque sea libremente el clásico de Shakespeare, no puede sino poner un gran peso en sus dos protagonistas. El problema está en que Ben y Mary son personajes absolutamente unidimensionales, caracterizados por uno o dos clichés (el chico malo pero que en el fondo es bueno, perfil que sigue al de otros galanes de historias románticas juveniles como H, de Tres metros bajo el cielo, o Hardin, de After: aquí empieza todo; y la chica rebelde, que se resiste al mandato paterno y es independiente pero fiel a sus sentimientos). Sin atributos que los hagan interesantes, ni conflictos que los muevan a cambiar a lo largo del largometraje, ninguno de los dos tiene nada que ofrecer.

Luego de transitar este limbo de personajes insulsos, recursos estéticos injustificados y elementales y una trama repetitiva, alternada por la intervención brusca del ridículo personaje de Travis Fimmel (cuyo subplot nada tiene que ver con el resto de la película), la narración decide dar un giro violento, dejar totalmente de lado la cuestión de la enemistad de las familias y echar mano de otro personaje secundario (Terrence, igual de unidimensional que los demás) para darle un final predecible, que, peor aún, intenta rescatarse luego con un epílogo vago y sin mayor importancia.


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