No estás en la home
Funcinema

Al servicio secreto de su majestad (1969)



EL ESLA-BOND PERDIDO

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

La idea de un James Bond conflictuado emocionalmente nos parece algo novedoso a partir del concepto desarrollado en la saga protagonizada por Daniel Craig, pero lo cierto es que los productores de la franquicia del agente 007 ya habían avanzado en ese sentido con la malograda Al servicio secreto de su majestad, la película que tuvo no solo el mal tino de profundizar en la psicología del personaje sino además de probar a un nuevo Bond, el australiano George Lazenby. Si bien la película no fue un fracaso en taquilla (de hecho fue una de las más taquilleras de 1970 -aunque es del 69, se estrenó en diciembre, por lo que su recorrido comercial lo hizo al año siguiente-), estuvo muy lejos de lo que habían rendido los films anteriores protagonizados por Sean Connery. Por lo tanto el cambio de registro, sumado a la presencia de un actor ignoto y no demasiado carismático, redundó en un caldo de cultivo para que el público y la crítica le dieran un poco la espalda.

La relación de Al servicio secreto de su majestad con la saga Craig, y específicamente con la última Sin tiempo para morir, no es inocente. No solo porque los planes del villano se ejecutan de maneras similares, y hasta se emplazan en un espacio físico parecido, sino porque el film de Cary Joji Fukunaga se nutre de una serie de guiños cuyo clímax llega hacia el final con We have all the time in the world en la voz de Louis Armstrong, tema principal de la única película del 007 protagonizada por Lazenby. Si bien a la distancia vemos al Bond de Connery como un monumento de mármol, lo cierto es que al momento del cambio por Lazenby el actor estaba saturado del personaje y muchos veían ya que Bond era algo antiguo, redundante. A su manera, los productores Albert R. Broccoli y Harry Saltzman presagiaban un cambio de época necesario y por eso apostaban por una versión un poco más realista del personaje. Y, también, más cercana a las novelas de Ian Fleming. Por realista, entendemos que el nivel de fantasía de la historia está más controlado; Bond no cuenta aquí con gadgets demasiado sofisticados y si bien las secuencias de acción son notables, el personaje parece un poco más frágil y menos omnipotente. Si hasta es salvado en ocasiones por el personaje femenino interpretado por Diana Rigg, actriz muy popular por entonces que venía a balancear con su presencia el desconocimiento del actor.

Obviamente -y aquello por lo que esta película es conocida- vamos a decir aquí que Al servicio secreto de su majestad es la película en la que James Bond se casa. Y en la que, además (perdón spoiler, pero pasaron 50 años), su esposa es asesinada en un final dramático que nos deja girando en vacío: Bond es humano, es capaz de enamorarse, incluso de abandonarse a la monogamia y abandonar su trabajo de agente secreto. Pero esa tragedia demuestra la imposibilidad de ese camino. No deja de ser interesante ver cómo aquel film de 1969 asimilaba el costado oscuro del personaje en comparación con el aura trágico que maneja la saga de Daniel Craig. En Sin tiempo para morir ese dramatismo inhabilita de alguna manera la diversión, algo que no deja de ser propio de este tiempo solemne que atraviesa la cultura audiovisual. Pero Al servicio secreto de su majestad no deja de prever de manera un poco ingenua la densidad que tomaría el poder en los 70’s mientras se niega a dejar de ser una obra de los más chispeantes 60’s. Así es como ese viaje hacia el centro del corazón bondiano ofrece antes pasajes de comedia picaresca, con chistes de doble sentido que hacen referencia a la erección, un resort plagado de mujeres que ponen al 007 al borde del Jerry Lewis de El terror de las chicas y que sorprendentemente pone a prueba un inusitado humor autoconsciente. Antes de la secuencia de títulos y ante el fracaso de su misión, Bond-Lazenby mira a cámara y suelta haciéndose cargo de que ya no está Bond-Connery: “esto no le pasaba al otro tipo”. Decididamente Al servicio secreto de su majestad es una película maldita, que merece un mejor lugar dentro de la saga del agente 007, y que demuestra que la reinvención de un personaje sin hacerle perder su esencia es posible.

Comentarios

comentarios

Comments are closed.