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El método Kominsky – Temporada 3

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

La tercera y última temporada de El método Kominsky arranca y termina con una muerte. Y no deja de ser lógico, porque al fin y al cabo la Muerte -esa instancia final de la vida, además de una entidad difusa, a la cual todos tememos en mayor o menor medida- es el gran tema que estuvo rondando en la creación de Chuck Lorre desde sus mismos inicios. Eso quizás explique también la economía de recursos, otra de las marcas características de la serie, que en esta entrega se refuerza incluso desde la cantidad de episodios: seis, a diferencia de las dos temporadas previas, que tuvieron ocho cada una. Y si antes los conflictos estaban más repartidos, acá todo queda más focalizado en Sandy Kominsky (Michael Douglas), a partir del fallecimiento de Norman Newlander (Alan Arkin), quien encima lo deja como custodio legal de toda su herencia. Eso hará que Sandy deba lidiar con la hija y el nieto de Norman, ansiosos por cobrar mucho más de lo que indican las instrucciones, lo cual lo pondrá en situaciones bastante incómodas. A eso se sumará la chance soñada que le aparecerá de la nada cuando le ofrezcan el protagónico en una adaptación de El hombre y el mar, dirigida por un tal Barry Levinson, lo cual le generará un gran despliegue de emociones disímiles. Pero la mayor sacudida la aportará la irrupción de Roz (Kathleen Turner), la madre de su hija Mindy, quien arribará para ayudarla en su casamiento, pero también portando un secreto muy relevante. Es con Roz que la serie ejecuta el giro más interesante: su personaje se convierte en amiga y cómplice de Sandy, casi como un reemplazo de Norman, pero no deja de cumplir el rol de madre de Mindy y ex esposa, lo cual implica que no teme plantarle cara cuando hay algo con lo que no está de acuerdo. Ese vínculo que entablan Sandy y Roz, donde la amistad cobra nuevos matices a partir del pasado y el presente compartidos, además del equilibrio para evaluar las experiencias que trajeron los años, es por lejos lo más atractivo de esta tercera parte. En eso es fundamental la actuación de Turner, que está estupenda y aprovechada al máximo por la puesta en escena. Esa relación es también un nuevo puente que utiliza la narración para potenciar su lado más melancólico, ese que explora la pérdida y el sentimiento cada más patente de soledad que invade a Sandy. A esta temporada final se le puede reprochar ciertos apresuramientos en algunas resoluciones con distintos personajes y situaciones, lo cual queda patente en el primer episodio (In all the old familiar places) y en el último (The fundamental things apply). Eso afecta un poco el balance entre drama y comedia sobre el que se para constantemente la serie, pero no llega a afectar por completo los resultados finales. El método Kominsky, aún con sus desniveles, probó ser la serie más honesta y reposada de Lorre, además de la menos preocupada por acumular chistes ingeniosos y gustarle a la mayor cantidad de gente posible. Y también la más triste, incluso en su cierre festivo y optimista, porque se hace cargo de que muchas veces los triunfos y alegrías vienen después de aprendizajes dolorosos.

-Los seis episodios de la tercera y última temporada de El método Kominsky están disponibles en Netflix.

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