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Recapitulación Falcon y el Soldado del Invierno: The Star-Spangled Man

Por Patricio Beltrami

(@Pato_Beltrami)

Este artículo contiene spoilers.

La larga sombra del escudo marca el rumbo de los cuatro protagonistas en el segundo capítulo de Falcon y el Soldado del Invierno. Las consecuencias de la designación del nuevo Capitán América son el disparador de un episodio que presenta un hallazgo más grande y perturbador: la existencia de más súper soldados. Si bien cuenta solo con una secuencia de acción, The Star-Spangled Man deja atrás el costado introspectivo de la serie y apuesta por una trama ligada al espionaje (alla Capitán América y el Soldado del Invierno) para poner en movimiento a Falcon (Anthony Mackie) y a Bucky (Sebastian Stan). Los minutos iniciales están dedicados a John Walker (Wyatt Russell), el condecorado soldado elegido como nuevo portador del escudo. Como parte de una producción televisiva, Walker realiza una aparatosa presentación en el campo de fútbol americano de su ciudad natal, donde la banda interpreta una reversión de la canción que le da nombre al capítulo. La pieza había formado parte de Capitán América: El primer vengador, justamente en el montaje sobre el uso propagandístico de Steve Rogers por parte del gobierno estadounidense. Esta situación produjo el reencuentro entre Sam y Bucky, enfrentados por el destino que Wilson le había otorgado al escudo. Si bien ambos habían mantenido una interesante dinámica amigo-enemigo a partir de Capitán América: Civil War, en esta ocasión cuentan con el tiempo para desarrollar un conflicto real que les impide funcionar como equipo. A su vez, existe un interesante juego de oposición entre la pareja de vengadores y el nuevo Capitán América y su compañero, Battlestar/Lemar Hoskins (Clé Bennett). Mientras que Falcon y Bucky se desempeñan como forajidos, por fuera de los estándares oficiales, Walker y Hoskins operan al servicio de los Estados Unidos e, incluso, pretenden convencerlos para que se unan a su equipo especial (y amenazarlos para que no interfieran en su trabajo). Evidentemente, la obediencia que demuestra la nueva generación de patriotas no solo choca con la oposición de Wilson y Barnes, sino que también contrasta con la visión de Steve Rogers, quien nunca dudó en enfrentarse a las autoridades o cuestionar órdenes cuando creía que representaban un riesgo a los civiles. En medio de esta dicotomía, y tras recibir una paliza en una pelea arriba de dos camiones en movimiento, Sam y Bucky descubren que los miembros de The Flag Smasher son súper soldados que operan en Europa robando dinero, medicamentos y provisiones. A partir de esta situación, Barnes revela que el ejército estadounidense le había aplicado el suero del súper soldado a otro militar: Isaiah Bradley (Carl Lumbly). Claro está, el reencuentro entre dos viejos enemigos terminó de la peor manera, con Bradley cuestionando la conversión de Bucky como héroe y echando de su casa a los visitantes. El logro de la escena se encuentra en la economía de recursos en el diálogo. Enterrado por la historia oficial, habiendo pasado 30 años en la cárcel por someterse a un experimento y luchar por su nación, queda implícito que Bradley no formó parte de la propaganda bélica estadounidense a causa del racismo que imperaba en los 50’s. No hubo necesidad de que recitara un panfleto antidiscriminación para que se comprendiera dónde estaba el origen de su calvario. No obstante, inmediatamente a continuación se desarrolla una escena en la línea del Black Lives Matters: dos policías interrumpen a los vengadores cuando discutían en la calle, sospechando de las intenciones de Wilson, hasta que se dan cuenta que se trata de Falcon. Más allá del reencuentro entre los protagonistas, The Star-Spangled Man establece que los héroes no solo deberán desbaratar una organización terrorista, sino que también tendrán que enfrentarse a súper-soldados y, probablemente, al nuevo Capitán América y a los intereses del gobierno y el ejército de Estados Unidos. Nuevamente, el capítulo contó con una efectiva combinación entre acción, drama y comedia (la química Mackie-Stan es evidente), aunque la burda escena callejera antirracismo terminó empañando la honesta denuncia implícita en el relato de Bradley.

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