No estás en la home
Funcinema

El castillo de Cagliostro (1979)



LA GRAN AVENTURA

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Ya que Lupin está de moda a partir de una serie producida por Netflix, qué mejor momento para hablar del mejor Lupin fílmico, en verdad esta reversión asiática que es Lupin III, nieto de Arsene Lupin, el personaje creado por Maurice Leblanc allá por comienzos del Siglo XX. Hablamos de El castillo de Cagliostro, film dirigido por el consagrado Hayao Miyazaki, que ya por entonces era una celebridad pero al que esta película le abrió un espacio en el cine con un rasgo autoral bien definido. A partir de ahí comenzaría una de las trayectorias más destacadas en el campo de la animación cinematográfica mundial. El castillo de Cagliostro no solo es una gran adaptación del personaje, sino además una película de aventuras enorme y, como no podía ser de otra forma, un trabajo de animación lleno de detalles y también creaciones maravillosas, a partir de un diseño que mezcla texturas mientras piensa referencias y construye nuevos estilos.

Lupin III es una reinvención asiática del clásico personaje, que tuvo vida a través del manga y el animé. Si Leblanc pensó un ladrón de guante blanco, un tipo ingenioso capaz de sortear todo tipo de contrariedades a la vez que se convertía en una suerte de Robin Hood moderno, esta creación lo que hace es asimilar esas características y fusionarlas con una suerte de antihéroe clásico del cine de aventuras, incluso las películas de James Bond a partir de la presencia de todo tipo de artilugios, secuencias de acción hiperbólicas y villanos exuberantes. Si bien está claro que Lupin III actúa por el bien, lo suyo es mucho más resbaladizo y su camino moral es menos lineal. El personaje integra una banda de ladrones con estilo, que por algún motivo un poco hitchcockneano termina involucrado en situaciones que lo superan: en El castillo de Cagliostro, la curiosidad que genera una novia huyendo en un auto mientras es perseguida por unos mafiosos, termina involucrando al protagonista con una historia que tiene ancla en su pasado personal. Desde el mismísimo arranque la película avanza sin tiempos muertos, haciendo explotar por los aires dos conceptos: el cine de aventuras y la animación. Ambos son territorios donde todo puede pasar si se cuenta con la imaginación adecuada, y en El castillo de Cagliostro hay una libertad absoluta para pensar las posibilidades de ambas expresiones.

El castillo de Cagliostro es, tal vez, una de las películas más felices de Miyazaki, dueña de esa libertad que uno se permite cuando su nombre no es todavía un sello repleto de sentido. Toda la primera parte de su filmografía era una exploración constante sobre tipos de relatos y la manera en que la animación podía estirar los límites. La película sirvió de referencia para incontable cantidad de artistas de la animación, como John Lasseter, John Musker, Ron Clements o Gary Trousdale. Es que se trata de una verdadera celebración del ritmo y el movimiento, sin entrar en detalles sobre las características perfectamente delineadas de sus personajes, lo que incluye también a personajes femeninos fuertes. Hay incluso en El castillo de Cagliostro alguna referencia a los cuentos clásicos, con la doncella dormida en la torre, en lo que es además una reverencia disimulada a Disney. Miyazaki entendía de dónde venía la animación y sentaba las bases acerca del lugar al que podría ir.

Comentarios

comentarios

Comments are closed.