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The Mandalorian – Temporada 2

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

Si la primera temporada de The Mandalorian parecía apartarse en buena medida de las líneas narrativas de la mitología más conocida de Star Wars, había varios elementos (empezando por la presencia del “Bebé Yoda”) que permitían intuir que eso no podía durar eternamente. La segunda temporada ratificó eso de manera muy fuerte: el resurgimiento de Boba Fett, personaje emblemático de la saga cinematográfica; las apariciones de Ahsoka Tano y Bo-Katan que han jugado roles claves en la serie animada Star Wars: The Clone Wars; la inserción de los Dark Troopers, provenientes de videojuegos como Star Wars: Dark Forces; y el cameo en el capítulo final, The rescue (que aquí no revelaremos) acercaron muchísimo más a la serie al canon más relevante de la franquicia. Y, sin embargo, la creación de Jon Favreau consiguió manejar el desafío de complacer a los fanáticos sin dejar de conservar un sello propio. Lo hizo en primera instancia aferrándose a raíces genéricas muy sólidas: a la iconografía, códigos y tiempos del western, que ya estaban presentes desde la primera entrega, le sumó el cine de los samuráis, a tal punto que el episodio The Jedi contiene referencias específicas a Yojimbo, de Akira Kurosawa. Pero no se trata simplemente de un conjunto de homenajes enciclopédicos: la forma en que se estructura la aventura, con el Mandaloriano como eje central pero casi siempre como integrante de grupos tan circunstanciales como profesionales, donde cada personaje tiene su historia, motivaciones y sello característico, habla de un cuidado por lo que se cuenta que es cada vez más inusual en tiempos de esteticismo vacío. En el cine de Favreau, con sus altas y bajas, siempre se notó un amor por lo fantástico y los guerreros de ética inquebrantable, en la que se la base mitológica es más una plataforma de despegue que un entramado limitante. Por eso en la serie vemos un lado más marginal y terrenal de Star Wars, uno donde las luchas épicas entre la República y el Imperio son miradas un poco a la distancia, porque muchas veces la preocupación central pasa por la supervivencia. Eso le permite al realizador, adaptándose al formato serial, recuperar esa humanidad que parecía perdida en esos dispositivos artificiales que eran El rey león y El libro de la selva. Todo esto queda resumido a la perfección en la última escena de la temporada, que llega a un cierre abrupto, y algo abierto -ya que deja muchas preguntas abiertas-, pero también perfectamente cerrado a partir de su altísima emotividad. Allí, todo confluye de manera equilibrada y eficaz: la puesta en escena del director Peyton Reed, la carga mítica del universo de Star Wars; el guión preciso de Favreau; la magnífica banda sonora de Ludwig Göransson; y el lenguaje enhebrado desde las miradas, donde los ojos y un par de gestos dicen montones de cosas. Todavía no hay indicios de hacia dónde irá la tercera temporada -más aún con todas las series nuevas de Star Wars que acaba de anunciar Disney Plus- pero algo es seguro: la segunda entrega de The Mandalorian supo alcanzar niveles de emotividad, tensión y vigor que hacía rato que no se veían en la franquicia.

-Las dos temporadas de la serie están disponibles en Disney Plus. Ya está confirmada una tercera temporada.

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