Título original: Rebecca
Origen: Inglaterra / EE.UU.
Dirección: Ben Wheatley
Guión: Jane Goldman, Joe Shrapnel, Anna Waterhouse, sobre la novela de Daphne Du Maurier
Intérpretes: Lily James, Armie Hammer, Kristin Scott Thomas, Keeley Hawes, Ben Crompton, Ann Dowd, Sam Riley, Tom Goodman-Hill, Jane Lapotaire, Bryony Miller, Mark Lewis Jones, Bill Paterson, John Hollingworth
Fotografía: Laurie Rose
Montaje: Jonathan Amos
Música: Clint Mansell
Duración: 121 minutos
Año: 2020
5 puntos
¿QUÉ HACER CON LOS FANTASMAS?
Por Mex Faliero
Las comparaciones son odiosas y en el cine resultan un poco molestas. Pero cuando en las notas de prensa previas al lanzamiento por Netflix de esta nueva versión de Rebeca, sus creadores se esforzaban tanto en aclarar que no se trataba de una remake del clásico film de Alfred Hitchcock sino más bien una nueva adaptación de la novela de Daphne Du Maurier, uno no podía más que ponerse a comparar. Está claro que la intención era despegarse lo más posible de una de las grandes obras del director británico, pero más aún, de la sombra que el propio Hitchcock ha arrojado sobre todos los que han intentado profanar su obra. Es curioso, en Hitchcok funcionan mejor los imitadores, con Brian De Palma a la cabeza, que aquellos que han intentado renovar sus películas. Al final el único que supo qué hacer fue Gus Van Sant, cuando decidió copiar hasta la necrofilia -y plano por plano- Psicosis. Tampoco lo logró, pero como experimento resultó más estimulante que este pálido acercamiento que propone el británico Ben Wheatley.
Como decíamos, tanto se aclaró que no se buscó hacer una remake de la original que a cada minuto que avanza esta Rebeca no hace más que confirmar que efectivamente se trata de una remake. Obviamente que la historia es la misma, pero hay una forma de disponer la información, de pensar las imágenes, de representar algunos elementos dramáticos y de misterio, que no son más que una simple recreación de lo que había hecho Hitchcock setenta años atrás. Esta Rebeca de Wheatley, salvo excepciones, no tiene ideas nuevas para aportar. Y no deja de ser curioso porque salvo por un par de momentos oníricos, ni siquiera parece pertenecerle a su director, que es alguien que más allá de su irregularidad tiene cierta creatividad. Lo revulsivo del cine anterior de Wheatley queda enterrado bajo varios metros de academicismo y respeto al original. Y ahí esta Rebeca 2020 entra en una interesante paradoja: a la película parece pasarle lo mismo que a la pobre señora de Winter, la sombra del pasado es un peso que no puede sacarse del todo. La joven no sabe qué hacer con el fantasma de Rebeca, ni Wheatley sabe qué hacer con el fantasma de Hitchcock.
Había dos cosas que eran claves en la película de 1940. Por un lado la presencia intimidante de esa mansión, que tenía en cada rincón el recuerdo de la ex mujer muerta. Por el otro, la ominosa presencia de la señora Danvers, siniestra ama de llaves que atormentaba a la nueva señora de Winter. Pero aquí nada de eso sucede, y sin ese peso del misterio que Hitchcock construía como nadie la película se inclina hacia un melodrama romántico un poco soso, porque a Lily James y Armie Hammer les cuesta imponerse con estatura de relato clásico. La película de Wheatley avanza entonces hacia un tramo final en el que sí aparecen algunas novedades, y donde se construye un tibio relato de empoderamiento femenino, algo que a esta altura ya parece parte del reglamento de toda producción de Hollywood. Habría que pensar realmente qué pasaría con esta película si no hubiera existido la de Hitchcock. Pero el hecho de no poder dejar de comparar es una muestra más de las fallas que tiene.