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24 líneas por segundo: cosas que ya no se pueden filmar… de esa manera

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Mientras miraba la nueva versión de Rebeca (que por suerte, al menos por los comentarios que voy leyendo aquí y allá, no funcionó) pensaba en la vieja versión de Rebeca y en todo lo bueno y osado que hacía Alfred Hitchcock en aquella película, sobre todo narrativamente. Hitchcock arrancaba la película como una comedia de enredos entre clases sociales, pasaba al misterio y terminaba con una trama entre policial y tribunalicia. Pero si algo hacía el bueno de “Hitch” era nunca perder el sentido del humor. Sí, el primer tercio era cristalinamente gracioso y luego el humor era más siniestro y oscuro, pero uno nunca deja de ver la película con una mueca divertida por más trágico y ominoso que fuera todo. Nada de eso sucede en la nueva versión, dueña de una meseta formal y narrativa que termina abrumando, aunque esa superficie es una textura bien propia de estos tiempos: nada debe desencajar demasiado, todo debe ser prolijo y reconocible para el espectador medio, moldeado a golpes de horno de corrección política y formal. En ese contexto la risa, como elemento disruptivo e inquietante, debe quedar anulada. También repasábamos en esta web hace unos días La mujer del cuadro de Fritz Lang, otro film divertidísimo y siniestro, que encima se daba el lujo de cerrar el intenso drama que vivían los protagonistas con un paso de comedia digno de Groucho Marx. Otra vez la risa para desnaturalizar, para sacar de contexto aquello que bajo otros parámetros sería agobiante. Cuando pienso en esa máxima actual que indica que “hoy esto no se podría filmar” creo que a veces se lo utiliza de forma incorrecta y castradora, señalando únicamente algún chiste de suegras hecho sin problemas por un comediante del pasado. Para mí al “hoy esto no se podría filmar” habría que agregarle un “de esa manera”. Ya no sé si es la industria suponiendo lo que el público quiere o si el público efectivamente quiere eso, pero no puedo dejar de pensar en que algo se quebró en la audiencia, que hay algo roto que impide conectar con el humor no como experiencia cómica del chiste (comedias se siguen haciendo, obvio) sino como sentido. Nadie podría definir a Rebeca de 1940 como una comedia, pero es indudable que hay algo divertido en el aire, algo que la vuelve humorística a su manera. Pensando en un director del presente, tal vez Paul Thomas Anderson entendió con la maravillosa El hilo fantasma la diversión que reside en lo siniestro. Pero cuando observo que el lugar de grandes autores dentro de la industria hoy lo ocupan tipos como Denis Villeneuve o Chistopher Nolan, a los que no se les escapa una humorada ni de milagro, no puedo más que angustiarme por ese consenso generalizado hacia el aburrimiento y por el triunfo de la ingeniería por sobre la imaginación. Volvamos a los clásicos y disfrutemos de las cosas que hoy no se podrían filmar… de esa manera.

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