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Irresistible

Título original: Idem
Origen: EE.UU.
Dirección: Jon Stewart
Guión: Jon Stewart
Intérpretes: Steve Carell, Rose Byrne, Mackenzie Davis, Natasha Lyonne, Topher Grace, Will Sasso, Chris Cooper, Debra Messing, Brent Sexton, Eve Gordon, Charles Green, Alan Aisenberg, Andrea Frankle
Fotografía: Bobby Bukowski
Montaje: Jay Rabinowitz, Mike Selemon
Música: Bryce Dessner
Duración: 102 minutos
Año: 2020


7 puntos


AUTOCRÍTICA PROGRESISTA

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Algún sector de la crítica norteamericana le cuestionó a Irresistible, la sátira política dirigida por el ex conductor del Daily Show Jon Stewart, su imprecisión ideológica. Para muchos, los dardos que arroja el humorista sobre la política norteamericana terminan volviéndose en contra de su aparente discurso: es decir, la ven como funcional al discurso anti-política de Donald Trump. Claro, hay un problema que mucha de la crítica norteamericana, contaminada por la coyuntura de un año electoral en aquel país (y con la sensación térmica muy alta ante la crisis por el coronavirus y las protestas por el asesinato de George Floyd), no puede desentrañar dado su compromiso con una de las partes del asunto. Irresistible no es una película que busque señalar al otro, sino que intenta mirar hacia adentro para pensar en qué se falló. Y ese “en qué se falló” es una clara reflexión amarga respecto a la derrota de Hillary Clinton (la niña mimada del Hollywood demócrata) contra Trump hace cuatro años. En definitiva, le exigen a la película una pertenencia, la quieren tomar como bandera, pero se encuentran con el inconveniente de que Irresistible es una película más escurridiza de lo que aparenta. Y eso, para la conveniencia partidaria de muchos que habitan el universo de la cultura, es decididamente un problema en su construcción binaria de la vida.

Irresistible arranca precisamente con aquella derrota demócrata (en los títulos suena Still the same, hermoso tema de Bob Seger), donde el Gary Zimmer de Carell fue uno de los armadores de la campaña. Aceptación a regañadientes de la derrota, caída en desgracia, elipsis y lo tenemos a Gary de nuevo, unos años después, en proceso de construir un candidato demócrata, pero uno nuevo, uno diferente. Para eso viaja a uno de esos pueblitos en los que no parece suceder nada, donde intentará convencer de ser candidato a un viejo ex militar que protagonizó un video viral en el que tira unas cuantas verdades sobre el sistema. La curiosidad es la siguiente: el tipo parece más republicano que demócrata, o como diría Gary “es un demócrata que todavía no se dio cuenta”. La teoría del personaje (y por extensión la del propio Stewart) es que los demócratas perdieron aquella elección contra Trump porque se encerraron en su propio discurso y nunca supieron interpretar a esa parte de la sociedad que se encuentra alejada de sus intereses, ese wasp que el republicanismo tiene como base de su electorado. Pero más que pensar al otro como un problema, el director y guionista mira al espejo del progresista norteamericano y tira dardos sobre su pretendida superioridad moral y ética, sobre su prejuicio intelectual que lo condena a tratar al otro con cierto paternalismo, como lo hace Gary cuando llega al pueblo y se pide una Bud y una hamburguesa… en una cervecería alemana. Irresistible no evita, a partir del personaje de Rose Byrne, una mirada burlona sobre la brutalidad de los republicanos, pero en cierta forma les reconoce una honestidad intelectual a la que los demócratas no podrían aspirar nunca. En ese sentido encaja perfectamente la escena en la que Gary va con el candidato Jack Hastings (un Chris Cooper perfecto) a Nueva York para buscar aportes de campaña y se enfrenta a una elite intelectual tan snob como inútil en su conocimiento superficial y teórico de lo que sucede en la zona más profunda de su país. Stewart filma una suerte de manual de instrucciones para la autocrítica progresista.

Stewart también tiene sus dardos para el aparato de la política, para el dinero que se utiliza en las campañas, los encuestadores, el marketing detrás de los candidatos, la construcción del discurso mediático (hay un chiste con CNN y un panel excesivo de columnistas que es maravilloso) y la forma en que la política parece jugar un juego onanista que solo le da placer al propio sistema pero nunca al electorado. Es sí la parte más simple de la película, aquella que dice lo que más o menos sabemos, aunque lo dice con cierta gracia, con creatividad para encontrar el humor en contextos puramente técnicos, incluso con un pie en la fábula a lo Frank Capra por más que le niegue el final redentor a su personaje. De todos modos se nota que Stewart conoce de lo que está hablando o que al menos tiene una mirada aguda sobre el circo de la política y sabe cómo ponerla en movimiento. Irresistible tiene también, hacia el final, un giro que modifica absolutamente el sentido de la película, que es discutible por la forma en que engaña al espectador con la información que ofrece, pero que no deja de ser divertido, incluso en su inverosimilitud. Más discutible, en todo caso, es la utilización de algunos recursos similares a los del último Adam McKay y la inclusión en los créditos de una entrevista que hace demasiado visible la presencia del director, y demasiado explícito el discurso de la película. Más allá de todo, de lo que estamos seguros es que Irresistible no es la película que el ala demócrata de Hollywood esperaba en un año de elecciones. Y esa libertad es absolutamente celebrable.

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