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9 historias de amor y odio en aislamiento

Título original: 9 povesti de dragoste si ura in izolare
Origen: Rumania
Dirección: Dan Chisu
Guión: Dan Chisu
Intérpretes: Raluca Aprodu, Alex Bogdan, Ilona Brezoianu, Diana Cavallioti, Dan Chisu, Constantin Dogioiu, Andrei Hutuleac, Tudor Istodor, Codin Maticiuc, Catalina Mihai, Silvana Mihai, Corina Moise, Ana Pandeli
Fotografía: Adrian Silisteanu
Montaje: Alex Pintica
Duración: 90 minutos
Año: 2020


6 puntos


HACIENDO CINE POR ZOOM

Por Franco Denápole

(@mdenapole)

En plena cuarentena el director rumano Dan Chișu propone una serie de relatos enmarcados breves que echan mano de un registro documental y una estética amateur de webcam para comunicar al menos algunos de los sentimientos que, como el propio director sugiere en la introducción que filmó con razón de la publicación de la película con subtítulos en español, nos pasan más o menos a todos al estar encerrados en nuestras casas. A partir de un gesto de metaficción que define los alcances de su largometraje, Chișu nos muestra a un director de cine que realiza una película en medio del confinamiento por la crisis sanitaria mundial del Covid-19. Para ello debe comunicarse con diferentes actores y convencerlos de grabarse a sí mismos con su celular haciendo de una serie de personajes cuyas historias estarán levemente conectadas.

La película adquiere el estatuto de un enunciado en presente, o en todo caso un documento para futuras generaciones acerca del clima emocional de las personas que atravesamos la cuarentena. Pero también, y aunque Chișu no incurra en una idealización del cine y su potencialidades políticas, 9 historias de amor y odio en aislamiento no puede dejar de ser leída como un trabajo metanarrativo sobre el cine como medio artístico y expresivo y de sus posibilidades en tiempos en los que el contacto se encuentra siempre mediado por pantallas.

Y es que la naturaleza artificiosa del cine se nos recuerda una y otra vez, al intercalarse las entrevistas que el director tiene con los actores, con las grabaciones de estos actuando. La ejecución es muy buena, de modo tal que, luego de haber empatizado con la situación que los personajes están atravesando, somos violentamente arrancados del artificio, al quebrarse el pacto de lectura y retornar una vez más al marco de cada una de estas historias: la producción de una película. Este efecto es reforzado por el amateurismo de los planos de los personajes y la alteración del orden en el que estos aparecen respecto de la introducción de los actores.

A partir de esta confusión entre dos capas de ficcionalidad que plantea la película podría leerse también una problematización sobre los límites del cine en tiempos, ya no solo de selfies y redes sociales, sino de Zoom y Google Meet. ¿Existe una diferencia entre las imágenes que se convertirán luego en un largometraje y las producidas por alguno de estos sitios de videollamadas? ¿Se trata esta, en todo caso, de una diferencia formal, una marcada por el contexto en el que el mensaje se produce, o una de otro tipo? En fin, una pregunta más que interesante y urgente en un presente en el que la imagen digital se ha vuelto medio y mensaje en más de un sentido.

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