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Funcinema

24 líneas por segundo: vida y muerte de la parodia cinematográfica

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Finalmente Mel Brooks ganó el Mundial de Comediantes que organizamos con el Festival Internacional de Cine de Comedia – Funcinema, en una final que fue bastante pareja con Leslie Nielsen. Como decía el otro día en un texto sobre Locura en el oeste, no voy a hacer un análisis sociológico porque no me da el currículum (mucho menos cuestionar los resultados), pero sí es indudable que uno puede encontrar en la relación entre Brooks-Nielsen una raíz cómica que tiene su punto de contacto más evidente con Drácula: muerto pero feliz, la película de 1995 que el primero dirigió y el segundo protagonizó (no deja de ser curioso que la hayan estrenado en1995; anoten, es un año clave). Tanto Brooks como autor/actor como Nielsen con su iconografía puesta al servicio de películas como La pistola desnuda son parte indispensable de la corriente principal que tuvo a la parodia como combustible de la comedia. Esa raíz de la que hablábamos tuvo su período de vida más fuerte entre los años 70’s y mediado de los 90’s. Si bien uno puede hallar elementos relacionados con la parodia en diversas épocas (El moderno Sherlock Holmes en 1924, El profesor chiflado en 1963), no es hasta las películas de Mel Brooks que la parodia cinematográfica encuentra un código que logra conectar con el espectador. Es decir, hasta entonces había una relación entre la comedia y la literatura (Buster Keaton y el personaje de Arthur Conan Doyle, Jerry Lewis y Dr. Jekyll y Mr. Hyde) pero es con la reflexión que ejerce Brooks que el cine tiene la capacidad para reproducirse por vía de la parodia y ser asimilado por los espectadores. Es decir, para que Locura en el oeste funcione, el que mira tiene que estar acostumbrado a los códigos del western. Piénselo con el cine catástrofe y ¿Y… dónde está el piloto? o con el bélico y de espionaje y ¡Súper secreto! o con el policial y La pistola desnuda. Por lo tanto, a partir de los 70’s el cine había desarrollado tanto sus géneros, incluso hasta el agotamiento de la fórmula, que la parodia era algo posible. Lo que Mel Brooks patentó en los 70’s, el trío ZAZ lo estandarizó en los 80’s, con mayor precisión en el gag visual y sin tanta pretensión filosófica sobre la estructura del relato (aunque chistes como el del teléfono en ¡Súper secreto! nos habla del punto de vista y la perspectiva). Por lo tanto, la unión entre Brooks y Nielsen terminó siendo algo inevitable. Pero como decíamos antes, 1995 termina siendo un año clave. No solo porque Drácula: muerto pero feliz (el último film de Brooks como director) es fallidísima y le pone la lápida a esa fórmula, sino porque la aparición de una nueva camada de humoristas del Saturday Night Live! comenzaba a retorcer y actualizar los códigos de la comedia: de ese año es Billy Madison, la primera auténtica película Sandler. Pero hay algo más, un año después Scream nos dice desde el terror que ya los géneros son tan autoconscientes que no hace falta la comedia. La parodia comienza a perder sentido, porque ya las películas abusan de sus códigos sin problemas. También en 1995, Goldeneye le dice en la cara a James Bond que es un dinosaurio (bueno, se lo dijo M). Así es como la parodia cinematográfica comienza a perder peso (tal vez el intento más válido sea el de Mike Myers con Austin Powers en 1997) y es revitalizada unos años después por Scary movie (2000). Pero atención, ya no se trataba de releer un género en clave humorística, sino de hacer chistes puntuales que imiten películas de hace unos años. La parodia se volvía menos universal y estaba resumida a unos cuantos éxitos mainstream hollywoodense más reciente. Es decir, el chiste no funcionaba ya no si uno no conocía un género; no funcionaba si uno no había visto tal o cual película. La parodia se volvía así utilitaria y funcional al sistema, perdiendo su real sentido de causticidad. Por eso tal vez, y de manera inconsciente, este concurso terminó dándole valor a dos de los mayores referentes de un tipo de comedia que nos hizo realmente muy felices en nuestra infancia y adolescencia. Bueno, por lo menos a mí que fui niño y adolescente por esas épocas. Como muchos de ustedes que fueron los que votaron.

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