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Curb your enthusiasm – Temporada 10

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Las celebridades pueden hacer lo que quieran. Algo así dice Larry David en el primer capítulo de la décima temporada de Curb your enthusiasm, y entonces se decide a calzarse una gorra con la sigla MAGA (“Make America Great Again”), que es la que usan los seguidores de Donald Trump. Su objetivo, ahuyentar a los demócratas pesados que se cruza por Los Angeles, que no podrían tolerar estar un minuto junto a un republicano de estos (sinceramente estoy pensando en comprarme una gorra de Macri para ahuyentar a los progres que me cruzo por ahí, gracias Larry por la idea), pero también para evitar discusiones con esos trumpistas violentos que se cruza por la vida. En un paso, y con una sola línea, Larry David definió no sólo la realidad coyuntural sino también que fue autoconsciente como nunca, con una frase que le sirve también como autodefensa -por si hacía falta-: “chicos, voy a hacer lo que se me canta… están avisados”. El primer episodio de esta décima temporada (uno de los mejores de todos los tiempos) fue un adelanto de lo que vendría: un Larry más desprejuiciado y menos cuidadoso con las formas. O será que estamos en tiempos tan sensibles que lo de Curb… sobresale aún más en el horizonte. Cuando la serie apareció allá por el 2000 fue una novedad, un estilo de comedia que arrastraba elementos de la eterna Seinfeld pero que se imponía casi con las formas del falso documental. Ya no había lugar para los escenarios de cartón de las sit-com, la cosa debía verse real, tangible: y ahí estaba Larry haciendo de Larry para demostrar que lo que uno podía pensar de él era en verdad algo mínimo. Si en algún momento ver Curb your enthusiasm fue de avanzada, hoy está claro que encontró un estándar visual y narrativo del que le resulta difícil moverse. Sin embargo, el mundo dio una vuelta tan grande en estas dos décadas hacia la corrección política y la autocensura, que la serie se convirtió en algo invalorable, casi subversivo. La décima temporada fue perfecta, con los mejores cameos de la historia (¡Jon Hamm te amamos!) y los capítulos más redondos que se recuerden en muchas temporadas (no sé quién tiene el talento para estar tan arriba en una décima temporada y después de dos décadas). Si en algún momento la mecánica de cada capítulo amenazó con agotarse, eso de causa y efecto demasiado marcado, hubo aquí variaciones a esa forma que tal vez debamos agradecer a la renovación del equipo creativo: Jeff Schaffer que ya venía de algunas temporadas, pero que aquí dirigió 8 de los 10 episodios, le aportó unidad estética al conjunto (incluso con una feliz utilización del humor físico). Feministas, mujeres sensibles a las dietas, las citas en tiempos del #MeToo, hombres transgénero con penes enormes, ovejeros alemanes de nombre Adolf, españoles sensibles con sus costumbres y su idioma, discapacitados que usan certificados para aprovecharse. La temporada 10 fue la gloria. Como dice Jerry Seinfeld en Comedians in cars getting coffe, la diferencia entre un humorista que hace chistes sobre racismo y un humorista racista es que el primero es consciente de lo que está haciendo. Larry lo sabe todo.

Las diez temporadas se pueden ver por la app de HBO.

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