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24 líneas por segundo: presunciones, gustos y disgustos para la noche del Oscar

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Una nueva noche de entrega del Oscar. Una nueva noche en la que lo deportivo le gana al arte. Una nueva noche para dejar de lado los prejuicios o los criterios estrictos y dejarse llevar por la mera especulación del azar y los deseos poco objetivos. Es como volver a ser niño, cuando nos sentábamos frente a la tele a ver la ceremonia con la impunidad que nos otorgaba la adorable ingenuidad de aquellos años. ¿Lo que está nominado es lo mejor? No necesariamente y la Academia es bastante impresentable en ocasiones. Pero no rezonguemos y aceptemos esto como un juego. Listo, es lo que hay. Y, para ser honestos, a diferencia de otros años lo que hay es bastante bueno. Voy a dejar aquí un parecer sobre las nominadas a mejor película, demostrando un gusto que seguramente no tenga nada que ver con lo que finalmente elijan los votantes. Pero aquí voy. Para esta noche hay un grupo de películas perfectas, muy compactas, que bordean la obra maestra y que se encuentran en la cima de la carrera de cada realizador: hablo de El irlandés de Martin Scorsese, Había una vez… en Hollywood de Quentin Tarantino y Contra lo imposible de James Mangold. Son irreprochables, “peliculones” como decimos en el barrio, de esas que nunca olvidaremos. Hay un segundo lote de películas construidas desde el puro cálculo, que por obra y gracia de sus autores lograron sortear sus propias limitaciones: Guasón y Mujercitas son films pensados a partir de su puro impacto y su relación con los temas del presente, la de Todd Phillips un puñetazo subversivo en la era Trump y la de Greta Gerwig la consumación del máximo deseo feminista en el mainstream hollywoodense. Pero logran ser más, mucho más, y se agradece. Hay un tercer segmento integrado por dos películas efectivas en lo suyo, aunque se le vean los piolines a cada rato (los piolines del thriller con algo para decir y los piolines del indie sensible): Parasite e Historia de un matrimonio representan confirmaciones de las bondades de Bong Joon-ho y Noah Baumbach, sus directores; están lejos de sus mejores obras pero tuvieron la virtud de llevar su cine a nuevos públicos. Son de esas películas que se pueden usar para iniciar a alguien en la obra de un director. Luego tenemos solita a Jojo Rabbit, la sátira de Taika Waititi que es sí una película repleta de ideas (tal vez es la que tiene más ideas de todas las nominadas), pero que no terminan de convertirse en un relato sólido. Un poco dispersa, bastante fallida. Pero no es un bochorno y tiene momentos muy creativos y disfrutables. Y finalmente aparece 1917, la película sobrevalorada del grupo de nominadas, un film inflado por un puro gesto técnico (su famoso plano secuencia) y la que muy posiblemente le birle el Oscar a sus mucho más estimulantes competidores. Eso sí, no es tan horrible como cosas más horribles que han ganado el premio en las últimas décadas, y hasta en su prepotencia formal hay algo que tal vez la vuelva recordable dentro de unos años. En definitiva 2019 fue un año de buen cine y el Oscar no tuvo más remedio que reconocerlo. Ya nos reservamos el sillón frente a la tele para ver la kilométrica ceremonia y las redes sociales para despotricar cuando ganen los malos.

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