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De mendigo a millonario (1983)



GANARLE AL SISTEMA

Por Franco Denápole

(@mdenapole)

Siempre es interesante observar los modos en los cuales el cine representa los problemas vinculados a las diferencias socioeconómicas. En este sentido, la reciente Parasite (2019) apuesta por el uso de la comedia y el absurdo como registros desde los cuales exponer el funcionamiento demencial, pero naturalizado, del capitalismo en Corea del Sur. Sin embargo, no es la primera película en valerse del humor para explorar este tipo de cuestiones. Chaplin ya lo hacía con su personaje del Vagabundo en 1915. De hecho, existe toda una tradición que incluye obras como Willy Wonka y su fábrica de chocolate (1971), Annie (1982) o Mujer bonita (1990).

En este grupo se puede incluir también a De mendigo a millonario (1983), comedia de John Landis con Eddie Murphy y Dan Aykroyd en la que un indigente intercambia lugares con un rico a raíz de un experimento llevado adelante por dos hombres de negocios. Aunque, a diferencia de películas del estilo de Parasite, De mendigo a millonario pertenece a un subgénero al que se lo ha denominado como ‘rags to riches’, o “de pobres a ricos”, que generalmente incluye personajes capaces de burlar el sistema capitalista y, a base de ingenio, inclinar la balanza a su favor y salir victoriosos.

Los adinerados hermanos Duke se preguntan acerca de si son los genes o el entorno los que definen el carácter de las personas. Por pura “curiosidad científica”, Randolph decide quitarle la casa, el trabajo y el dinero a uno de sus empleados, y dárselos a un vagabundo: su teoría es que, con un entorno beneficioso, cualquier hombre puede ser un honesto y eficiente trabajador, y con uno perjudicial, cualquiera puede ser un criminal. Y, hasta cierto punto de la película, parecería que tiene razón: una vez arruinado, el empresario Louis Winthorpe III se hunde cada vez más hasta terminar robando comida en la reunión de Navidad del club de caballeros al que solía pertenecer; a su vez, Billy Ray Valentine, ex vagabundo, se ha convertido en todo un hombre de negocios capaz de despreciar y tratar con dureza a un delincuente.

Gran parte del tono cómico de De mendigo a millonario proviene del equívoco, la burla y las situaciones “fish out of water”, en las que un personaje se ve obligado a interactuar con un entorno distinto al suyo. Mediante estas herramientas, la película de John Landis se ríe, sobre todo, de los ricos, sus costumbres, su hipocresía, su cinismo. Si en una comedia de hace 350 años como El Burgués Gentilhombre la burla y el castigo eran dirigidos al personaje que, perteneciendo a una clase inferior, aparentaba nobleza, aquí la dinámica del burlador burlado se pone del lado de los de abajo y celebra la posibilidad de movilidad social. Efectivamente, una vez enterados del embuste, Billy Ray y Louis unen fuerzas para finalmente triunfar en el sistema que ha posibilitado sus desgracias en primer lugar.

Sin embargo, si la movilidad socioeconómica es el principal cambio que atraviesa Billy Ray (puesto que la metamorfosis de su carácter, de su forma de expresarse, de sus valores, se ve interrumpida y finalmente no tiene éxito), Louis atraviesa una transformación más profunda, personal, íntima. La película adhiere en parte con Randolph: el entorno es capaz de cambiar a las personas. En su descenso al bajo mundo, el personaje de Dan Aykroyd se vuelve empático y abandona la ingenuidad y la falsedad propias de su clase (en este proceso es central el rol que cumple Ophelia, la encantadora prostituta interpretada por Jamie Lee Curtis).

En su fe en la posibilidad de “ganarle al sistema” se percibe una diferencia sustancial entre De mendigo a millonario y una película como Parasite. En esta última no existe la movilidad: los cambios de los personajes son solo puestas en escena, ficciones breves. El ingenio de los pícaros pobres que son la familia Ki no los lleva, como a Billy Ray y a Louis, a emerger desde la miseria. El conjunto de bizarros acontecimientos que pone en pantalla la película de Bong Joon Ho solo puede llevar a una conclusión: son crueles y descabelladas las diferencias de clase que genera el capitalismo. Si en las dos películas los héroes (los protagonistas, los puntos de referencia en la narración para el espectador) son personajes pobres que pretenden cambiar su situación mediante el ingenio y la burla, desde el tono y el guión se aprecian posturas muy distintas: en el film estadounidense, la habilidad, la inteligencia, el artilugio son herramientas válidas para alcanzar la victoria; en el coreano, son solo el resultado de un funcionamiento estructural corrompido, otra parte de una maquinaria corrupta y absurda.

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