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Seed (1931)



IMITACIÓN DE LA VIDA

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Uno de los puntos altos del 34° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata fue la retrospectiva dedicada al director John M. Stahl, uno de los nombres importantes del período clásico pero que por algún motivo ha quedado algo relegado en el imaginario colectivo. Tal vez porque tres de sus films fueron hechos remake por el mucho más popular Douglas Sirk o porque su estilo se aplicaba a una variedad de registros que impedían la etiqueta. Lo cierto es que su filmografía, que arranca con los inicios del cine mudo y se extiende hasta 1949, es de una riqueza inconmensurable, también una modernidad, que encima rebota en este presente de exposición feminista: sus películas contaban con personajes femeninos fuertes, mujeres independientes que anteponían en ocasiones sus deseos a los compromisos o los mandatos. La retrospectiva, que estuvo integrada por ocho films bien variados en tono y estilo y contó con el aporte de diversas cinematecas del mundo, presentó alguna joya como esta Seed, película imposible de conseguir en el circuito pirata y de la que sólo existen algunas copias. Asistir a su proyección tuvo, entonces, un carácter casi arqueológico y privilegiado, y es por eso que nos gusta destacarla por sobre las otras películas de la retrospectiva.

Una de las características de muchas de las películas de Stahl es el cambio de género dentro del relato, pasando del melodrama al noir o de la comedia romántica al melodrama. Aunque en verdad la característica fundamental es el criterio del director para que ese puente entre géneros se atraviese con total fluidez y absoluta lógica. Sin embargo el caso de Seed es especial porque se trata, de comienzo a fin, de un melodrama hecho y derecho. Bart, un hombre que trabaja en una oficina se reencuentra con Mildred, un viejo amor, quien lo alienta a recuperar una vocación del pasado: la escritura. Despertar que significará no sólo el regreso de esa pasión artística, sino también la posibilidad de que los antiguos amantes vuelvan a juntarse. El pequeño detalle es que Bart tiene una esposa, Peggy, pero también cinco hijos. El hombre quedará tironeado, entonces, entre su rol de padre y proveedor y el de escritor y amante, en dos posibilidades que son representadas desde lo simbólico por Peggy y Mildred, también dos mujeres prototípicas de este mundo binario que propone el director. Peggy sintetiza la tradición, el hogar, mientras que Mildred (encargada de la oficina parisina de una editorial), lo nuevo, el mundo. Pero no lo hacen simplemente desde lo iconográfico, sino que lo explicitan también mediante el discurso. Son mujeres fuertes, decididas, más allá de la debilidad que representa para Peggy ese hogar en disolución. Esa fortaleza de la mujer que se puede ver en algunos de sus films más reconocidos como en la siniestra Que el cielo la juzgue, por ejemplo.

En el cine de Stahl siempre hay lugar para la comedia y esa es una de sus mejores herramientas, que en films como When tomorrow comes adquiere la velocidad de la screwball comedy. En Seed su sutil humor aparece, pero recubierto de una negrura inusitada, la cual bordea el cinismo o zonas muy oscuras. En determinado momento se abre una elipsis que atraviesa la historia y nos devuelve a los personajes una década después. Las cosas cambiaron y hay lugar para reencuentros. Es ahí, en ese momento, donde el juego de tironeo entre los protagonistas adquiere un real sentido y donde los personajes se vuelven más complejos, incluso también la mirada del director. La película reflexiona con absoluta libertad sobre los vínculos entre los hijos, padres y madres, especialmente en una época que nos queda alejada no sólo culturalmente, sino también porque la película pertenece a esa etapa pre Código Hays donde Hollywood se animaba a decir y mostrar cosas que luego no pudo. Stahl construye el epílogo de su película con el punto de vista sostenido explícitamente en Peggy y su desilusión, también su furia: “¡no tengas hijos!” le grita como consejo a su joven nuera. La situación es tan humorística como trágica, y resume de buena manera la virtud del cine del director que era también la virtud del cine de ese período, capaz de reconstruir la vida, imitarla, y volverá un artificio absolutamente realista.

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