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MAR DEL PLATA 2019: Competencia Internacional – Día 7


Los sonámbulos de Paula Hernández / 6 puntos


La primera escena de la película marca el tono e introduce el malestar que regirá su duración. No es espeluznante en sí, lo tenebroso en todo caso es lo que nunca se dice. La imagen de una chica desnuda, sonámbula, con sangre menstrual, es el anticipo de los temas que atraviesan la historia: la incomodidad, el cuerpo, los miedos, los vínculos familiares. Como ocurre en gran parte del cine contemporáneo, la única forma posible para expresar el pesar es con la cámara en mano, pegada a los personajes y planos cerrados cuya sensación de asfixia buscan corresponderse con la de los protagonistas. A medida que avanza la trama pocas cosas suceden porque todo apunta a un estallido familiar. Sólo falta quien prenda la chispa de la discordia. En una casa de campo madre, padre e hija, van a pasar año nuevo, sin embargo, la dificultad de las relaciones no tarda en hacerse presente. Lamentablemente, lo que conduce a ciertos climas genéricos vinculados con el terror, deriva en otro camino ya transitado, sobre todo por esa huella “Martel” que asoma como una sombra determinante. Con una atmósfera opresiva a base de miradas y reproches silenciosos, todo aquello que parecía contenido estalla al final de manera similar a los episodios televisivos de la década del ochenta como Atreverse. Y si la película hace hincapié en la afección que sufren las mujeres, se vuelve afectada por tanto cálculo despojado e incorporación de clisés tan caros a la agenda del presente: el mundo es un lugar horrible del cual hay que huir de manera urgente. Guillermo Colantonio


South Mountain de Hilary Brougher / 6 puntos


Brougher vuelve luego de 22 años al Festival Internacional de Cine de Mar del Plata (en 1997 presentó su ópera prima, The sticky fingers of time). Luego de trabajar en un proyecto poco satisfactorio, como ella misma contó en la conferencia de prensa posterior a la proyección, la directora deseaba dedicarse a una película íntima y artesanal. Tanto es así, que South mountain fue filmada en la casa de su madre a las afueras de Nueva York, con ayuda de su esposo y con la actuación de su hija. No deja de ser interesante que el largometraje trate sobre la relación entre los miembros de una familia con el foco puesto en Lila (una excelente Talia Balsam), quien se entera de que su esposo tiene una segunda pareja con un hijo recién nacido. La humildad de la producción se traduce en las decisiones estilísticas: la mayoría de la película consiste de planos sencillos y luz natural, interrumpidas sólo ocasionalmente por imágenes del paisaje rural en el que se ubica la casa y que funcionan como contrapunto para las intrincadas emociones que conforman el drama familiar. Es difícil resistir la tentación de leer, a partir de la relación entre el guión, la localización y las características de la producción, un tinte autobiográfico. De cualquier manera, South mountain es una película menor y oportuna en la carrera de la directora que funciona sin mayores pretensiones. Franco Denápole

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