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Martín Farina: “El espíritu de fan es el que me hace trabajar”

Por Paola Jarast

(@funcinemamdq)

Durante la última edición del Festival Internacional de Cine de Cosquín (FICIC) el director Martín Farina estrenó el cortometraje El brazo de Whatsapp, donde un grupo de hombres charlan sobre sus vínculos de amistad en relación a las nuevas tecnologías y las formas de contacto. Funcinema tuvo la oportunidad de charlar con el realizador y conocer más detalles de este trabajo.

-¿Cómo surge este proyecto? ¿Existió algún motivo para que fueran todos hombres de mediana edad?
La idea surge como un accidente en un rodaje que iba a ser sobre otra cosa. Tuve una idea para filmar un documental que se formaba a partir de fragmentos de la vida de dos personas a quien yo iba siguiendo en distintas situaciones, y me propuse filmar una reunión de amigos. Iban a hablar puntualmente de algo que pasó en el pasado. Se conocen hace muchos años. Después de esa filmación discreta, correcta, que duró toda la noche, encontré que no había tenido puntos muy interesantes para mí en cuanto al deseo, a la voluntad de ser filmados, que es lo más importante para mí a la hora de construir un personaje. Que existan un deseo previo y una motivación que uno pueda verificar en la pantalla. Que se note que el personaje está exponiendo algo que de alguna manera lo convoca y que es consciente de la filmación. Uno no maneja todas las variables y al final de la reunión se dio esta charla espontánea donde ellos empezaron a discutir sobre la pertenencia o no a este grupo de Whatsapp, y noté que el interés de ellos por la filmación era mucho mayor. Por lo tanto, a mí me pareció interesante rápidamente cambiar la perspectiva de lo que iba a filmar. Me propuse tratar de registrar eso que estaba pasando y termine teniendo una forma de película de algo que era absolutamente común, casual. Que fuera un grupo de esa edad fue una circunstancia y lo que me interesó de que fuera gente de mediana edad es que yo había filmado recientemente en un corto a chicos de 17 años en un debate muy fuerte sobre un viaje gratis a Bariloche. Estoy haciendo una película sobre cortometrajes que desarrollan ciertas temáticas que “explotan”, por así decir, en distintos grupos, y todas las películas son sobre distintas edades: chicos de 20, 30. Y se ve la conflictividad propia de ese segmento, que es universal. Personas que son padres jóvenes, personas que son abuelos. Discusiones que todos atravesamos en todas las edades.

-Es decir que siempre estás muy atento, presente y permeable a lo que está ocurriendo a tu alrededor en rodaje.
Sí, el trabajo para mí más importante como director es sacarme de ese rol egocéntrico de mi idea  previa. Esa idea previa es un boceto. Trato de ejercitar esa cuestión como decías de estar presente que me permita cambiar el plan. A veces es difícil cuando uno tiene algún fondo o subsidio. Muchas veces cambiar el plan se le permite a personalidades. Creo que las personas deberíamos estar más flexibles a eso porque se obtienen cosas que son más intensas. Tengo una producción bastante continua y creo que mi tarea es tratar de objetivarme y salir de ese lugar de que manejo las cosas. Los cortos me enseñaron a revisar mi mirada y poder abrirla. En el corto que presenté en FICIC, es el cine el que ordena la discusión. Las preguntas y respuestas son espontáneas, pero las reacomodé. No tengo problema en manipular el material cuando está ya la esencia. Ayer me preguntaba por qué la gente se reía tanto con una película mía, si yo no sé hacer comedia. No estudié cine. Uno a veces ve comedias de gran presupuesto, y piensa en el esfuerzo que será hacer eso, y no funcionan. Me da un poco de pudor, porque noto el esfuerzo, el trabajo que implica hacerlo y lo difícil que es.

A diferencia de mi tarea en los cortos, cuando filmé el largo Mujer nomáde mi trabajo fue otro. La protagonista es tan descomunal, tan inabordable que el trabajo mío en esa película fue más de contención. En el sentido de manejar la exposición de ella. Cuándo es demasiado, cuándo ella está quedando en un lugar incómodo en vano. Cuándo la película no puede contener lo que ella está viviendo. Hay una escena, que es la que más disfruto de la película, que es de comedia negra. Resultado de realidad y ficción. Es una escena en la que ella tiene una crisis porque fue a un curso de teatro y el profesor la maltrató. Esa escena desdobla al personaje; ella se pone a actuar la escena pero vestida de personaje. Ahí se ve la intervención mía, estamos en su casa. Como lo que te decía antes: la intervención es deliberada, pero la espontaneidad y el conflicto son muy reales. Yo quedo perplejo con esa situación, porque me hace pensar muchas cosas. Yo le llamo “la escena de la verdad”. Me gusta que las películas de algún modo siempre vayan a un lugar así.

La película la han visto muchos psicólogos y psicoanalistas y quedan muy perplejos ante la complejidad del personaje cinematográfico. Para mí las películas siempre son extensiones de mis deudas pendientes con algo. De mis heridas, de mis recuerdos, de mis registros. También de mis alegrías. Pero siempre los personajes son un alter ego mío. Es una hipótesis. Yo no tengo nada que ver con Esther Díaz, la protagonista, en su vida en un sentido concreto, ni le debo nada ni ella a mí. No quise sumarme a su trayectoria para decir “soy un heredero de Esther Díaz”. Yo estudié filosofía. El mundo de las letras y la posibilidad de charlar con Hegel o Nietzsche cuando leía esos textos, para mí era una ilusión. Eso me pasaba cuando veía las películas de Godard; quería dialogar con eso. Uno no dialoga con esa gente nunca, porque son inalcanzables, porque viven lejos. Uno no puede tener una cotidianeidad con las cosas que admira. El espíritu de fan es el que me hace trabajar. Siempre tengo que estar como un fan de las personas porque se expande la proyección entre el realizador -que también se expone, en un sentido- y la persona que está delante que le devuelve al dispositivo de filmación aquello que el dispositivo le propone.

Esther me vio como una persona. Para mí ella formaba parte de ese universo admirado; yo leí sus textos. Logramos una horizontalidad en el trabajo. Es una mujer increíble. Es sorprendente por lo anti careta. Hace lo más difícil, que es entregarse, en este caso a un joven cineasta a quien no conocía y que no tenía una trayectoria que pudiera avalarlo. Ella se arriesgó mucho. Eso para mí es de un gran valor. Ella podría haber hecho una película menor hablando de filosofía, pero es una película que derribó muchas barreras importantes. Es una persona compleja a quien uno puede amar u odiar. Uno se relaciona con el amor y con el odio.

-Estudiaste filosofía. ¿Cómo surge tu vínculo con el cine? ¿Cómo te volcaste a la realización?
Yo no estudié cine sino comunicación, y la carrera me abrió al mundo. Creo que eso es lo bueno que tiene la universidad. Uno se universaliza, conoce los grandes autores. Como cuando conocí las grandes películas. Hice algunos talleres de documental que me interesaron mucho. Mi vida artística y sentimental viene de la música; soy pianista. Y establecí una relación que no fue del todo fluida en la creatividad; soy pianista, pero nunca logré componer. Siempre fue una deuda pendiente poder expresar cuestiones personales a través de lo artístico. Con la música no funcionaba. Empecé a trabajar con el formato de videoclip, y en un momento me decidí a dejar de trabajar y filmar mi primer largometraje, que no sabía bien qué iba a ser, que se llamó Fulboy. Me fue muy bien, y noté una relación con el público. Entendí que yo podía hacer algo interesante de mostrar, y decidí seguir explorando. No con esos personajes sino con otros, pero con una sensación de mayor apertura.

-¿Estás trabajado en algún proyecto?
Estoy terminando un largometraje que cierra una trilogía familiar. Hay un conflicto que se abre en los documentalistas; no sé si soy documentalista, pero sí establezco un vínculo con una persona real, con su biografía. La idea del corto es sobre cómo cada grupo elabora su narrativa. Me gustó cómo definió Roger (Koza) mi corto El brazo de Whatsapp: “un striptease de la sociedad contemporánea”. Me interesa el proceso interno que vive una persona. Mi ilusión es que uno se vincule emocionalmente con un pasado remoto. Que pueda proyectar, hacer un viaje en el tiempo, desde una situación muy presente.

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