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A 11 fotogramas por segundo


Muy Buena


EL TEATRO SERÁ CON LA PASIÓN ADOLESCENTE, O NO SERÁ

Por Rocío Rivera

(@funcinemamdq)

Si soñar un poco es peligroso,

la cura para ello no es soñar menos,

sino soñar más, soñar todo el tiempo.

Marcel Proust.

Ya hemos hablado anteriormente en este espacio de la importancia del teatro adolescente en Buenos Aires, de su falta y de la vacante que aún sigue existiendo en este género, a pesar de ser nuestra ciudad uno de los tres epicentros teatrales más importantes del mundo. A cubrir algo de esta deuda del sistema teatral argentino se encarga el teatro El Método Kairós, con sus propuestas de la mano de Silvana Amaro y su grupo de teatro adolescente, quienes en este caso nos traen la obra A 11 fotogramas por segundo.

¿Qué brinda este numeroso elenco de actrices y actores tan jóvenes y ansiosos de experimentar? En este caso, nos traen la historia de un grupo de adolescentes que viven en un pueblito pero que desean irse de él para vivir una nueva y diferente vida. Pero para ello deben saltar, atravesar, superar dos muros: un muro real, físico que separa al pueblo del mundo exterior (o al menos eso aparenta); y un muro personal, social, cultural que atraviesa a cada uno de los personajes, ya que tienen que superar sus miedos, expectativas, tabúes en pos de la tan anhela libertad. ¿Y qué es sino la adolescencia más que ese momento de la vida en que creemos que todo es posible… incluso más de lo que llegamos a imaginar? Esa hermosa ingenuidad de no haber todavía pisado un mundo lleno de contradicciones, injusticias y dolores, es lo que hace a esta etapa etaria de la vida, algo hermoso y doloroso al mismo tiempo, porque toda esta motivación de hacer y cambiar aquello con lo que nos identificábamos en la infancia, trae aparejado un duelo, el duelo de dejar que hagan por nosotros y ponernos al mando de nuestra propia existencia. Y eso es lo que intentan hacer nuestros personajes: cada uno desde su peculiar impronta (ingenuo, romántica, bohemia/o, intensa, artista) intenta sortear las incertidumbres de desprenderse de la zona de confort para irse a lo desconocido, a aquello que tanto han estigmatizado quienes quieren seguir viviendo encerrados dentro del muro físico y psicológico del que nuestros protagonistas se quieren ir.

Todo este trabajo desde lo actoral y lo psicológico de cada personaje es dinámico y bien interpretado, dejándole lugar al humor y un sutil suspenso que se mantiene durante toda la obra en diversas líneas de acción (de fuga, amorosas, sobre secretos escondidos). Además, hay un correcto acompañamiento por parte de la escenografía y el desplazamiento de los cuerpos de los personajes por escena: son inquietos, con destreza suben y bajan por los distintos niveles de la locación, utilizan con riqueza los fundidos a negro que les permiten apartarse de la acción principal sin dejar la escena ni los personajes. El juego con lo tecnológico también tiene su rol: tanto el inicio como el final de la obra están marcados por proyecciones de fotogramas que le dan marco a la obra, al mismo tiempo que un rico despliegue de luces a través de linternas manipuladas por los chicos, dinamiza y crea una atmósfera verosímil de una fuga en horas de la madrugada.

Los diálogos son ricos, expresando en más de una ocasión afirmaciones o dudas que seguramente a más de uno de los adultos que miramos la obra nos hizo ruido adentro: crecer no significa entender todo de la vida, los procesos y las formas en que devienen los acontecimientos que nos pasan, muchas veces seguimos siendo esos adolescentes que alguna vez fuimos, sin entender todo y con las mismas ganas de cambiar nuestro entorno con la misma pasión y vitalidad. La dramaturgia, escrita también por dos jóvenes adolescentes, Guadalupe Alonso y Luna Zaballa, se complementa a la perfección con citas de grandes pensadores, filósofos, dramaturgos que avalan y legitiman con sus voces de autoridad esta reflexión existencial que la obra propone. Es interesante cómo la obra expone de forma madura y consistente el sentir y el transitar de estos personajes que si bien son jóvenes desde la realidad de su edad y de los personajes (son adolescentes representando adolescentes), no dejan de tocar temas universales de manera traspolable a cualquier edad del devenir de la vida: el amor, el miedo al cambio, el temor a fracasar, las ganas de dejar todo atrás, avanzar, resistir a nuestros propios obstáculos personales… ¿lograrán estos chicos abandonar el pasado para abrir las puertas de su futuro? Como buena persona con códigos, no hay spoilers en esta columna, habrá que ir a verla para ver que les depara a los valientes que se aventuran, porque ellos se posicionan en las palabras de la gran Simone de Beauvoir, que afirman en escena como mantra a seguir de aquí en más: Que nada nos limite. Que nada nos defina. Que nada nos sujete. Que la libertad sea nuestra propia sustancia.


Dramaturgia: Guadalupe Alonso, Luna Zaballa Dirección: Silvana Amaro Actúan: Lula Andrada, Santiago Condomí, Malena Consoli, Camila Fariña, Guido Frontelli, Camila Gier, Rocio López Acuña, Manuel Rodriguez, Facundo Strier Vestuario: Carolina Tisera Música original: Marcelo Filippo Diseño gráfico: Clau Lizzio Asistencia de dirección: Lula Andrada Utilería: Mariana Quintana Coreografía: Barby Ostrovsky Sala: El Método Kairós Teatro (El Salvador 4530, CABA) – Sábados a las 18:00. Hasta el 25 de mayo.

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