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Recapitulación de True detective: Hunters in the dark

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

ATENCIÓN: SPOILERS

Ya entrando en la recta final de su tercera temporada, True detective se arriesga un poco más y aprieta el acelerador con vistas a potenciar los conflictos policiales y personales, con resultados desparejos e interesantes a la vez. Hunters in the dark es un capítulo con atmósferas atractivas y algunas secuencias sumamente tensas, aunque no deja de tener escenas un tanto inverosímiles, que hacen tambalear su andamiaje narrativo.

Buena parte del episodio giró alrededor de la sospecha creciente de que Tom Purcell haya tenido que ver con la muerte de su hijo y la desaparición de su hija, a partir de la llamada de Julie, escuchada en el capítulo previo, If you have ghosts. A eso se agregan nuevos elementos vinculados a una homosexualidad oculta, con lo que Hays y West se ven obligados a reevaluar buena parte de la investigación que hicieron en los ochenta, en la que descartaron rápidamente a Tom como sospechoso. Ahí es donde termina surgiendo uno de los aspectos más discutibles de la narración, con Tom escuchando de casualidad –una casualidad demasiado oportuna- a integrantes de la unidad de investigación refiriéndose a dichos de Dan O´Brien, el primo de Lucy Purcell, en una vía bastante antojadiza para impulsar acontecimientos posteriores.

La conversación/interrogatorio que Hays y West comparten con Dan es sumamente interesante, a partir de la interacción que Hays tiene con ese ser escurridizo, algo manipulador y hasta un tanto repugnante en la forma en que maneja la información. El apacible restaurant en el que se encuentran es escenario para el vuelco de datos oscuros respecto a Lucy y algunas fuerzas oscuras que la rodeaban, asegurándose de su destino fatal. Pero también para que Hays vuelva a evidenciar esa violencia siempre latente en su persona cuando ve que las cosas van en un sentido que no le cierra.

De hecho, Hays vuelve a ser el epicentro ético, moral y psicológico de True detective, que por momentos remarca en exceso su comportamiento torturado, aunque logre algunos momentos de cuidada sensibilidad, como la conversación que tiene con su hijo, al que ve repitiendo sus mismos errores matrimoniales. Pero si esa pequeña charla en las afueras de su casa provee elementos nuevos, distinto es lo que sucede con la discusión que Hays mantiene con Amelia respecto a su actividad laboral o su reacción infantil cuando West lo estimula a que cuide el vínculo con su pareja. Son pasajes definitivamente redundantes, que no aportan nada significativo o ya dicho en los episodios previos.

Pero el verdadero foco de Hunters in the dark es la acumulación de giros, que están dados no solo por la reaparición de Dan, sino también por el rol que juega Harris James, un patrullero que estuvo en la casa de Woodard después del tiroteo, y que luego quedó a cargo de la seguridad en Hoyt Foods, la empresa en la que supo trabajar Lucy Purcell. El relato vuelve a amenazar con descarrilar al seguir a Tom Purcell, quien encuentra con pasmosa facilidad a Dan, sacarle algo de información a los golpes y finalmente arribar a la mansión Hoyt, donde consigue colarse con total facilidad. Si todo ese andamiaje está lleno de cabos sueltos, la incursión de Tom en la mansión va tomando fuerza con cada paso, con una atmósfera crecientemente opresiva, que culmina con su entrada a una habitación secreta de color rosa. El “cuarto rosa” que se estuvo mencionando en capítulos previos no sería una metáfora sino una realidad; y Hunters in the dark termina con Tom Purcell mirando algo que no vemos, diciendo “¿Qué demonios? ¿Julie?” y James acercándose por detrás. Varias preguntas quedan sin responder, lo cual compensa varias decisiones arbitrarias de guión, en un episodio que mostró lo mejor y lo peor de la serie.

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