No estás en la home
Funcinema

Rocky IV (1985)



DESDE RUSIA CON DOLOR

Por Henry Drae

(@henrydrae)

1985 fue un año de grandes clásicos para la cinematografía contemporánea, pero no de aquellos de los que se precia la crítica para usar de referencia, sino de los que el público amó hasta enloquecer y luego convirtió en su vara insuperable, al tiempo que los estudios pensaban en cómo sacar rédito con incontables remakes y reboots. El año en que Volver al futuro marcaba un antes y un después y que Rambo se reconvertía de ícono pacifista a un pacificador armado hasta los dientes, al tiempo que Comando intentaba robarle protagonismo. Y la lista, prolífica en todos los géneros, recién comenzaba.

La saga de Rocky no fue la excepción, pero si algo le faltaba era la de sentar una posición política tan explícita como la de su paralelo Rambo. Y qué mejor que hacerlo en la era Reagan en la que la madre Rusia era el contrapunto justo para colocar en el ring.

Para muchos fue la más floja (seguramente dicho antes de que saliera la infumable Rocky 5), pero hubo grandes escenas que ayudaron a darle a este film un lugar digno en el podio. Desde el emotivo momento de la caída de Apolo Creed, el deseo de venganza renacido de su amigo, el entrenamiento paralelo que mostraba sangre y coraje de un lado contra la frialdad tecnológica del otro hasta esa puesta en escena tan particular que trasladaba el campo de batalla a un “civilizado” ring de boxeo. Todo tan obvio, acentuado y excesivo que en lugar de generar rechazo era motivo de ovación para el fanático, que hacía rato había “comprado” sin decepción posible.

Pero si algo entendió el propio Stallone sobre cómo mantener vivo el interés en la saga, es desde el uso de recursos para lograr la empatía en el público. Por un lado con la instalación del costado político en plena Guerra Fría, como ya dijimos. Y por el otro, la vuelta a las raíces, a la motivación primaria para pelear, a la desigualdad de condiciones ante un rival colosal, ante los problemas económicos que no dejan de ser un fantasma que hace tambalear ese mundo de logros consistentes con el estilo de vida americano. Y, por sobre todo, el uso de las emociones. Ya he contado en más de una crítica mi apatía hacia cualquier deporte de práctica real, en contraste con películas deportivas que, por el contrario, logran ponerme la piel de gallina. Mérito absoluto de Rocky, que sabe cómo dar golpes bien bajos sin que se note.

Rocky 4 fue la última de la serie en respetar una estructura, en utilizar ese formato de pelea y revancha con final de clímax con ojos hinchados y cara destrozada llamando al amor de su vida para recordarle que, a pesar de todo, sigue siendo lo más importante que tiene.

Luego, ya nada sería igual.

Comentarios

comentarios

Comments are closed.