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La boda de mi ex

Título original: Destination wedding
Origen: EE.UU. 
Dirección: Victor Levin
Guión: Victor Levin
Intérpretes: Keanu Reeves, Winona Ryder, Dj Dallenbach, Greg Lucey, D. Rosh Wright
Fotografía: Giorgio Scali
Montaje: Matt Maddox
Música: William Ross 
Duración: 90 minutos
Año: 2018


6 puntos


AFECTO ENTRE CÍNICOS

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

El cinismo puede ser un arma de doble filo: si está bien aplicado, pueden salir películas notables, como Los secretos de Harry; si no está manejado con inteligencia, tenemos cosas impresentables como Birdman. Victor Levin, guionista y director de La boda de mi ex –traducción totalmente inapropiada para el título original, Destination wedding-, parece ser bastante consciente de esto, y por eso va construyendo un relato que trata de hacer equilibrio entre un humor definitivamente mordaz e impiadoso, pero también momentos de cierto humanismo.

El film funciona casi como un experimento que busca dar vuelta como una media la estructura de la comedia romántica, centrándose en Lindsay (Winona Ryder) y Frank (Keanu Reeves), dos seres oscuros y hasta miserables en sus miradas respecto al mundo, que son invitados a regañadientes a una boda –él es el hermano del futuro esposo, ella la ex pareja-, teniendo que pasar todo un fin de semana en el tipo de celebración que más detestan. Claro que, siendo ambos individuos mordaces, oscuros y cínicos, podrán tener un primer encuentro inicial absolutamente negativo, para luego ir encontrando una serie de coincidencias entre sí, hasta desarrollar un inesperado afecto mutuo. La relación entre ellos irá funcionando como una ecuación matemática: dos números negativos que dan un positivo, aunque el proceso no será lineal ni espontáneo, porque el relato irá mostrando que la mordacidad que despliegan –especialmente Frank- es también un escudo para protegerse de sus respectivos miedos.

La narración asume desde la primera escena el artificio que caracteriza a los protagonistas, el hecho de que son personajes casi imposibles en su desprecio por los rituales que observan, a tal punto que ellos son los únicos que hablan en toda la película y el resto de las personas con las que se cruzan permanecen alejadas, en un segundo plano o hasta fuera de campo. Lindsay y Frank son el centro absoluto de La boda de mi ex, formando una especie de mundo aparte, que contempla al resto de la realidad con tono sobrador pero también algo de rencor y hasta temor. Lo que prevalece es, obviamente, el cinismo elevado a la enésima potencia, con algunas frases y diálogos particularmente lúcidos en su acidez, aunque el realizador busca además un razonable nivel de empatía con estos seres un tanto irreales en sus miserias.

Por momentos, La boda de mi ex es una experiencia un tanto agobiante en su acumulación de chistes y situaciones soretes, donde aparecen niveles algo extremos de autoconsciencia. Pero aún así, Levin no deja de lado lo romántico, abordándolo desde un trayecto donde lo relevante para los protagonistas es encontrar lazos afectivos, otra persona con la que compartir sensaciones y pensamientos sobre un universo en el que se sienten sumamente incómodos. Al fin y al cabo, la pequeña película que es La boda de mi ex trata sobre gente que ni siquiera busca superar esa incomodidad, esa constante sensación de no pertenencia, sino poder compartirla con alguien más, para poder hacer más explícito ese desprecio que sienten por todo lo que los rodea. Y no hay que olvidarse que el desprecio es un sentimiento terriblemente humano.

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