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El demoledor (1993)



LOS DÍAS DEL FUTURO VERGONZOSO

Por Matías Gelpi

(@matiasjgelpi)

Los últimos años han sido reivindicatorios para las carreras de Sylvester Stallone y de Arnold Schwarzenegger: es que solemos pensar, probablemente con razón, que los 90 fueron absolutamente nefastos para ellos. Para aquella década sofisticada,  Arnold, Sylvester y el resto de héroes de acción eran bestias de una época troglodita. De hecho el primero, que siempre tuvo la astucia de trabajar con buenos directores y elegir mejores proyectos, ya había filmado en 1993 El último gran héroe, una de las mejores película de la historia donde, entre otras cosas, se reflexionaba sobre el estado del cine de acción y también el cine en general por aquellos años, a pura comedia,  homenaje y  melancolía, con la presencia caricaturesca de Schwarzennegger que entendía el juego y se prestaba sin ningún tipo de vergüenza. Tengo la fantasía de que Stallone la vio, y supo que necesitaba hacer su propia comedia reivindicatoria. Yo creo que El demoledor es la reflexión de Stallone luego de ver El último gran héroe.

Voy a establecer algunas diferencias: El último gran héroe es, en principio, más compleja, cuestiona algunos de los lugares comunes del ideario del cine de acción de los 80 y se ríe de alguna de sus ridiculeces. El demoledor, que dicen que la dirige Marco Brambilla, un artista sofisticado neoyorquino, es básicamente Stallone gritándole a la sociedad, o sea a todos nosotros, que la corrección política ha terminado por destruirnos, y que por debajo de la máscara de nuestra hipocresía todavía añoramos los años de violencia y colesterol. El demoledor no tiene autocritica, festeja toda la locura, viene a enderezar nuestro camino con golpes, balas y chistes.

El nivel descarado de violencia que maneja este vínculo destructivo entre John Spartan (Stallone) y Simon Phoenix (Wesley Snipes) mantiene  viva todavía la llama de la película. El demoledor todavía se ve refrescante y moderna, tiene buen ritmo y sigue siendo graciosa. Y es probable que la veamos mejor ahora que cuando se estrenó, no porque haya sido una adelantada a su época, pero sí porque hemos evolucionado como espectadores (probablemente para mal) y además porque es una película sobre el futuro y lo que dice sobre lo que se viene no se aleja tanto de lo que sucede en nuestro presente, mas allá de la caricatura que nos muestra el relato. Esto a mí me provoca una risa nerviosa. El último gran héroe es una obra maestra universal y sin tempo que funcionaba como reflexión de la transición que vivía la cultura popular en aquellos años, era el cine pensando el cine casi en tiempo real; El demoledor funciona mejor en retrospectiva, probablemente en 1996 era una más del desgastado Stallone, en el 2018 es otra cosa, es Stallone divertido que nos reprocha la parodia de nosotros mismos en la que nos hemos convertido.

El demoledor nos deja también la mirada sobre la manera en que miramos el pasado, porque pareciera que la melancolía suele saltarse una generación. Miramos con desprecio injustificado el pasado inmediato, que es más o menos lo que hace la sociedad del futuro en la película. Sería fácil decir que pasó el tiempo suficiente como para reivindicar ciertas cosas de este film, o que estoy dejándome llevar por el consumo irónico (ese concepto falaz y justificatorio, el consumo es consumo), pero lo que me gusta de El demoledor siempre estuvo en mí. Quizás  no deberíamos dejarnos llevar por la arrogancia de ser el presente y futuro, inevitablemente seremos pasado y nuestras decisiones apresuradas nos van  terminar aplastando, como a Clint Eastwood en el tráiler de La mula. Miremos las cosas en perspectiva, volvamos a ver El demoledor.

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