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Antonio Das Mortes (1969)



¿ES POSIBLE EL CINE DE GLAUBER ROCHA EN LA ACTUALIDAD?

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

Glauber Rocha pertenecía a esa clase de cineastas que no se guardaban nada y era capaz de actos extremos, así que menos mal que no está vivo, porque si viviera estaría pensando en suicidarse, viendo cómo Jair Bolsonaro –homofóbico, fascista, misógino, reivindicador de la última dictadura militar- está ahí nomás de llegar a la presidencia del Brasil. O quizás estaría a las puteadas, ¿pero hacia dónde estarían dirigidas esas puteadas? ¿Estarían solo destinadas a Bolsonaro o también incluirían a Lula, Dilma, Haddad y toda la cúpula del PT?

Porque lo cierto es que Rocha no se guardaba nada y no era precisamente alguien complaciente o de llegar a conclusiones fáciles. Antonio Das Mortes –que completó una trilogía compuesta también por Dios y el Diablo en la Tierra del Sol (1964) y Tierra en trance (1967), y que llevó el premio al mejor director en el Festival de Cannes- es un buen ejemplo: una película sin concesiones, con una multiplicidad de matices narrativos y genéricos, que tomaba toda clase de estéticas en pos de construir algo propio y diferenciado. Su historia centrada en un matador de cangaceiros –bandoleros que integraban bandas armadas dedicadas al robo de las haciendas en el nordeste brasileño entre finales del Siglo XIX y principios del XX- que comienza a vivir una especie de crisis moral al tener que lidiar con una comunidad de campesinos guiados por una “santa”, arremetía con furia contra toda clase de discursos opresores, pero también contra los biempensantes, contra esa típica indignación distanciada, tan cómoda como pasiva.

Ese disparar contra todo y todos, sin cálculos previos, a partir de un relato donde el western se daba la mano con la lectura socio-política rupturista, un montaje crudo y una puesta en escena brutal, podía darse porque el realizador no tenía mucho interés en quedar bien con determinados sectores o fortalecer un sentido de pertenencia a un grupo determinado. A diferencia de buena parte de los artistas e intelectuales latinoamericanos actuales –desesperados por tener una filiación que los defina y les brinde sentido de pertenencia-, Rocha era un lobo solitario, alguien que podía admirar a determinados artistas –por ejemplo, Godard- o tener un marco de referencia –distintos aspectos de las culturas populares que habitaban el territorio latinoamericano-, pero que no se casaba con nada ni nadie. Eso lo llevaba a delinear obras que eludían las interpretaciones y que en un punto hasta explicitaban sus propias contradicciones internas, con un nivel de autoconsciencia que cuestionaba su propio rol como narrador u observador de una realidad dolorosa.

Claro que esa vocación por situarse en una posición contracultural llevaba a que buena parte de su filmografía permaneciera en los márgenes. Como buena parte del cine político e intelectual de todo el mundo, a lo largo de toda la historia, el de Rocha también afrontó el dilema de cómo conectarse con rangos amplios de público. Antonio Das Mortes dialogaba con buena parte del folklore brasileño, utilizando imágenes cargadas de mitología y superstición, y a la vez fuertemente realistas, pero aún así es una película consumida y analizada por la cinefilia estándar. Era y es poesía, porque conserva actualidad (y más a la luz de la llegada al poder de alguien que reivindica la represión a los más débiles), pero no deja de ser poesía para pocos.

La disyuntiva a la cual se enfrentaba el cine de Rocha permanece para buena parte de la intelectualidad latinoamericana, pero potenciada al máximo. Un film como Antonio Das Mortes ofrecía un compromiso casi físico, crítica y autocrítica, una vocación constante por el riesgo, preguntas con respuestas no precisamente fáciles. En el cine latinoamericano actual no hay nada ni remotamente cercano: lo que prevalece es la complacencia, el conformismo, la indignación facilista, la asignación de culpas irreflexivas. La reacción frente al triunfo de Bolsonaro (sin reflexionar sobre las responsabilidades del PT y poniendo rápidamente a los medios de comunicación como los culpables de todo) lo confirma. Hoy no hay un Rocha con capacidad construir interrogantes complejos.

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