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Un Golem

Muy Buena


LA OTREDAD… SIEMPRE LA OTREDAD

Por Rocío Rivera

(@funcinemamdq)

El “otro” como ajeno a “uno” es siempre un lugar en el que las distintas sociedades  han mirado lo que consideran externo a ellas mismas, tal como lo propuso, en el caso específico de Occidente mirando a Oriente, el teórico Edward Said. Pero no solo sucede esto en la reflexión de una sociedad o comunidad sobre otra, sino dentro del seno de cada población, núcleo social, etcétera. Una pequeña reflexión sobre esto nos ofrece Un Golem, obra recientemente estrenada bajo la dirección de Claudio Tolcachir y con dramaturgia de Gonzalo Demaria.

La obra, situada en el living comedor de un anciano estudioso de la Kabbalah, nos propone una reflexión que va más allá de esas cuatro paredes y de ese patio que apenas vislumbramos pero que resulta de vital importancia para el desarrollo de la acción dramática. Los personajes: el anciano, el matrimonio vecino, un golem. ¿Por qué un golem? El golem es una figura del folclore medieval y de la religión judía que tiene una connotación religiosa si investigamos el origen mítico de la palabra: cuenta la leyenda que un rabino famoso creó esta figura para defender el gueto de Praga de ataques antisemitas, así como para atender también el mantenimiento de la Sinagoga Vieja-Nueva. Emanuel García, ex futbolista que abandonó el deporte para dedicarse a la actuación, interpreta a cuerpo semidesnudo a esta criatura misteriosa, que al principio no tiene un lenguaje reconocible y que luego se transforma en hijo, vecino, adolescente, francés o argento, es decir, sigue siendo un híbrido de difícil definición.

La obra posee una puesta sencilla, juega poco con las luces, sabe aprovechar el espacio donde se desarrolla la acción (utilizando la sala y la extrasala), permitiendo este minimalismo escénico lucir el movimiento de los cuerpos en el espacio (sobre todo el del golem); jugar con el adentro y el afuera de escena (con un rico juego de voces en off y de acciones que suceden en la extraescena); destacándose al mismo tiempo las actuaciones, que pasan de una seriedad mística a una comicidad simpática.

Pero gracias a la aparición repentina de esta extraña figura, todos los personajes se ven modificados en pos de mejorar sus situaciones actuales. Tanto el matrimonio vecino, con una Daniela Pal excelente, histriónica, divertidísima en un papel cómico que roza lo absurdo y delirante; como para el anciano cabalístico, quien revierte una situación física de difícil resolución. Sin embargo, la obra propone otra posible interpretación de este mismo hecho, una relacionada con la Kabbalah y la religión judía. Según está religión, por cada generación hay no menos de 36 hombres buenos, llamados los 36 santos ocultos o “Lamed Vav Tzadikím”, quienes en su presencia ingenua pero divina, son capaces de generar milagros. Ahora bien, ¿quién de todos los personajes es uno de los 36 divinos? La obra, claramente, no propone una respuesta, por lo que quedará en la interpretación de cada espectador cerrar el círculo que la pieza propone.


Dirección: Claudio Tolcachir Dramaturgia: Gonzalo Demaría Actúan: Emanuel García, Daniela Pal, Roberto Romano, Isidoro Tolcachir Vestuario: Cinthia Guerra Escenografía: Imanol López Diseño de luces: Lucia Feijoó Música: Joaquín Segade Fotografía: Francisco Castro Pizzo Asistencia de dirección: Macarena Trigo Producción: Maxime Seugé, Jonathan Zak Duración: 60 minutos Sala: Timbre 4 (México 3554, CABA) – Sábados a las 20:45 y domingos a las 19:00. Hasta el 25 de noviembre.

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