No estás en la home
Funcinema

Latidos en la oscuridad

Título original: Bad samaritan
Origen: EE.UU.
Dirección: Dean Devlin 
Guión: Brandon Boyce 
Intérpretes: David Tennant, Robert Sheehan, Kerry Condon, Carlito Olivero, Jacqueline Byers, Tracey Heggins, Rob Nagle, Lorraine Bahr, Jacob Resnikoff, David Meyers, Tony Doupe, Lisa Brenner, Sofia Hasmik, Delpaneaux Wills, Hannah Barefoot, Danny Bruno, Dana Millican, Brandon Boyce, Austin Leo 
Fotografía: David Connell
Montaje: Brian Gonosey 
Música: Joseph LoDuca 
Duración: 110 minutos
Año: 2018


6 puntos


EL LÍMITE DEL DELITO

Por Henry Drae

(@henrydrae)

David Tennant es un actor cuya particular gestualidad le da la oportunidad de tener una base de seguidores. Desde que fuera uno de las encarnaciones de Dr. Who y habiendo logrado ser uno de los villanos más carismáticos del universo “netflixmático” de Marvel interpretando a Killgrave en la serie Jessica Jones, es uno de los actores que aseguran una base de espectadores extra. Y digo esto porque no es irrelevante cuando se construye la historia en base a su imagen y a un personaje que no deja de ser un villano cuyo atractivo reside en ser caracterizado por Tennant. El problema llega cuando quizás ese atractivo especial quiera utilizarse para darle base a toda la realización y caiga en un vacío notable cuando no lo logra.

Latidos en la oscuridad narra la historia de Sean, un adolescente que tiene un don para la fotografía pero que, antes de volcarse de lleno al mismo y convertirse en un profesional, prefiere pasar las horas acomodando coches junto a su amigo, al tiempo que le roban a sus clientes aprovechando el momento de confianza que les brindan al cederle sus vehículos. Obviamente no le cuenta sobre su afición a su familia (madre y padrastro) y novia, al tiempo que les ofrece regalos que no son más que parte del botín. Pero todo eso cambia el día en el que Sean descubre algo en uno de los domicilios en los que ha entrado a saquear, que lo hace replantearse absolutamente todo de allí en más, y lo que en definitiva cambiará su vida.

Este primer giro que mueve la historia hacia adelante debería ser sólo un mecanismo de inflexión, pero no el lugar común que lo relacione con otras producciones recientes que utilizan el mismo recurso, como El juego del terror, en el que un ladrón descubre que el domicilio al que ha entrado a robar contiene rehenes a punto de ser destazados por un asesino serial. Pero cuando luego de este giro, el “duelo” entre delincuente menor y criminal mayor se convierte en una pulseada a otro nivel  y siguen produciéndose las coincidencias (ya no solo con la película citada) es donde se necesita de mayor originalidad en la línea argumental. Porque si bien el “camino del arrepentido” suena interesante como vía para empatizar con alguien que quiere estar por fuera del sistema pero con ciertas reservas morales, no es nada novedoso.

Aunque lo más destacado y trabajado de manera correcta sucede con la evolución de los personajes. El joven Sean (Robert Sheehan) parece tener sus límites morales muy claros, aunque para ello tenga que pasar por una pequeña crisis -satisfactoria desde el ángulo de la interpretación-. En cambio, su compañero parece depender bastante de su mirada aunque no tenga tantos escrúpulos y le tire mucho más el delito como medio de vida (además del temor a ser atrapados). Así, todos van teniendo más o menos lo que se espera de ellos, a excepción quizás del villano, que tiene las líneas más obvias, sobreactuadas y planas de la composición, que a veces rozan el patetismo y el estereotipo del asesino malvado que no tiene justificativo para ostentar ese mal, aunque sí una (también innecesaria) historia previa que cuenta de lo que es capaz.

En cuando a los métodos elegidos por el villano, Latidos en la oscuridad nos brinda una buena dosis de crudeza visual. Pero no alcanza para definir un tipo de estética demasiado dura o inquietante, apenas para dar unas pocas puntas de lo que el asesino puede lograr si se lo provoca. Y todo eso, más la ausencia de un argumento potente, llevan a que el film se desinfle, pierda intensidad y le quite ritmo sobre el final. Si bien los sustos y acciones predecibles aparecen casi desde el comienzo, también van en número creciente y nos dejan ver la fórmula aplicada, que es la misma que nos ofrecen infinidad de telefilms que olvidamos a los dos minutos de terminar de ver. No obstante, se puede intuir que se ahorraron un par de resoluciones que quedaron en la mesa de montaje, momentos que podrían explicar qué sucede con las relaciones entre personajes que otras de su tipo hubiesen detallado en escenas obvias, y se agradece la omisión.

En el balance Latidos en la oscuridad (Bad Samaritan en el original, que por supuesto es mucho más adecuado) no sale tan mal, es un plato entretenido que logra mantener la tensión y a pesar del refrito de los recursos, está bien jugada.

Comentarios

comentarios

Comments are closed.