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Papushkas, mi propio Kadish

Muy Buena


INVOCACIÓN DEL AUSENTE

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

No se puede olvidar a los seres queridos que ya no están. No se puede y no queremos. Deseamos traerlos de vuelta, volver a tenerlos cerca, recuperar su compañía, por más que pueda parecer imposible. Y a la vez deseamos despedirnos, soltar sin dejar de invocar y recordar al que perdimos y está ausente. Para eso construimos ceremonias que pueden estar marcadas por tradiciones culturales determinadas pero que no dejan de poseer rituales propios, subjetivos y personales.

En Papushkas, mi propio Kadish, la autora y protagonista Melisa Freund concibe su propia ceremonia para despedirse e invocar a su padre muerto, donde se combinan y hasta fusionan elementos propios de la cultura judía y la materialidad teatral. Para eso, arma un relato donde hace de sí misma mientras su padre es interpretado por un actor (Julio Marticorena) que fue amigo suyo. Pero no solo eso: desde un comienzo, la narración plantea un ida y vuelta permanente, una convivencia entre diversas fases temporales y etapas históricas donde el surgimiento del nazismo, el Holocausto y Auschwitz juegan roles decisivos. De ahí que la pérdida de la figura paterna funcione como caja de resonancia de una tragedia mucho mayor, de una acumulación de pérdidas con toda clase de repercusiones políticas, sociales y afectivas.

Lo ficcional y lo real se retroalimentan de manera constante en Papushkas, mi propio Kadish, porque el padre que se invoca y recuerda fue también un hombre del teatro, un dramaturgo que supo reflexionar sobre su propia vida y historia. Por eso lo que se va configurando es una estructura narrativa donde una hija delinea un lenguaje propio a partir de una base teatral paterna, que a su vez posee un sostén socio-histórico y cultural nacido de experiencias reales y concretas, aunque condicionadas por los recortes que aporta la memoria. A todo eso hay que agregar la propia interpretación de Marticorena, que desde su corporización de lo fantasmal suma otra capa de significado, o más bien de significantes, de espacios completados a medias: ¿cuál es el parecido físico? ¿Cuáles son las similitudes desde lo gestual, lo vocal y actitudinal? ¿Hasta qué punto el padre ausente (que también es un amigo ausente) vuelve a hacerse presente?

El ejercicio catártico, melancólico y ritual –plagado de connotaciones sentimentales y religiosas- que es Papushkas, mi propio Kadish es también un procedimiento eminentemente artístico, donde lo meta-teatral no implica un distanciamiento excesivo ni una estructuración arbitraria. Los sentimientos, recuerdos e interpretaciones de lo histórico no se caracterizan por la linealidad: los órdenes que adoptan son en general aleatorios, marcado por lo selectivo y hasta lo caótico. La apuesta de Freund funciona en buena medida por eso, por cómo se hace cargo de su propia (re) construcción sin resignar emotividad.


Dramaturgia: Melisa Freund Intérpretes: Melisa Freund, Julio Marticorena Iluminación: Ricardo Sica Diseño de vestuario: Ana Julia Figueroa Diseño de espacio: Lola Gullo Diseño gráfico: Silustra Asistencia de iluminación: Diego Becker Asistencia de dirección: Carla Fontao Prensa: Duche&Zarate Arreglos musicales: Sebastián De Marco Dirección: Melisa Freund, Analia Mayta Duración: 50 minutos Sala: (La Pausa) Teatral (Avenida Corrientes 4521, CABA) – Sábados a las 19:00. Hasta el 29 de septiembre.

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