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Fahrenheit 451

Título original: Idem
Origen: EE.UU.
Dirección: Ramin Bahrani
Guión: Ramin Bahrani, Amir Naderi, sobre la novela de Ray Bradbury
Intérpretes: Michael B. Jordan, Cindy Katz, Michael Shannon, Mayko Nguyen, Dylan Taylor, Saad Siddiqui, Katherine Cullen, Edsson Morales, Lilly Singh, Warren Belle, Sofia Boutella
Fotografía: Kramer Morgenthau
Dirección de arte: Kimberley Zaharko
Música: Antony Partos, Matteo Zingales
Duración: 100 minutos
Año: 2018


5 puntos


QUÉMESE DESPUÉS DE VERSE

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

La popular novela de Ray Bradbury, Fahrenheit 451, es adaptada nuevamente en una versión que generaba mucha expectativa por algunos de los involucrados: por un lado HBO en la producción (compañía de probada calidad en materia de series televisivas) y por el otro el director Ramin Bahrani, reconocido realizador del indie norteamericano con celebradas películas como Goodbye solo o Chop shop. Sin embargo, los resultados están bastante lejos de lo esperable, incluso de sus propias pretensiones de entretenimiento reflexivo: la película no luce como espectáculo y sus ideas sobre un futuro donde reinan los totalitarismos lucen un poco viejas y repetitivas.

Detrás del proyecto está Michael B. Jordan, actor afroamericano cuya figura se popularizó a partir del protagónico en Creed y que aquí interpreta al bombero Guy Montag, el típico antihéroe trágico que a partir de sus dudas permite la revolución que buscan los antagonistas. Que B. Jordan sea un actor de escaso carisma (convengamos que el éxito de Creed se debe a la presencia de Sylvester Stallone) tampoco ayuda, pero digamos que esta Fahrenheit 451 es una película con un nervio no del todo tensionado. El film plantea un futuro distópico en el que el gobierno ha decidido quemar todo libro que ande dando vueltas por ahí, como una forma de terminar con las incertezas y de control social. Los bomberos, en este contexto, son ídolos populares que cumplen con la acción de perseguir a todo aquel que se anime a difundir o conservar literatura. Una de las lógicas que manejan los bomberos, además de un sistema de control que los vigila en todo momento como para que no caigan en la tentación, es que para qué un libro le va a ofrecer múltiples respuestas a una misma pregunta. De hecho, para qué le va a ofrecer al menos una. La clave aquí, y contra la que lucha el fascismo tanto como la religión (¿serán lo mismo?), es la duda.

El problema de esta Fahrenheit 451 es que la novela de Bradbury (es de 1953) tenía presente al nazismo como algo inmediato y Bahrani se ve en la obligación de actualizarla. Por eso ingresan ideas que parecían potencialmente relacionables con la noción de control social como las redes sociales y los reality shows, pero que por carencia de la puesta en escena o por un guión bastante endeble no terminan por hacer sistema. Hay algo débil en el relato que se expresa en un constante “esto ya lo vi” y en todo caso se debe a la ciencia ficción como un género que se representa desde lo estético: y si bien ocurre, es cada vez más difícil sorprender. Si Bahrani falla en lo político (su cine apunta habitualmente a cuestiones sociales), formalmente no es un director del que se pueda esperar un gran espectáculo. Por lo tanto eso no sucede, y si por momentos Fahrenheit 451 pareciera querer convertirse en una de acción, su coqueteo con el género también resulta bastante infructuoso. La opción que quedaba era crear una versión personal, como la de François Truffaut en 1961, pero tampoco fue este el caso.

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