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Rampage: devastación

Título original: Rampage
Origen: EE.UU.
Dirección: Brad Peyton
Guión: Ryan Engle, Carlton Cuse, Ryan J. Condal, Adam Sztykiel
Intérpretes: Dwayne “The Rock” Johnson, Jeffrey Dean Morgan, Malin Akerman, Joe Manganiello, Naomie Harris, Marley Shelton, Jake Lacy, Jack Quaid, Breanne Hill, Matt Gerald, P.J. Byrne, Destiny Lopez, Jason Liles
Fotografía: Jaron Presant
Montaje: Bob Ducsay, Jim May
Música: Andrew Lockington
Duración: 107 minutos
Año: 2018


7 puntos


CLASE B HIGH TECH

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

El director y el protagonista de Viaje 2: la isla misteriosa y Terremoto: la falla de San Andrés, Brad Peyton y Dwayne Johnson -respectivamente-, unen fuerzas nuevamente para otra de estas películas anabolizadas y espectaculares repletas de efectos digitales. Y lo hacen con el buen tino que han tenido hasta ahora: un espíritu Clase B disimulado por el uso de una tecnología de avanzada. El resultado es otro entretenimiento noble, divertido, ligero y desprejuiciado, como casi no se hace en el Hollywood actual.

Rampage: devastación es la adaptación de un viejo videojuego, donde unos animales gigantes destruían todo a su paso. Era, obviamente, una referencia actualizada a las viejas películas de monstruos, donde el jugador hacía ahora las veces de criatura destructora. Pero la película de Peyton toma lo básico del videojuego, los animales gigantes, y le da una vuelta de tuerca: hay una empresa que hace experimentos genéticos en el espacio, el plan sale algo mal y las criaturas se descontrolan. Por un lado están los animales -un gorila, un lobo y un cocodrilo- y por el otro los humanos, liderados por el cuidador del gorila George (Johnson), una genetista rebelde (Naomie Harris) y un agente del gobierno de lo más ridículo (interpretado con mucha gracia por Jeffrey Dean Morgan). Los animales son las víctimas y los humanos, quienes se encargarán de protegerlos hasta donde puedan. El mal, como en una película de los 80’s, será el capital, los empresarios irresponsables que no miden las consecuencias. Jurassic Park, digamos, pero sin el genio de Steven Spielberg para profundizar en la reflexión mientras construye grandes secuencias de acción. Peyton es más un artesano, un tipo consciente de sus limitaciones y que actúa en consecuencia.

Al igual que en Terremoto: la falla de San Andrés, la película no tarda mucho en meterse en lo que importa: animales gigantes destruyendo todo y humanos tratando de escapar. El prólogo es mínimo, los personajes se construyen con dos rasgos y Rampage: devastación se pone en movimiento como aquellas viejas películas de aventuras que no precisaban elaborar un mundo muy complejo para comprometer al espectador. Lo curioso de películas como esta es que si por un lado homenajean a la más rudimentaria Clase B, lo hacen con una tecnología y un presupuesto que aquellos films carecían. Y esto es lo más interesante que tiene para aportar Rampage: devastación, esa unión entre lo prosaico y lo sofisticado, y cómo de allí nace un tipo de entretenimiento que en la retroalimentación mejora: porque los efectos lucen realistas, mientras la Clase B baja todo a un territorio más mundano. Peyton, además, pertenece a esa noble tradición de directores que no se dejan apabullar por la tecnología y tienen la paciencia para montar un teatro espectacular que puede ser disfrutado de principio a fin: todo lo que pasa adentro de la pantalla se comprende.

Y obviamente está Dwayne Johnson, ese actor de enorme carisma que descubrió cuál era su gracia y la explota con sabiduría. Y esconde su musculatura hiperbólica en películas de dimensiones gigantescas y diversión asegurada.

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