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La ira de Narciso

Buena


AUTO Y META VIAJE

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

El dramaturgo franco-uruguayo Sergio Blanco viene indagando de manera sistemática y hasta sistémica en la autoficción, una especie de subgénero donde se toman como base experiencias personales para retorcer líneas narrativas y romper con ciertas comodidades presentes tanto en el lugar del creador como del espectador. La ira de Narciso es, efectivamente, un texto retorcido, tanto narrativa como estética y temáticamente.

La obra toma la estructura del monólogo para contar el viaje (y la estadía) del autor a la ciudad de Liubliana, donde lo invitan a dictar una conferencia sobre el famoso mito del Narciso, centrándose en los preparativos de esa conferencia y en los encuentros entre azarosos y deliberados con un joven esloveno que conoce casi de casualidad, aunque sobrevuele una atmósfera de predestinación. Lo cierto es que en escena no vemos a Blanco, sino a Gerardo Otero, quien explícita y directamente le explica al público que interpreta a Blanco y su texto, poniendo a lo largo del relato su rol en crisis.

¿Quién habla? ¿El autor? ¿El actor? ¿La puesta y el texto cobrando autonomía y rumbo propios? ¿Todo junto a la vez? ¿Ninguna de las alternativas? Esa duda (o ese conjunto de dudas) está presente durante todo el transcurrir de la obra, que en varios pasajes pareciera tomar una estructura con algunas similitudes a la de la novela La muerte en Venecia, de Thomas Mann, donde también la obsesión romántica/sexual/pasional y la narración que fluye como un río van de la mano.

Hay unos cuantos momentos de La ira de Narciso donde el hincapié en el transcurrir del tiempo, el movimiento entre rutinario y anárquico por los espacios, la autoconciencia de los hechos pasados y lo metarreferencial adquieren connotaciones un tanto erráticas, que aún con sus interés conspiran contra el resultado final. Sin embargo, cuando el relato termina de encauzarse hacia su cierre, la violencia interviene de manera impactante y brutal, promoviendo una interacción entre lo real y lo ficcional definitivamente inquietante. El narrar no es un acto inocente, y La ira de Narciso, desde distintas vías lingüísticas (que pasan por la fisicidad pero también por la cuidadosa y precisa disposición y utilización de los objetos) le pone el cuerpo a sus acciones hasta extremos impensados.


Dramaturgia: Sergio Blanco Actúan: Gerardo Otero Iluminación: Ricardo Sica Diseño de escenografía: Gonzalo Córdoba Estévez Video: Francisco Castro Pizzo Fotografía: Sebastián Arpesella Diseño gráfico: El Fantasma De Heredia Entrenamiento corporal: Viviana Iasparra Asistencia de dirección: María García De Oteyza Prensa: Marisol Cambre Producción: Maxime Seugé, Jonathan Zak Dirección: Corina Fiorillo Sala: Timbre 4 (México 3554, CABA) – Jueves y viernes a las 20:30. Hasta el 25 de mayo.

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