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Recapitulación de Homeland: Andante

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

ATENCIÓN: SPOILERS

Homeland es una serie donde relaciones personales y los vínculos pasados y presentes terminan teniendo incidencia decisiva en los acontecimientos y acciones, y Andante es un episodio que funciona muy bien como ejemplo de ello. Todo lo que sucede está marcado por los lazos íntimos y profesionales, por las tensiones acumuladas entre ellos, por las lealtades puestas a prueba o en crisis.

Partiendo de ese factor, lo mejor fue aportado por Saul, ya en modalidad enérgica, ultra-profesional y hasta despiadada, en pos de conseguir pruebas sobre la conspiración rusa contra la presidencia de Keane, con Simone como figura clave. Su pesquisa lo lleva de manera casi lógica –y brusca- a cruzarse con Max, el eterno compañero de andanzas de Carrie, con quien también aplica dosis similares de intimidación y didactismo, dejándole bien en claro que ha sido cómplice de toda clase de delitos, confió en las personas equivocadas y ayudó a una potencia extranjera. “Lo que ha hecho no la convierte precisamente en la ciudadana del mes”, le dice, con toda razón. Claro que antes Saul ya tuvo una conversación bastante desagradable –por las noticias que transmite- con Wellington y luego le tocarán dos más, aún peores: primero con un juez que le niega de manera terminante el poder interrogar a Simone y después con Keane, que merece un párrafo aparte.

Lo de Keane merece un párrafo aparte porque a la Presidente ya le empieza a quedar muy en claro que hay una conspiración montada para destituirla, que su propio Vicepresidente (Beau Bridges) se está preparando en cierto modo para ocupar su silla y que la denuncia contra Wellington es cosa seria, porque le manda dos cartas: una presentándole la renuncia y otra explicándole los motivos personales por los que quiere dejar el cargo. Es interesante ver las reacciones de Keane frente a las distintas circunstancias: fría y firme con el Vicepresidente en la Sala Oval (“si lo que pregunta es si va a ocupar esta silla pronto, la respuesta es no”), pero extremadamente frágil frente a todos los acontecimientos vinculados a Wellington, particularmente cuando se entera de su renuncia justo antes de una ceremonia y cuando habla sobre el asunto con Saul (quien le dice “no la tratan de destruir a usted, tratan de destruir al país”). Recién Keane recobra la fortaleza cuando habla frente a frente con Wellington, o más bien, la propia admisión de su fragilidad, de la necesidad de tener a Wellington a su lado –ya que es el único en quien confía- es la que le permite recuperar fortaleza. Keane no acepta la renuncia de Wellington y le pide enfrentar la tormenta juntos, y no está mal que lo haga.

Hablando de fragilidades…lo de Carrie llega a extremos casi insólitos, aunque hay que reconocerle su persistencia en ganar el concurso a la Peor Madre de la Historia. Primero se pelea (otra vez) con su hermana, luego decide irse y llevarse a su hija (en una salida tan dramática como impostada), deambula tratando de encontrar un lugar (ni siquiera puede pagar la habitación de un hotel porque ninguna de sus tarjetas de crédito tienen fondos) y termina cayendo en el departamento de Dante. Sí, Carrie lleva a su pequeña hija a la casa de alguien de quien sospecha que está metido en una conspiración rusa contra el gobierno. Un encanto. Y a continuación profundiza la investigación sobre Dante, descubriendo que toda su historia sobre la separación de su esposa es una mentira, que ella misma ha tenido un rol clave en la decisión de Dante de cambiar de bandos y permitiendo que la relación con él vaya adquiriendo rasgos cuasi enfermizos, hasta arribar al sexo desenfrenado, con su hija durmiendo a un par de metros.

Pero todo es interrumpido por un operativo ordenado por Saul, que terminó de atar buena parte de las piezas que unen a Dante con Simone. La entrada de los agentes se da con Carrie y Dante en pleno acto sexual, y el cierre de Andante es inapelable: Saul apenas si entra al departamento y mira a Carrie, quien se ha tapado con lo que tenía a mano y está abrazada a su hija, que definitivamente no está teniendo una infancia fácil. No hay necesidad de palabras, porque ya todo es suficientemente patético. Cuando pisa el acelerador a fondo, Homeland puede llegar a adquirir tonalidades de telenovela colombiana, aunque hace jugar eso a su favor. La gente de los servicios secretos puede ser muy divertida.

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