FIERAS LUNÁTICAS
Por Mex Faliero
La comedia, la fantasía y el horror son elementos que siempre estuvieron presentes en la obra de Joe Dante, pero fueron los 80’s (los años de explosión del cine adolescente) donde su firma se hizo sentir con mayor fuerza, tanto en el cine como en la televisión. Sin embargo había (hay, porque el tipo se niega a perder esa cualidad aunque hoy por hoy es un paria en Hollywood) algo más importante aún: su carácter políticamente revulsivo. Y Gremlins, esta comedia de horror destinada a toda la familia, fue la clave de su ascenso como director: el film no sólo fue muy exitoso, sino que, como ET, sembró las bases de lo que el cine adolescente norteamericano de los 80’s tenía que ser en su dibujo de los suburbios. Pero hay más: Gremlins es un cuento navideño macabro, uno repleto de ideas que hacen ancla en la gran influencia de Dante, los dibujos clásicos de la Warner.
A una familia llega una criatura realmente simpática y entradora, apodada Gizmo. Si bien se trata de un bichito de lo más amable, hay algunos recaudos que se deben tener a la hora de su crianza: fundamentalmente, no darle de comer luego de la madrugada ni mojarlo. Claro está, las cosas no salen como tienen que salir, Gizmo se “reproduce” y el pueblo se ve invadido en plena época de la Navidad por unas criaturas verdes horrendas dueñas de un espíritu destructivo absoluto. En lo lineal, los monstruos son esos bichos que atacan a los ciudadanos y rompen todo lo que encuentran a su paso, pero Dante es un satirista genial, alguien que mira a la sociedad y sabe dónde poner el ojo: por eso que Gremlins reconfigura el relato navideño para reflexionar sobre un mal que está metido en el corazón de la sociedad y suele disimular su cinismo y su maldad con este tipo de celebraciones. Los gremlins -cuanto criaturas- son, por lo tanto, quienes llegan para sacarle la careta al ciudadano medio.
Cuenta el anecdotario que a partir de esta película de Dante producida por Steven Spielberg se creó la calificación PG-13 en los Estados Unidos: su estreno generó cierto revuelo y sectores de la sociedad que se dedicaban a custodiar las buenas costumbres pensaban que esta película no era recomendable para los niños. Pero el poder revulsivo de Gremlins era indetenible, tanto que fue la cuarta película más taquillera de aquel 1984 y su influencia cultural fue notable, a tal punto que un año después llegarían los Critters. El film de Dante había sabido redireccionar las viejas películas de monstruos de los 50’s y 60’s con el cine catástrofe de los 70’s, y reproducirlo en formato adolescente explotando la fórmula del momento: los jóvenes empezaban a ganar la taquilla, el cine ya no era lo mismo, la fantasía ganaría la pulseada de esa década. Es que como lo demuestran los Spielberg, los Lucas, los Dante, los Landis o los Zemeckis (los nombres clave de ese período del cine norteamericano) toda la operación discursiva y narrativa se montaba sobre un dispositivo que conocía el cine del pasado, para reproducirlo o para parodiarlo. Gremlins, a partir de la sabiduría de su director, hacía las dos cosas.
Lo bueno en Gremlins, pero también en muchas películas de la época, es que se atrevían a ir a lugares que el cine del presente no pisaría ni de milagro. La oscuridad, la violencia y lo sardónico estaba presente en un film familiar y los gremlins podían matar una vieja de mierda haciéndola volar por la ventana de su casa. Y todo eso podía ser absolutamente divertido. Volviendo al origen de este texto, en esa actitud se observa el espíritu de los Looney Tunes, devoradores de orden institucional y propulsores de una locura sin límites. Pero también hay un aire de época: ya vimos lo fallida que pudo ser Looney Tunnes: de nuevo en acción, firmada por el mismo Dante en el 2003.
Todo lo que Gremlins tenía de divertido se mantiene en el tiempo. Y, si hace falta la recomendación, aumentaría y explotaría por los aires en la segunda parte, la más ácida película que salió del riñón de Hollywood en toda su historia.