Por Rodrigo Seijas
ATENCIÓN: SPOILERS
El arranque de la segunda mitad de la octava temporada de The walking dead fue con una despedida: Honor construyó su arco dramático principal a partir de la muerte de Carl, que ya había sido anunciada en el capítulo anterior, que cerraba la primera parte. Y lo cierto es que el episodio, aún con sus dosis conmovedoras (estamos hablando del fallecimiento de un personaje emblemático, de los más antiguos de la serie), no dejó de lucir un tanto estirado y redundante.
No dejaron de haber hallazgos formales en Honor, como la secuencia de montaje que mostró primero que Carl había sido mordido por un zombie mientras rescataba a Siddiq –o sea, antes del asedio a Alexandria por parte de los Salvadores- y cómo fue preparando su despedida, pasando tiempo con sus afectos y escribiendo distintas cartas. También puede destacarse la vuelta de los vistazos a ese mundo idealizado donde Rick, con una gran barba blanca y acompañado por una Judith ya crecida, es feliz en un mundo donde todos conviven armoniosamente –incluso Eugene y hasta Negan-, que resultan ser visiones de Carl. Son momentos definitivamente irreales dentro del contexto de The walking dead –una serie que ama las desgracias, pérdidas e infelicidades varias-, porque proponen paréntesis de felicidad dentro de un universo marcado por la oscuridad, la muerte y el horror. Hay también un pequeño agregado, que es el adiós de Daryl a Carl, marcándole que las vidas salvadas en Alexandria se debieron en buena medida a sus acciones. Allí Daryl recupera buena parte de su grandeza habitual, que siempre estuvo construida a partir de pequeños pero significativos gestos. Esos pasajes compensan otras despedidas que se prolongan excesivamente.
Donde Honor entra en remarcaciones ya habituales últimamente en la serie es en toda la subtrama que involucra el rescate del Rey Ezekiel por parte de Morgan y Carol. Hay demasiada moralina, no solo en los diálogos que sostiene Ezekiel con Gavin –uno de los cabecillas de los Salvadores, que igual se nota que desempeña su tarea por mero pragmatismo y temor hacia las posibles reacciones de Negan- sobre las causas y consecuencias de los eventos que protagonizan, sino también en todo el raid furioso de Morgan, lanzado casi sin control a liquidar a todos los Salvadores que se le ponen en el camino. El giro por el cual es Henry –tomando venganza por la muerte de su hermano- el que mata a Gavin consolida el trazo grueso de esta línea narrativa. Aquí vuelve a quedar en claro que el recorrido de Morgan como personaje está bastante agotado y que está girando en círculos sobre cuestiones ya expuestas anteriormente.
Pero claro, Honor sostiene su peso dramático en la lenta pero impostergable despedida de Carl, reservando sus últimos minutos para la partida definitiva. Ahí, el episodio dirigido por Greg Nicotero entrega un plano tan conciso como expresivo –Rick y Michonne, afuera de la casa, escuchando el disparo efectuado por Carl que termina con su propia vida- y finaliza de manera desoladora con el entierro, donde no hacen falta las palabras. The walking dead, con la muerte de Carl, entra en una nueva etapa, que la aleja bastante de la narrativa del cómic original, y redobla las polémicas dentro del núcleo de fanáticos.