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Funcinema

MAR DEL PLATA 2017: mini-críticas de Funcinema

Como cada festival, llega el plato fuerte de la cobertura de Funcinema: las mini-críticas que orientan a los espectadores sobre la amplia programación del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Reseñas de la edición 32ª, aquí. (94 películas analizadas)


RECIÉN AGREGADAS


3 / 4, de Ilian Metev / 5 puntos


Otra película con drama familiar, otra película de superficies contenidas que invita a levantar la piedra para que salgan los conflictos. El problema es dormirse en el camino. Tres son los personajes involucrados: Mila, una joven aspirante a pianista, su hermano, un pibe bastante inquieto que le impide concentrarse y el padre, más metido en su universo de astrofísica que en el orden de la casa. Metev pone luz y extremo cuidado en cada uno de sus planos, pero no logra un atisbo de emoción en lo que transmite, a no ser por una linda caminata final (por lo general hay un plano que te salva en esta clase de películas). Siempre queda la sensación que los personajes son modelos que sirven para sostener una tesis, a saber, que las relaciones familiares entrañan misterios o que es difícil la comunicación cuando falta una pata fundamental (la madre). La cámara, siempre discreta, contribuye al estatismo reinante y se maneja en un registro más bien documental que, pese a la luminosidad que transmite, enfría constantemente la pantalla. Guillermo Colantonio


Behind the dark night, de Shim Chan-yang / 7 puntos


El fanatismo por los cómic y el cine de superhéroes reúne a un grupo de amigos medios “freaks” para llevar a cabo la ilusión de hacer su propia película de género. Esta fantasía, que es retratada en un falso documental, muestra con humor las miserias y los pequeños triunfos de estos jóvenes sujetos que buscan “parodiar honradamente” a sus poderosos referentes y villanos bajo una producción amateur pero con mucha pasión y cariño. Chan-Yang logra meternos en la intimidad de estos chicos camino a la adultez para desandar el compromiso individual y grupal hacia un proyecto identitario y generacional. La amistad y el amor también se hacen presentes desde una visión que escapa a cualquier superficialidad. Lo cierto es que Behind the dark night sufre de ciertos altibajos narrativos cuyo desarrollo se vuelve un tanto lento y aburrido pero logra ajusticiar al film en su tramo final. Un cierre donde se aloja el máximo pico de buenas actuaciones y un entretenimiento más auténtico y mejor logrado a puro humor. En conclusión, Chan Yang propone el film más fresco, pequeño y referencial pero pretencioso dentro de este Festival, donde es imposible no retirarse de la sala con una sonrisa. Rosana López


Claire’s camera, de  Hong Sang-Soo / 6 puntos


Sang-Soo filmó esta película durante el festival de Cannes, momento en el cual el film se desarrolla. La trama gira en torno a una chica que es despedida de su trabajo por su jefa sin que esta le dé explicación alguna. Al mismo tiempo, Claire (Isabelle Huppert), turista recién llegada a Cannes, conocerá a esta joven y pasará el día junto con ella. A partir de allí, Sang-Soo jugará con una serie de casualidades tan disparatadas que sólo pueden encontrarse en el territorio de una estructura de relato ficcional. El juego radicará, justamente, en que estas casualidades se conciban en una película con registro aparentemente naturalista y real. También se hacen presentes varias marcas propias del realizador: su impredecible sentido del humor (el gag de la chica que le pide a su jefa que se saquen una foto juntas para conmemorar su despido es tan desconcertante como gracioso); sus figuras recurrentes (vuelve a aparecer, como en casi todas sus películas, la figura del director de cine); y esa extraña forma que tienen sus personajes de expresarse amablemente ante situaciones en las que uno normalmente esperaría dramatismo. Esto provoca otra sensación que vienen generando las últimas películas de Sang-Soo: que uno está viendo siempre la misma película, y que pareciera que el director se ha encerrado en un sistema del que no quiere salir. Aún así, la película se disfruta bastante. Paola Jarast


El habitante, de Guillermo Amoedo / 5 puntos


No está mal el comienzo, donde un grupo de ladronas entran a la mansión de un senador y se terminan encontrando con un secreto terrible que se oculta en el sótano. Muy en la premisa de No respires del uruguayo Fede Alvarez, el también uruguayo Amoedo sostiene esa primera hora entre la tensión del robo violento y el misterio que sobrenatural que esconde la familia. Los problemas para El habitante empiezan después que aparece el primer cadáver, cuando la película deja de ser una historia de climas, misterio y tensión para convertirse en un film de exorcismos común y corriente. Y es que nunca está a la altura de una película de exorcismos relativamente aceptable: la niña poseída no es amenazante, los efectos especiales no son lo suficientemente impactantes, el subtexto religioso que contiene es absurdo y la catarata de giros a los que nos somete el guión sólo agregan confusión. Para ser justos con El habitante, digamos que el subgénero de exorcismos nunca logró un referente equiparable a El exorcista, ni un par de películas realmente recomendables, apenas algún un buen subproducto como El exorcismo de Emily Rose o El último exorcismo. No es excusa para haber desaprovechado la buena primera hora, pero dejemos en claro el estado de situación. Matías Gelpi


El vigilante, de Diego Ros / 6 puntos


Una obra en construcción durante una noche. Esta es la concentración espacio/tiempo que propone Ros para dar rienda a una historia de ribetes kafkianos en la que un trabajador llamado Salvador hace lo posible para retirarse antes de que concluya su turno porque va a ser padre. Una camioneta abandonada, un asesinato y otros accidentes que hacen avanzar la trama le impiden moverse del lugar. Hay una buena dosis de tensión dramática y un interesante manejo de cámara para aislar ese mundo en la periferia de una monstruosa ciudad que está de festejos. Los fuegos artificiales se proyectan en el cielo y sostienen la amenaza latente. En un sentido posible, la violencia y la corrupción que se desatan en el lugar son signos particulares que pueden extrapolarse al mismo país. Basta ver la manera en que se arrastran los cadáveres para comprobar que la vida en sí parece despreciable, o cómo los planos generales retratan un espacio inconmensurable donde los humanos son hormigas. La estructura laberíntica de la obra en construcción es también el laberinto de la soledad mexicana y así lo hace ver Ros con sus intrincados pasillos, entradas y salidas ocultas. Sin embargo, queda la sensación de que no puede cerrar la trama policial más allá del problema moral que se le presenta al protagonista. De este modo, habilita la lectura metafórica y desaprovecha un buen manejo del ritmo narrativo que se cae hacia el final. Guillermo Colantonio


Ex Libris: New York Public Library, de Frederic Wiseman / 8 puntos


El dispositivo observacional de Wiseman es inagotable y cada uno de sus (generalmente) extensos documentales parece no dejar resquicio alguno por mostrar. Hay siempre una voluntad por alcanzar la totalidad en la suma de las partes, de dejar una impresión de que todo ha sido visto. En este caso, el recorrido por el interior de la biblioteca abarca conferencias, situaciones laborales varias, discusiones financieras, talleres, conciertos… Como suele ocurrir con el director, esa exhibición de las diversas capas que conforman este universo habilita una serie de ideas en medio de la fascinación. Primero: una nación goza de buena salud en la medida en que se conserven los espacios de socialización, de resistencia cultural y de acceso al conocimiento. Segundo: más allá de que se congreguen personas de distintas procedencias, la tensión de clase continúa aún en estos espacios de democratización. Tercero: frente al desenfrenado avance tecnológico y las nuevas demandas, sólo es posible conservar la funcionalidad de una biblioteca si se piensan y discuten alternativas todo el tiempo. Estos son algunos de los niveles discursivos sostenidos a través de las imágenes que nos regala Wiseman. Guillermo Colantonio


Extraño pero verdadero, de Michel Lipkes / 6 puntos


Dos jóvenes recolectores de basura viven su romance mientras trabajan en un camión. Junto a ellos, un hombre con un pasado turbio que los somete, y otro hombre mayor al que llaman “La Momia”. En una de sus recolecciones encontrarán un cadáver, y eso los hará entrar en un mundo más sórdido del que ya están. La película muestra la rutina de estos cuatro personajes mientras levantan la basura de diferentes barrios de la capital mexicana, unos fundidos a negro van dando la idea del paso de los días, y en esa cotidianeidad los jóvenes intentan consolidar un romance que se mezcla con los problemas que se generan cuando encuentran ese cadáver. El pasado resurge en “El Maestro Limpio” (nombre con el que identifican al chofer) y descubrimos que junto a su compañero tiraban más que basura en otras épocas. El blanco y negro ayuda a reforzar la idea de sordidez que atraviesa el film. Tarda mucho en desatarse el conflicto, eso alarga un tanto la película, aunque tiene buenas ideas en la puesta en escena y alguna metáfora visual le puede quedar algo sobre-explicada. Pero funciona porque es un retrato de época que se asimila con muchos otros países de Latinoamérica. Gabriel Piquet


Hannah, de Andrea Pallaoro / 6 puntos


Lo primero que hay que decir es que la película es Charlotte Rampling. La cámara lo hace saber de principio a fin porque no hay un plano donde no aparezca y su actuación es soberbia. Luego, Hannah se enmarca dentro de la escuela de la sordidez que empantana anualmente a los festivales de cine, es decir, historias de personajes con una acumulación de problemas que no dan un resquicio de luz. El principal acierto de la directora es dejar fuera de campo los aspectos más turbios de una familia que se derrumba y que iremos descubriendo progresivamente en base a detalles distribuidos con mesura. El resto es la agonía en vida de una mujer mayor que debe lidiar con el tiempo, sola, atrapada en una cotidianeidad que ya no tiene sentido después de la tragedia. A pesar de incursionar en actividades recreativas no logra despegar y el seguimiento asfixiante a través de planos cerrados que no sueltan nunca al personaje, encerrado en la penumbra de un hogar que ya no es tal. Los gestos contenidos y el cuerpo de Rampling materializan la tremenda soledad de una mujer a la que, luego de todo lo que le pasa, ni el perro le come. Y aquí está el aspecto más criticable: el cúmulo de desgracias mostrado con todo el cálculo estético posible. Guillermo Colantonio


Hasta que me desates, de Tamae Garateguy / 2 puntos


Estamos ante una película que por alguna extraña razón intenta contarnos una fantasía que combina sadomasoquismo, eutanasia y necrofilia, en clave de thriller erótico. Una premisa interesante cuyo resultado final lamentablemente no está bien. Una lástima teniendo en cuenta  que quien estaba detrás de cámara es directora de películas como Pompeya o Mujer lobo, quien además ha codirigido junto a  Santiago Giralt y a Camila Toker una buena comedia como UPA!, y una gran comedia como UPA! 2: el regreso. Pero Hasta que me desates falla básicamente por dos cosas: el tono dramático que elige Garateguy, o mejor, la falta de humor con la cual elige contarnos una anécdota que es, por lo menos, inverosímil; y por otro lado las actuaciones de los protagonistas. Salvaremos en este apartado a Paula Carruega, que hace lo que puede con ese ladrillo carente de expresividad que le tiran que se llama Rodrigo Guirao Díaz, cuya actuación es una mezcla de la dureza de Sebastián Estevanez con la capacidad de emocionar de Hayden Christensen. La otra protagonista es Martina Garello, que le imprime un registro muy intenso e incomprensible a su personaje. Nos vamos a permitir especular  que si la directora hubiera asumido que lo que nos quería contar era imposible, le hubiera salido una película más estimulante y hasta divertida y no este yunque bolacero repleto de solemnidad que terminó filmando. Matías Gelpi


Housewife, de Can Evrenol / 6 puntos


Si Thelma quiso ser Carrie a su manera nórdica, correcta pero bastante solemne, este film homenajea un popurrí clásico del terror o dramas oscuros estilo Ojos bien cerrados, El bebé de Rosmary, Cromosoma 5, entre otros films, de una manera muy bizarra y entretenida. El turco Evrenol que ya nos había ofrecido Baskin -sin mucha suerte por su paso de corto a largometraje-, en esta oportunidad muestra a Holly, una mujer adulta tratando de olvidar el asesinato de su familia a manos de su madre. Y un gurú de una secta está dispuesto a ayudarla para olvidar sus oscuras regresiones. Entre todo este disparate, que no quiere ser tomado con mucha seriedad y pide entregarse a un entretenimiento limitado, encontramos un abanico de personajes enfermizos y algunos buenos pasajes con gore. Este toque a lo Lovecraft o Clive Barker pone por encima esta producción de la menos afortunada The void, con quien comparte cierta simbología y clima grotesco. Con un comienzo clásico que se torna al mejor estilo clase B, Housewife, que cuenta con actuaciones regulares pero muy simpáticas, divide a los “amantes” de este tipo de subgénero y sus detractores. Rosana López


Last flag flying, de Richard Linklater / 7 puntos


Un excombatiente de Vietnam que ha enviudado hace poco tiempo pierde a su hijo marine en la guerra de Medio Oriente. Ante esa pérdida devastadora, Doc (Steve Carell, en una actuación contenida y plasmada de tristeza) recurre a dos de sus compañeros de Vietnam para que lo ayuden a trasladar el cuerpo de su hijo al lugar donde será sepultado. Con una trama semejante hubiera sido fácil caer en golpes bajos o en clichés melodramáticos. Sin embargo, una de las grandes virtudes de esta película es saber encontrar grandes escenas de comedia capaces de irrumpir en los momentos más dramáticos. Otra de sus bondades radica en la capacidad de hablar del dolor ante la pérdida y los horrores de la guerra sin necesidad de mostrar ningún muerto o recurrir a flashbacks de una batalla. La película de Linklater se constituye en uno de los alegatos más duros y contundentes que dio el cine americano de los últimos años sobre la política belicista de su país y las penosas consecuencias que esta tiene sobre sus propios soldados. Last flag flying también se permite ahondar en otras cuestiones: la mentira como alternativa necesaria para proteger de verdades crudas, los marginados americanos como carne de cañón para ser reclutados en las guerras, y la posibilidad de encontrar luminosidad en compañía de afectos  en los momentos más oscuros. Paola Jarast


La telenovela errante, de Raúl Ruiz y Valeria Sarmiento/ 8 puntos


Nunca tan bien elegido el título, una forma de dignificar la libertad de la que goza esta película. Hay toda una historia previa en base a la recuperación de los negativos y el rearmado, pero es sólo un relato más de los tantos que suelen poblar la pantalla con Ruiz. Hay una estructura episódica a partir de los días de la semana y un marco con imágenes en las cuales se ve al director rodando. En el medio, nos perdemos paulatinamente en la ilusión de estar viendo una novela que es la excusa para largar humor, cinismo y una mirada lapidariamente libre sobre Chile. Por supuesto, si hay algo claro en este festival surrealista es la posibilidad de exceder la etiqueta de cine político, por lo menos en su afán panfletario o testimonial. Ruiz y Sarmiento se ríen de las convenciones y son capaces de desarrollar un particular tono extravagante que incluye escenas paródicas de las telenovelas, diálogos absurdos y situaciones que rozan el delirio. Para aquellos que aman el cine con mensaje, siempre el mejor antídoto para curarse es una película como La telenovela errante. Guillermo Colantonio


Le vénérable W., de Barbet Schroeder / 7 puntos


Schroeder completa aquí su trilogía documental del mal, luego de Général Idi Amin Dada: Autoportrait (1974) y El abogado del terror (2007). Acá se centra en el monje budista Ashin Wirathu, líder de un movimiento anti-musulmán en Birmania, que detrás de una máscara de bella espiritualidad oculta un posicionamiento ideológico claramente enmarcado dentro de un discurso de odio puro. Lo más atractivo de la película es cómo el realizador va estableciendo un sencillo procedimiento, sostenido en el seguimiento y la interpelación directa -a través de entrevistas- de Wirathu, que le permite ir deconstruyendo su discurso y evidenciar no sólo su brutalidad, sino principalmente su hipocresía. El problema surge en la parte final, donde el film cae en algunas bajadas de línea explícitas que le quitan sutileza y hasta contundencia al mensaje que pretende transmitir. Aún así, Le vénérable W. posee unos cuantos momentos donde queda claro que hay un director inteligente detrás de cámara, a la que sabe utilizar como la mejor herramienta para exponer a las estructuras del poder religioso y político. Rodrigo Seijas


Lowlife, de Ryan Prows / 4 puntos


La película tenía todas las de ganar con ese aire a Tarantino donde un puñado de personajes americanos/mexicanos con perfiles oscuros y corruptos tratan de ganarse la vida de manera fácil detentando la ley. Este prometedor factor actoral que no pareció ser suficiente para desarrollar una historia atrapante y rica en contenido. Aquí un luchador libre llamado “El Monstruo” no tiene ni la fama ni el perfil físico de su famoso padre en el ring. Por eso, y teniendo a su mujer embarazada, se ve obligado a participar en los trabajos sucios de su cuñado policía durante el rapto de adolescentes con fines macabros. Con estos enredos, donde se podía sacar algo provechoso de este aparente enmascarado “inocente” que sólo quiere propagar su legado familiar de lucha, vemos que Prows -como otros debutantes directores- sólo repite una fórmula demasiado explotada a principios de los 90’, limitándose a una extensión personal de su fanatismo cinéfilo. Entre los diferentes capítulos que enmarcan las cualidades de cada personaje sólo se destaca cierto humor negro fronterizo entre estos particulares países y “la furia ensordecedora” que por momentos “El Monstruo” tiene que atravesar. Pero sin ir más allá de un tibio homenaje que no logró ser una propuesta coral demasiado jugada. Rosana López


Lumiere! Comienza la aventura, de Thierry Frémaux / 8 puntos


Es notable el trabajo de selección y montaje que hace el director a partir del valioso material disponible de los hermanos Lumiere. La película se organiza temáticamente y tiene un tono didáctico que le confiere la voz en off de Frémaux, quien se detiene en aspectos tales como la posición de la cámara y la puesta en escena, elementos innovadores a medida que vamos descubriendo la creatividad, la intuición y la destreza de los operadores. La pedagogía que acompaña el transcurrir de las imágenes está bien justificada y obedece a la necesidad de valorar las innovaciones en términos visuales que surgieron en los comienzos, una forma de desterrar el mito de que los cortos surgían netamente con la intención de documentar. Por otro lado, la posibilidad de demostrar que si hay algo en lo que acertaron los Lumiere es en otorgarle al cine una dimensión social. El principal argumento para sostener su legado en este sentido es la fascinación de un público que disfrutó de este viaje a la semilla sin pestañear. Guillermo Colantonio


Person to person, de Dustin Guy Defa / 3 puntos


Es fácil explicar esta película, lo difícil es comprender por qué sale tan mal. Se encuentra estructurada como una película coral que trata de captar escenas reales y cotidianas de una Nueva York alejada de la espectacularidad mainstream. Esto lo logra, se ve algo que puede asomar también en buena parte del cine indie situado en la caótica ciudad. Pero el relato cae estrepitosamente en el resto de los apartados: los diálogos suenan a sentencias autoconscientes disociadas de sus personajes, nunca suenan auténticas, con la excepción quizá de la adolescente acomplejada interpretada por Tavi Gevinson. Lo que es peor, como se sabe en una película coral debe haber alguna conexión temática, formal o de contenido entre las historias y en este caso sólo hablamos del espacio físico como elemento común. Por otro lado, historias como la del periodista interpretado por Michael Cera (que escucha heavy metal en su auto, que se corresponde con una furia latente por impresionar a la gente, conformando el personaje con perfil psicológico más básico del film) resultan fallidas desde su génesis. Y esto sin comentar errores de continuidad, un montaje descuidado y una persecución con una pelea y un diálogo patético de un hipster. Entre lo peor del festival. Cristian Ariel Mangini


ANTERIORES


5 terapia, de Alisa Pavlovskaya /5 puntos


Parece ser que todo comenzó a partir de unos posteos de Facebook y concluyó con esta historia basada en las novelas autobiográficas de Stas Dombrowski, un ex adicto a las drogas y criminal que además fue VHI positivo desde los 17 años. Como se ve, al principio fue el caos. Y el caos se trasladó a la película, pero no por la temática pesada que transita necesariamente sino por su carácter disperso. Luego de un comienzo más estimulante en el que la directora retrata con crudeza los bajos fondos y las condiciones de vida en la que se ve envuelto el protagonista, en medio de la mugre individual, social e institucional, el resto no logra desprenderse en ningún momento de cierto tono aleccionador que ya aparece implícito en el marco inicial de la terapia. Por otro lado, si bien se presenta como un film independiente y amaga con un registro más revulsivo y potente, cae preso de lugares comunes como la vida carcelaria y la redención posterior. Hacia el final, todo se resuelve a la velocidad de un videoclip. La pesadilla de Dombrowski (actor protagonista) merecía un tratamiento formal diferente. Guillermo Colantonio


9 fingers, de F.J Ossang / 4 puntos


Los códigos vanguardistas de Ossang, el reconocido director y músico punk parisino que se niega a filmar en color, no son para cualquiera. Y 9 fingers que viene con su paso triunfal en la última edición del Festival de Locarno como mejor director, así lo demuestra. Los primeros minutos donde un desafortunado doctor se encuentra a merced de una valija con dinero de otro hombre herido y por ello comienza a ser perseguido por mafiosos, resultan ser prometedores. La puesta visual delicada roza el cine noir más clásico que recuerda a Torneaur y los diálogos efectistas acompañan naturalmente las escenas. Pero el panorama comienza a cambiar cuando los personajes escapan en un barco carguero y a esta altura lo narrativo se vuelve denso y sin mucho para aportar. La historia policial y todo indicio de acción anterior comienzan a tomar un rumbo incierto y carente de esa fuerza inicial. El esnobismo literario va ganando espacio y lugar sin aportar nada sustancial a la historia. Sólo prevalecen intactas la correcta fotografía y ciertas escenas que tienden a generar una inflexión de interés narrativa, pero que a fin de cuentas no logra su cometido. Rosana López


12 días, de Raymond Depardon / 8 puntos


El oficio del director aparece una vez más durante el registro observacional que se utiliza en este gran documental. Depardon ingresa su cámara y recorre los pasillos de un hospital psiquiátrico de Lyon. No es un simple recorrido porque la forma en que lo hace transmite una inusual belleza en un marco espantoso. Hay un nivel en la película que funciona para bajar la tensión y está conformado por estos pequeños viajes de la cámara por los resquicios de la institución bajo la atenta mirada de un ojo que contempla con extraña fascinación y al mismo tiempo traslada esa sensación a los espectadores. Por el otro carril, transitan los diálogos entre los pacientes con sus abogados y los jueces que determinan si deben continuar o no con los tratamientos de hospitalización involuntaria luego de doce días. Muchas veces no se repara en la habilidad de los realizadores de esta clase de documentales por el trabajo de montaje sobre miles de horas rodadas, lo cual es una injusticia. En la selección de los casos que elige Depardon está su ideología y la puesta en funcionamiento de un dispositivo que permita entender cómo es el juego emocional y burocrático de la situación. Y también de qué lado está el director. No sólo porque le consagra visibilidad a los pacientes sino porque genera sutiles mecanismos de empatía. La locura es una tragedia pero peor es el encierro y la neutralización. Dos momentos gloriosos expresados en boca de los pacientes. El primero: “en el país de la libertad y los derechos humanos, usted hace abuso de poder” (le dice un joven a la jueza). El segundo: “voy a formar un partido político y voy a terminar con los psiquiatras”. Notable. Guillermo Colantonio


120 battements par minute, de Robin Campillo / 7 puntos


La temática del SIDA no ha tenido demasiada suerte en el tratamiento cinematográfico, muchas veces cayendo en lo didáctico o en lo paternalista, sin hacer verdadero frente al conflicto: que es primero un asunto sanitario y de políticas sanitarias, pero también un asunto de discriminación, de distancia social. El film de Campillo aborda la actividad de la agrupación ACT UP, allá por comienzos de los 90’s, cuando llevaban a cargo una serie de acciones para concienciar pero además para hacer visible el problema, presionar a las farmacéuticas para que avancen en los tratamientos y para que el Estado aborde campañas claras y concretas. Campillo muestra ese campo de batalla militante, pero también pone la cámara en el mismo lugar de debate donde la organización dirime las diferencias entre sus propios integrantes. En esa primera hora larga, 120 battements par minute es un film frenético, energético, vital, que se aleja notablemente de la forma en que el cine habló del SIDA. Hay aquí un espacio, una suerte de auditorio donde los miembros de la agrupación discuten, que exhibe sutilmente y con una cámara movediza sus escalas de poder, sus choques de fuerzas, la heterogeneidad del grupo. Es valiente y honesto al momento de mostrar las diferencias, puesto que el propio Campillo formó parte de esa entidad y no se deja seducir por una suerte de enamoramiento de su propia historia. Por eso, 120 battements par minute se aleja del biopic tradicional para mirar de frente al activismo con todas sus rispideces. Hacia el final, la película pasa de lo público a lo privado, y se centra en el destino de uno de sus protagonistas. Tal vez pierda algo de potencia y caiga un poco en lo “ya visto”, pero ahí surge con toda solidez la formidable actuación de Nahuel Pérez Biscayart. Mex Faliero


78/52, de Alexandre O. Phillipe / 6 puntos


Cuando uno comienza a ver este documental lo primero que se pregunta es cómo el director logrará con esta premisa enganchar al espectador. Está bien que la emblemática escena de la ducha en Psicosis (1960), al igual que otras tantas escenas en el cine de Hitchcock, podrían tener su propio documental por lo que significaron para la historia del cine. Es tanto lo que ya se habló y lo que generó en la cultura pop, que parecería que la película de Phillipe va a agotar su idea en los primeros 10 minutos. El formato de documental de cabezas parlantes (gente que habla a cámara contando alguna anécdota o dando su mirada sobre la escena) se encadena con un representación de la llegada al Motel Bates del personaje de Marion (técnica que se irá perdiendo a medida que el film avanza), hay imágenes de la película original y de otros films de Hitchcock. El director hace entretenido el relato participando a todo tipo de trabajadores de la industria que dan su opinión (actores, directores, sonidistas, montajistas e incluso la doble de cuerpo de Janet Leigh). No va a modificar la mirada que se tiene  del film original, pero puede servir para lograr que nuevas generaciones se acerquen a verlo. Gabriel Piquet


A fabrica de nada, de Pedro Pinho / 7 puntos


La temática que aborda este film portugués se nos hace cercana: la crisis del capitalismo expresada a partir del cierre de fábricas y la situación de incertidumbre de sus trabajadores. De hecho, es tan cercana que la película incluye a un argentino, una suerte de intelectual progresista que termina metiéndose en el lugar para indagar en ese universo de decisiones que tendrán que tomar los operarios desempleados. El film abreva mucho en el cine de los Dardenne, con una cámara que se pone a la par de los personajes y los sigue de cerca en sus debates y discusiones gremiales. Y también, claro, en el de Guédiguian y la mostración un poco romántica de cierto existencialismo obrero. La primera cosa que llama la atención de A fabrica de nada es su duración, 175 minutos que sinceramente no se sienten en el cuerpo a partir de un trabajo de montaje notable y de una cámara que siempre registra lo fundamental. Hay otras subtramas, como una serie de relatos en off con intelectuales discutiendo la crisis del capitalismo, que gana en sentido cuando se hace explícita y convierte a la película en una suerte de documental bastante apasionante. Ese es el gran tema del film, la deriva entre el discurso de los que reflexionan sobre el mundo y el de aquellos que lo viven y son atravesados tangiblemente por la crisis. Es una discusión sobre la que no parece haber nada acordado, y que no hace otra cosa que potenciar las inequidades. Hay también en la última hora algunas otras derivas, que son más narrativas y que hacen perder fuerza al relato cuando se pasa de las discusiones de los obreros a la vida privada de uno de ellos. Por suerte, sobre el final, una secuencia musical ironiza sobre la potencia del cine para embellecer aquello que resulta realmente trágico. Y le aporta un humor incómodo a la película. Mex Faliero


A taxi driver, de Jang Hun / 8 puntos


El “basado en un hecho real” es un disparador sobre el cual a menudo entra en cuestión si lo representado debe tomarse como algo veraz dentro de lo documentado, o apenas una fantasía épica fundada vagamente en registros. A taxi driver está basada en la Masacre de Gwangju, una matanza que ocurrió en 1980 con motivo del turbulento presente político que atravesaba el país tras el asesinato de Park Chung Hee en 1979. Para narrarlo se posiciona en la vida de un taxista de Seúl, un tipo común y egoísta, que no tiene ningún interés en lo que está ocurriendo más allá de su propia rutina. Tras enredarse con un periodista alemán que decide revelar lo que ocurre en Gwangju por interés económico, las cosas se le complicarán cuando entienda lo que ocurre allí y su propia vida corra peligro. El film funciona como una buddy movie algo relajada que con el transcurrir de los minutos se va volviendo más sombría, bordeando el cine bélico y el drama, cargado de una resonante épica en el final que torna algo maquillado al relato. Sin embargo las actuaciones en secuencias memorables que muestran el conflicto interno del taxista (enorme Song Kang Ho) y una puesta en escena cuidada hacen que olvidemos rápidamente estos fragmentos. Cristian Ariel Mangini


Al desierto, de Ulises Rosell / 6 puntos


Una mujer que trabaja en un casino del sur confía en un desconocido que le asegura que en su trabajo están buscando empleados. Ese es el comienzo de un relato que irá imbricando elementos de la road movie y el neo-western, cuando ambos protagonistas se accidenten y vaguen por el desierto patagónico sin rumbo fijo. Está claro que Rosell maneja con criterio la tensión constante del vínculo entre esos dos personajes, y que logra incorporar el paisaje como un personaje más y no tanto con deleite de postal turística. Incluso, que Valentina Bassi y Jorge Sesán están perfectos en el juego de fascinación y repulsión continuo. El problema, en todo caso, es que la película construye un vínculo extraño a partir de un personaje que toma decisiones algo abruptas y otro que se posiciona desde un rol demasiado pasivo. Está claro que si leemos la película en el contexto de nuestra historia contemporánea, con la violencia de género en el centro de la -incómoda- escena, Al desierto se topa con algunos problemas difíciles de sortear. Pensemos entonces a la película como una historia de amor trágica, que piensa al desierto como ese horizonte en el que los personajes logran quitarse el peso de una cultura material que los oprime. En esa lectura, la película de Rosell funciona moderadamente. Mex Faliero


American Valhalla, de Andreas Neumann y Joshua Homme / 9 puntos


Es increíble cómo un documental de música tiene tanta multiplicidad de significados como el que reúne aquí al consagrado rockstar Iggy Pop, quien tiene el mismo vigor de hace 30 años atrás. American Valhalla no sólo es un diario de conformación de un disco y su gira propia, se trata del peso de un cantante que parecía tenerlo todo y prefirió salirse de su “zona de confort” para reinventarse. Iggy es camaleónico pero también lo logra junto a un grupo de destacados jóvenes músicos en boga como Josh Homme – también uno de los directores de esta película- junto a su guitarrista Dean Fertita de Queens of Stones Age y la fuerza del joven baterista Matt Helders de Artic Monkeys, aquí encargado también de la fotografía. Un poco de nervios a una propuesta fresca y mucha admiración para el mismísimo Iggy fueron el cóctel fantástico para la formación de esta Liga de la Justicia rockera, como también el lanzamiento de uno de los mejores últimos discos consagratorios del cantante. Todo es cuestión de vivir el momento y hacerlo bien parecen repetirse a cada momento estos talentosos artistas y amigos, que convierten a este documento en un disfrute total que trasciende generaciones como la figura icónica de Pop. Rosana López


Aterrados, Demian Rugna / 7 puntos


Unos pocos minutos le alcanzan a la película de Demian Rugna para convencernos de que es probablemente la mejor película de terror argentina de los últimos 10 años por lo menos. Es que la intensidad y la calidad del prólogo, contundente y bien actuado, está a años luz de cualquiera de los últimos exponentes locales del género. Digamos que el cine de terror a nivel mundial está en un especie de crisis, no de cantidad de producción ni de público (siempre se consume cine de terror), sino que de calidad. Hay formas y temas gastados, y pocos buenos directores incursionando en el género que supo ser la cuna de grandes autores. Entonces si en Argentina se estrenan vergüenzas como la última de Amityville que no me acuerdo cómo se llama, o 7 deseos, por nombrar estrenos pésimos recientes, Aterrados debería tener un estreno nacional realmente trascendente. La película de Rugna sufre el mal del cine y la televisión nacional, los actores secundarios son malos, y sin embargo, esto no arruina la experiencia. No sólo triunfa en los efectos y los climas, sino que también tiene un buen guión y un director que tiene clarísimo lo que quiere contar y cómo lo quiere contar. Aterrados es pura solidez, y también un oasis. Matías Gelpi


Autumn, autumn, de Jang Woo-jin / 5 puntos


Hay un tipo de cine coreano que se repite en fórmulas un tanto agotadas: en este caso estamos ante otra de esas comedias románticas que abordan las relaciones humanas y sus conflictos con levedad. Ese cine que ha sido recortado por la firma autoral de un Hong Sang-soo, y que aquí vuelve a aparecer en el retrato de un grupo pequeño de personajes y sus historias de regresos y búsquedas por la ciudad. Formalmente no está mal, el director tiene la habilidad suficiente para construir secuencias basadas en diálogos que son registrados sin cortes, pero lo que falta aquí es cierta gracia, la picardía que aparece por ejemplo en otro film parecido que se vio en este festival: The first lap. Por lo tanto, los diálogos se dilatan, las situaciones también, las historias no terminan de ser del todo interesantes, y lo que va sucediendo en pantalla se nos hace entre antojadizo e intrascendente. Hay sí una decisión que es la de ir hacia la síntesis, con una película que no supera los 80 minutos. Claro, eso también demuestra que Autumn, autumn podría durar diez minutos más o diez minutos menos, y todo sería igual. Más un borrador y una presentación, que una película. Mex Faliero


Barbara, de Mathieu Amalric / 6 puntos


Brigitte (Jeanne Balibar) le arroja a la cara, al director de cine que interpreta el propio Amalric, una frase premonitoria: “¿estás haciendo una película sobre Barbara o sobre vos?”. Porque esa es tal vez la mayor confusión de una película que se presenta como una serie de recortes y fragmentos que intentan formar un todo y, de alguna manera, exorcizar el mito de la popular cantante francesa Barbara. El film es un biopic pero que no sigue los carriles tradicionales del subgénero: lo que vemos es el rodaje de una película sobre Barbara, a la vez que esa ficción dentro de la ficción constantemente se confunde con la biografía real de la artista. Lo que no sabemos como espectadores es en qué momento la que vemos en pantalla es la Barbara que el film simula real o la Barbara que construye la actriz Brigitte. Eso, que en teoría es estimulante y que formalmente se presenta con una sofisticación impecable de la puesta en escena y el montaje, termina generando una distancia demasiado intelectual del material a tratar. Así, lo que sobresale es más el trabajo de Amalric que la propia historia del personaje. Barbara, la película, más que reflexionar sobre su criatura termina reflexionando sobre las formas en que el cine puede acercarse a una figura popular y reconstruirla. Pero quiere distinguirse tanto de un subgénero demasiado trillado que termina alejándose hasta de nuestro propio interés. Mex Faliero


Baronesa, de Juliana Antunes / 7 puntos


Baronesa es el nombre de un barrio en la periferia de Minas Gerais y la cámara de Antunes sigue principalmente a Andreia, la joven protagonista, y a su amiga Leidiane, una madre con sus hijos jugando alrededor. El tiempo parece suspendido y en todo caso el presente es una instancia que parece congelada por el transcurrir monótono de la rutina, esa red que envuelve y martiriza a quienes viven en el lugar, sometidos a una pobreza retratada con respeto y dignidad desde una posición enunciativa que no pretende acaparar la atención sino consagrarse a filmar los cuerpos y la manera en que se integran al espacio que circundan. Lejos de regodearse en golpes bajos gratuitos, la directora opta por decisiones más inteligentes. Una de ellas es trabajar la violencia fuera de campo. Si bien ciertos diálogos y acciones evidencian signos de deterioro social, afectivo y humano, la peor violencia es la indiferencia del poder político y económico hacia sectores carenciados que deben trasladarse permanentemente debido a la represión y a la muerte, moneda corriente en las favelas. Ese peligro monstruoso aquí no se grita pero se siente en las miradas. Como contrapartida, como forma de resistencia popular, están las otras imágenes, las que trazan un espíritu de solidaridad y de momentánea felicidad: los personajes se bañan en un estanque como si fuera un jacuzzi, corren alegremente entre perros por las golpeadas calles y cantan sus protestas. En este sentido, es clara la voluntad por apartarse de cierta tendencia del cine latinoamericano en el campo de la ficción industrial más tendiente al estereotipo o a la estampa for export. Guillermo Colantonio


Barrefondo, de Jorge Leandro Colás/ 7 puntos


Primera incursión del director en el territorio de la ficción a partir de una novela de Félix Bruzzone. Si en sus documentales anteriores la visión estaba depositada sobre grupos humanos en marcos institucionales, aquí la historia gira en torno a Gustavo, un piletero que trabaja (en realidad soporta) a los chetos de countries. Colás no escatima en el trazo grueso a la hora de mostrar los gestos y las actitudes de esta gente, pero también es cierto que alguien lo tiene que hacer en el cine argentino, más propenso últimamente a las elipsis acomodaticias. El protagonista en cuestión aparece encerrado entre dos mundos, el de los ricachones con delirios de poder y de grandeza (uno de ellos, que se cree poeta) y una estructura delictiva que no es otra cosa que el resultado de lo anterior. El factor en común es el desprecio de clase y la degradación en una sociedad que está podrida en la mayor parte de sus  rincones. Tamaña sordidez es equilibrada por la pericia narrativa de Colás y el timing que despliega en la sucesión de secuencias, como en la inclusión de momentos de humor colocados con dosis justas. Todo el tramo final es alucinante. Guillermo Colantonio


Brawl in cell block 99, de S.Craig Zahler / 7 puntos


Si esta película hubiera sido filmada en la década del 70 estaría dentro de esa serie de films exploitation que con mucha libertad dieron varias joyas para la historia del cine. Con una narración cancina, el director utiliza los espacios de forma minimalista. La fotografía parece lavada, los pocos recursos que posee son usados de manera correcta. Los giros que la trama pega, ayudan a que el relato vaya hacia adelante sin perder pulso. El personaje de Vince Vaughn es parco y violento como todo héroe de acción en este tipo de películas, su lealtad hacia los suyos (amigos, mujer) es el motor de sus acciones. Las escenas de pelea no tienen la parafernalia audiovisual del cine actual, dándole un toque especial que nos remite a otra época. Apariciones de actores secundarios como Udo Kier y la utilización de música soul acentúan la idea del cine Clase B de los 70’s o de subgéneros como la blaxploitation. Película interesante que recupera una forma de realización un tanto olvidada por la industria. Gabriel Piquet


Buena suerte de Ben Russell / 6 puntos


Dentro de lo que podría denominarse como docuficción, la película de Russell traza a partir de una obsesiva y poderosa observación el mundo de los mineros en dos lugares alejados (Serbia y Surinam). Lejos de asumir un discurso meramente informativo, la preocupación es de índole formal, es decir, se trata de configurar una experiencia donde la cámara acompañe como un cuerpo más las sensaciones y los actos de este trabajo en dos contextos diferentes en cuanto a las condiciones de producción. Russell (como en sus anteriores films) es un caminante que sigue de cerca a los sujetos que retrata y que interpela. Al mismo tiempo, ofrece primeros planos intercalados a cámara, en blanco y negro, cuya duración manejarán ellos mismos. Hay que decir que el resultado general se resiente por una decisión poco entendible en cuanto a la estructura partida en dos segmentos muy desparejos. El primero seduce en sus aspectos visuales y sonoros. Los planos secuencia dentro de la mina arman un cuadro claustrofóbico potente y la cámara explora, se entromete, toma distancia. Hay pasajes en los que la edición apunta al género de terror, y en medio de la oscuridad reinante no queda otra que aguzar el oído. Ya en el segundo tramo pasamos a la claridad de una localidad de Surinam a una ilegal mina de oro, con un registro más convencional, en un tiempo que se percibe como real pero menos fascinante. El hilo que une a los dos ámbitos es el modo en que hombres enfrentan la adversidad laboral y de la naturaleza misma, sin embargo, surge una cuestión: ¿es una película sobre el trabajo o el trabajo sobre una forma posible de abordar una problemática real? En esa tensión se juega gran parte de la aceptación o del rechazo que pueda provocar Good luck, a mitad de camino entre la pose formalista y el discurso testimonial. El parsimonioso transcurrir de las imágenes y la excesiva duración pueden espantar a unos cuantos. Guillermo Colantonio


Caniba, de Vérena Paravel y Lucien Castaing-Taylor / 7 puntos


Estamos frente a la película documentada más extrema y repulsiva de este festival. Un film incómodo, diabólico, morboso e inquietante digno de formar parte de Hora Cero aunque “humillaría” la tibieza de esta sección. Por el contrario, en Caniba se nos muestra la historia del japonés Issei Sagawa, quien fue el asesino en 1981 de su compañera universitaria. Asesino y caníbal, por supuesto. Una mente retorcida con todas las letras cuyo relato en primera persona no es tolerable para cualquier espectador. Y es que sus directores logran perturbar con primerísimos planos del rostro -muchos fuera de foco con la intención de ofrecer “molestia”- de este famoso insano de posición acomodada, hoy libre y sin cargos en Japón. Concentrados en la gestualidad sólo facial de Sagawa, impactan, generan un desprecio creciente y una sensación de miedo terrible ante la existencia real de este ser. El film que cuenta con algunas escenas de sexo explícito, material documental histórico de Sagawa y su también “desagradable” hermano y un manga realizado por el oscuro protagonista que “homenajea” y describe escena por escena el horror cometido contra la estudiante holandesa, que resulta ser el plato fuerte de la película. Y es que también lo implícito juega un papel importante y la imaginación del espectador empieza a “rodar” con el relato enfermo y muy siniestro del testimonio. Realmente “no apto para impresionables”. Rosana López


Coco, de Lee Unkrich y Adrian Molina / 10 puntos


La nueva película de Pixar cuenta la historia de un chico mexicano llamado Miguel cuya vocación musical se contrapone a la voluntad de su familia. Miguel traspasa accidentalmente al mundo de los muertos y se topa allí con sus antepasados, que le permitirán comprender las razones profundas de las prohibiciones que imperan en su familia. La película propone un mundo de los muertos particularmente festivo, algo que lo conecta cinematográficamente con films como El cadáver de la novia, de Tim Burton (con la que Coco comparte más de un elemento), pero también con la cultura mexicana, en  la cual Coco estriba y cuyos valores y tradiciones familiares rescata. Desde este punto de vista, resulta un largometraje sorprendentemente político teniendo en cuenta el actual contexto de la presidencia de Trump. Pero Coco resulta también mucho más que esto: se trata de una de las películas más emotivas que haya hecho Pixar (lo que es decir), de esas capaces de conmover con armas nobles (la escena en la que un padre y su hija bebé se conectan afectivamente a través de una canción es tierna y demoledora). También trata el tema de las pérdidas de manera vital, y el modo en el cual una vocación puede funcionar como factor de quiebre esencial para modificar las tradiciones arraigadas y aparentemente inamovibles a lo largo de las generaciones. Una de las grandes películas de este festival. Paola Jarast


Cocote, de Nelson Carlo de los Santos Arias / 6 puntos


Un jardinero llamado Alberto que trabaja para una familia adinerada en Santo Domingo recibe un llamado y debe ir hasta Oviedo, un pueblo del interior en donde se encuentra su familia. Engañado cree que viene al entierro de su padre, pero en realidad su madre y hermanas iniciarán un rezo (ritual de varios días) en que las tradiciones religiosas dominicanas (para algunos, ritos de brujería) chocarán con su creencia evangélica. El otro dato importante es que su padre no murió de forma natural sino que fue asesinado por un militar de la zona, por lo que todas las mujeres de su familia le exigen a Alberto que vengue a su padre. La película es atravesada por el tema del choque religioso que existe en el país, el director muestra detalladamente los rituales de despedida del muerto y utiliza fragmentos de entrevistas televisivas y programas de pastores evangélicos que se vuelven grandes momentos de humor para matizar una trama cargada. La confrontación sobre que Dios es más importante, queda muy bien reflejada en un diálogo debajo de un puente entre el protagonista y una de sus hermanas, quien le reclama más actitud ante la muerte de su padre, haciéndolo dudar sobre su fe y avasallando a un pusilánime Alberto que no sabe defenderse ante los ataques (en algunos pasajes de ese diálogo aparece el humor nuevamente). La circularidad y repetición de los rituales hace que la película se alargue en su duración, la historia de venganza tarda mucho en aparecer. Rescatar el poderío visual del realizador, quien sobre el final tira dos planos circulares que son dignos de alguien que se anima a salir de la media. Gabriel Piquet


Columbus, de Kogonada / 8 puntos


Es verdad que los primeros minutos de la película del videoensayista Kogonada meten un poco de miedo: una película que habla sobre arquitectura y que se define a partir de una puesta en escena excesivamente planificada, pareciera congraciarse con un tipo de cine de puro diseño y especulación. Pero, progresivamente, cuando Jin y Casey se cruzan y relacionan y van conociendo, Columbus empieza a crecer de la mano de actuaciones y diálogos repletos de humanidad. Ella (notable Haley Lu Richardson), es fanática de la arquitectura y especialmente de la obra de Eero Saarinen, arquitecto emblema que dejó su sello en varias obras de la ciudad; él (John Cho), hijo de un reputado especialista en arquitectura que llegó desde Corea porque su padre quedó hospitalizado cuando estaba por dar una charla. Ambos personajes tienen vínculos especiales y conflictivos con sus progenitores (ella con su madre, él con su padre) y a la vez se refugian en actitudes y obsesiones que se descubren progresivamente como válvulas de escape para no afrontar lo que importa. Lo que hace Kogonada, sutilmente, es derribar los cimientos de ambos personajes (sus seguridades, sus posturas snobs) para modificarlos definitivamente. Y ese gesto, en un film que habla de arquitectura, termina siendo profundamente subversivo. Pero de una subversión melancólica, hasta podríamos llamar poética. Mex Faliero


Did you wonder who fired the gun?, de Travis Wilkerson / 9 puntos


La expresión “se destapó una olla” no podría ser más certera con este documental de Wilkerson que utiliza numerosos recursos para exorcizar un fragmento de su propia historia familiar y, al mismo tiempo, desnudar una tradición de racismo y clasismo que aún perdura en el estado de Alabama. El director estadounidense ya había mostrado su habilidad para trabajar el relato en off yuxtaponiendo distintos registros que van de fotografías a videos domésticos como una suerte de collage, en la interesante Machine gun or typewriter? (2015), pero esta vez la historia que cuenta se encuentra mucho más atada a la realidad por palabras, hechos, nombres que no son ninguna ficción. La voz cavernosa que mantiene el tono noir en off, algo que ya aparecía en sus trabajos previos, tiene una gravedad que se va justificando a medida avanza el documental. Los nombres, las figuras de una genealogía que en la introducción se arrojan casi al pasar como si se tratara de una novela laberíntica, terminan teniendo una forma siniestra absorbida por el fantasma de S.E. Branch. El registro por saber la verdad de un homicidio en los ‘40 termina revelando un juego de cajas chinas que demuestra cómo el pasado puede formar parte del presente de forma inesperada. Cristian Ariel Mangini


El azote, de José Celestino Campusano / 5 puntos


El director de Vikingo y Vil romance regresa con otro de sus universos reconocibles: un mundo que retrata a las clases medias y bajas, sus problemáticas y su distancia de las instituciones que supuestamente deberían protegerlos, pero no hacen más que aislarlos. El centro es un asistente social que además de los problemas de su trabajo, tiene que lidiar con una madre enferma y una ex que se aleja cada vez más. La película es ciento por ciento Campusano, con todo lo bueno y lo malo que eso significa. Por un lado el retrato es honesto, el director nunca se acerca a ese universo para explotar miserias y regodearse con distancia de clase. Y eso es lo mejor que tiene para ofrecer, sumado a un trabajo visual que va creciendo película a película, con logrados planos que se sostienen sin cortes. Lo malo, es un poco lo de siempre: actuaciones que no están a la altura y diálogos que explicitan demasiado, cuando no están puestos ahí para bajar línea deliberadamente y sin demasiada sutileza. Es verdad que el cine de Campusano es casi un ovni dentro del cine nacional, uno que se mete con determinados temas y clases, y que se aleja del registro contemplativo e indulgente de mucho cine porteño. En sus películas pasan cosas y los personajes se movilizan. Tal vez eso que le pedimos tenga que ver con formas que nunca llegarán, porque hay una determinación casi militante en avanzar en ese sentido. Y eso es totalmente aceptable, aunque a uno no le termine de cerrar del todo. Mex Faliero


El día después, de Hong Sang-soo / 6 puntos


Sang-soo lo hizo, es decir, volvió con más de lo mismo. Es un riesgo que corren quienes filman una o dos películas por año. La fórmula se repite: encuentros y desencuentros románticos en mesas de bares, unidades narrativas encapsuladas y filmadas con planos fijos, posición frontal de la cámara y encuadres perfectos, y diálogos que mutan imperceptiblemente de la simpleza a un estado emocional complejo. Un crítico literario envuelto entre su mujer y una joven amante es el conflicto mostrado en un glorioso blanco y negro. La curiosidad, como suele ocurrir con el director, está en el montaje que altera los tiempos y obliga a preguntarse por el orden en que ciertos hechos transcurren. También en la neutralidad con la cual maneja temas de peso dramático, donde todo parece estar contenido, más allá de dos o tres irrupciones de llanto. Cada vez más inclinado a la tradición de la Nouvelle Vague y a los problemas de pareja (sobre todo a Rohmer), el coreano cumple aunque no necesariamente dignifica siempre. Guillermo Colantonio


El origen de la tristeza, de Oscar Frenkel / 4 puntos


Una de las decepciones de este festival. Estaba todo preparado: una gran novela, los pibes que actuaron, el director y el productor, dos tipos humildes y con buenas intenciones, pero lamentablemente la película no funciona. Lo llamativo es que el propio escritor participó del guión. La historia está focalizada en un grupo de chicos que vive en Sarandí con las dificultades sociales y familiares que atraviesan en la edad en que los juegos dejan de ser tales para convertirse en rituales adultos. Dos decisiones resienten notablemente el resultado final de la película. La primera de ellas, el uso de una insistente voz en off que marca el recuerdo del Gavilán, el protagonista. Lejos de ser un recurso complementario y mesurado, provoca un lastre literario permanente que incluso reitera y subraya lo visto. La segunda es la música omnipresente que no da respiro y condiciona las situaciones como las imágenes. Al respecto de esto último, hay un exceso de saturación en los colores que arruina los que podrían haber sido los mejores momentos, desaprovechando con una estética fragmentada de videoclip la naturalidad inherente de los niños protagonistas. Todo el peso dramático de la novela, la relación con los padres y el mejor episodio están ausentes en esta adaptación. Una lástima. Guillermo Colantonio


El teatro de la desaparición, de Adrián Villar Rojas / 7 puntos


Tal vez sea la Competencia Latinoamericana aquella donde se compruebe mayor riesgo. Esta película parece un ovni en medio de tanta convención y, pese a que se apoya pura y exclusivamente en la observación como registro, transmite una mezcla de fascinación y extrañamiento. Se trata de un tríptico cuyo hilo en común es presentar situaciones de tensión, de confrontación en distintos rincones del planeta. La mirada es abarcadora y puede pasar de un ángulo microscópico donde insectos pugnan por alimento hasta situaciones donde los seres humanos se mueven entre máquinas, objetos y paisajes diversos, siempre mostrados con curiosidad y nunca con soberbia. La  primera parte transcurre en una zona desmilitarizada entre las dos Coreas y lo llamativo es la capacidad para transferir desde la pantalla una experiencia inusual que bordea el surrealismo. La segunda es netamente experimental y se da en Marruecos a través de manos manipulando arcilla. Los efectos de aceleramiento y ralentización evaden la ligazón referencial y coloca la situación en otro orden. Por último, asistimos a diferentes ubicaciones enlazadas como si fueran un único espacio, con rituales gastronómicos y otros trabajos colectivos. Sin embargo, nada es lo que parece. La virtud de Rojas es transformarlo en otra cosa, como si fuera una obra de teatro propia de la estética de lo absurdo, donde los actores pueden ser un pájaro posado en medio de una sandía cortada o mujeres preparando la comida en algún recoveco de Asia. Allí estará el ojo de la cámara para manipularlos. Guillermo Colantonio


El silencio del viento, de Alvaro Aponte-Centeno / 4 puntos


El debut de Aponte-Centeno parece querer sostenerse en dos aspectos: el principal es su tema, la inmigración ilegal, lo cual le da un aire de importancia incuestionable, pero además hay todo un trabajo formal que se imbrica con un tipo de cine latinoamericano sobre la miseria en el que busca refugiarse para alejarse de ese designio de colonia yanqui que sufre Puerto Rico. El problema principal del film es que el director, que evidentemente tiene criterio para usar la cámara, confunde en ocasiones el registro y abandona la cámara en mano y cercana a su personaje para recurrir a grúas o tomas planificadas que parecen sacadas de otra película. Esa confusión se transmite al orden narrativo, en una película que sobre el final parece encontrar lo que tendría que haber sido: un acercamiento cara a cara con las víctimas, esas personas que arriesgan su vida tras la promesa de un destino mejor. Claro, el director no se conforma con eso y asesta un último golpe de guión, en el que la historia desemboca inexorablemente en la miseria. Pero, claro, una miseria calculada y planificada para impactar en el espectador preocupado en los grandes temas y, tal vez, ganarse algún premio. Pichón de Iñárritu, El silencio del viento fracasa incluso como propuesta estética y narrativa. Mex Faliero


Estoy acá (Mangui fi), de Juan Manuel Bramuglia y Esteban Tabacznik / 8 puntos


La inmigración senegalesa es una de la más recientes en nuestro país. En este documento se retrata la vida de dos jóvenes que vinieron en diferentes momentos -5 años atrás- y entablaron amistad aquí. Desde dos ópticas dispares -hasta entre ellos mismos- estos hombres cuentan cómo es vivir en el destierro para tener un futuro económico mejor y así, mandar dinero a sus familias. Todo ello contando en su día a día con las dificultades que significa la vorágine rutinaria de Capital Federal, los altibajos financieros del país y una sociedad que, a veces, los discrimina. Pero también hay oportunidad para hacer nuevos amigos nativos, obtener mejores horizontes laborales y hasta tener una novia argentina. Con gran emotividad y exploración a un fenómeno actual, sus directores contraponen y recorren sin juzgar las distintas realidades nacionales a través de un viaje a Senegal. Y a la vez, poniendo foco en las tradiciones de rituales religiosos musulmanes, algunas cosmovisiones identitarias y un legado sanguíneo de peso fuerte que esta comunidad no puede olvidar en suelo argentino. Rosana López


Eugenia, de Martin Boulocq / 7 puntos


En uno de los primeros planos, se ven dos piernas de mujer en el interior de un auto luego de tener sexo. Cuando una mano masculina intenta tocarla, corre las piernas y se baja del vehículo. Con esa secuencia, su director ya nos está diciendo mucho: Eugenia, el personaje, quiere alejarse de ese hombre, irse para comenzar de nuevo. A partir de ahí veremos cómo inicia una nueva vida en Cochabamba junto a su padre, su madrastra y hermanastro. La película maneja varias capas interesantes, la de irse y reinventarse, la del rol de la mujer en la sociedad boliviana y la de la violencia masculina. Boulocq es sutil, utiliza el sonido de forma interesante, hay ruidos de aviones, colectivos, la idea del movimiento, ir para adelante no quedarse en el pasado, nos habla de la violencia masculina hacia las mujeres, pero no la muestra (un diálogo de Eugenia por teléfono y una puerta cerrada después de una discusión entre el padre y la madrastra). Los diálogos y las actuaciones están muy bien, hay un gran momento en una mesa que comparten varias mujeres amigas de su madrastra en donde se habla de la nueva “hija” con la que tendrá que lidiar. En otro momento, luego de que uno de los personajes sea infiel a su pareja, no utiliza el oportunismo de develar lo sucedido sino que más adelante otra situación nos hará ver que Eugenia no hablo porque ella sufrió lo mismo. Andrea Camponovo maneja bien los matices para que paulatinamente nos acerquemos a su personaje. Como si fuera poco, en el medio de la película, el director parodia un film dentro de un film y se toma con humor un tema que podría haber sido llevado hacia la solemnidad. Sin dudas, la inclusión de esta película es uno de los aciertos de la Competencia Latinoamericana. Gabriel Piquet


Fattoruso, de Santiago Bednarik / 8 puntos


Ya es un lugar común ese chiste acerca de que Uruguay debe ser el país con mayor densidad de buenos músicos por metro cuadrado sobre la tierra. Lo cierto es que para nosotros, en Argentina, la música uruguaya de toda índole siempre ha sido una referencia y una influencia, a tal punto que la llamamos música rioplatense porque nuestro ego nacional necesita poseerla. No estaríamos exagerando si decimos que Hugo Fattoruso es el alma de la música popular uruguaya de los últimos 50 años, porque lo dicen los propios músicos en la bella película de Bednarik. Fattoruso es conocido y reconocido, y aun así pareciera difícil dimensionar su importancia. Maestro de todos, desde su propio hermano Osvaldo hasta Fito Páez pasando por toda una generación de músicos brasileños que demandaban tocar con él. Fattoruso tiene un don para la música que sólo se puede describir con la palabra genio, es de esos tipos cuya sensibilidad se transmite de tal manera que al resto de los mortales sólo nos queda rendirnos a escuchar. Bednarik capta eso, respeta y nos muestra y el resultado es fascinante. Por suerte también capta la otra dimensión de “el Hugo”, su proverbial humildad a prueba de balas. Dicen que Osvaldo Fattoruso decía que Hugo es un santo y que él era su baterista. No existe mejor descripción. Matías Gelpi


Felicité de Alain Comis / 7 puntos


Felicité, una cantante que por las noches tiene un show en un bar, es la protagonista de este film, quien sufre un cambio en su vida cuando su hijo queda hospitalizado. Todo sucede en Kinshasa (capital de la República Democrática del Congo), en donde el director remarca algunos elementos que girarán en la película: lo difícil de ser mujer y querer ser independiente en una sociedad que no parece aceptar eso, la música para definir los estados anímicos, ritmos bailables para las escenas alegres, distorsiones para los estados de ebriedad de uno de los personajes y la falta de voz o silencio para dar idea de introspección. Si bien algunos pasajes que se pueden denominar oníricos o que nos muestran algo que no sabemos cuándo sucede (la escena en el bosque) son extensos y no ayudan a que la película mantenga la fluidez de la mayoría de sus pasajes, las buenas actuaciones y la relación entre los personajes de Felicité y Tabú (un borracho que frecuenta el bar) logran que el espectador pase unos momentos agradables en una película que nos muestra una realidad que no tiene nada de eso. Gabriel Piquet


Fucky you Jessica Blair, de  Karni Haneman / 7 puntos


La israelí Haneman debuta en la dirección de largometraje (también guiona y protagoniza) con esta comedia dramática en la que cruza dos líneas narrativas en primera instancia inconexas: por un lado dos amigas, una de ella norteamericana; y por el otro lado, dos amigos, uno de ellos apesadumbrado por el paso del tiempo. Los cuatro personajes vagan por un espacio que si bien se define como Israel podría ser cualquier lugar, y en verdad ese elemento es clave en una película que juega a ver las cosas desde una suerte de punto de vista externo, por eso es fundamental la figura del turista. Haneman es virtuosa con los diálogos, los cuales construyen en buena parte la narración; diálogos filosos, muchas veces hirientes, aunque en un comienzo parezcan demasiado sobrescritos e ingeniosos. Pero a partir de que los cuatro personajes se cruzan, Fuck you Jesssica Blair va creciendo, especialmente de la mano de un humor por momentos delirante, que quiebra el bucolismo y la melancolía de los personajes. También aparecen rasgos formales más atractivos, jugando con planos generales o la profundidad de campo como elementos claves para el humor. Lo mejor del film, además de una serie de apuntes críticos y burlones de lo israelí, es básicamente ese acercamiento a jóvenes con dilemas existenciales, algo típico -y trillado- de mucho cine festivalero, que aquí son mirados con sorna, algo de malicia y mucho sentido del humor. Mex Faliero


Grandeur et décadence d’un petit commerce de cinema, de Jean Luc Godard / 8 puntos


Godard divide una vez más las aguas. Y por supuesto rompe las convenciones  en términos narrativos pero con mucho humor y más sarcasmo de lo acostumbrado. A partir de la situación de un casting para una película se disparan ideas que exponen de manera desopilante las relaciones tensas entre el cine y la televisión como medios, o mejor dicho, cómo los intereses comerciales de este último se terminan devorando al primero. Hay una línea de diálogo extraordinaria al respecto cuando el productor (Jean Pierre Mocky) le chanta en la cara al director (Jean Pierre Leaud): “Vos quedate con los sueños y devolveme la fábrica”. Se trata de una de las tantas boutades a las que no tiene acostumbrado el director. Sin embargo, lo curioso es que incorpora varias situaciones disparatadas y frenéticas propias de una slapstick, empezando por aquellas en las que interviene Leaud, con aire dictatorial y cuyo nombre es Gaspard Bazin, nada menos, puntapié para una de las tantas referencias cinéfilas. Después, se incluyen secuencias que siempre están al límite de la exasperación pero que constituyen el nervio ensayístico, como por ejemplo una larga procesión de aspirantes a actores que hablan a cámara y desfilan. El estudio se convierte en un campo de concentración, y a partir de ahí todas las asociaciones posibles se desatan en torno a lo que Godard entendía entonces sobre el medio. Guillermo Colantonio


How to talk to girls at parties, de John Cameron Mitchell / 7 puntos


Tres jóvenes punk intentaran ir a una fiesta que organiza Queen Boadicea (una especie de mentora del movimiento punk de la ciudad inglesa en donde viven), se pierden y terminan en una casa en donde conocerán a un grupo de extraterrestres (genial toda la imaginaria estética que remite a artistas del movimiento pop e inclusive a otros movimientos como la música electrónica que se hacía en Berlín), que se diferencian por grupos. Los jóvenes se involucrarán y conocerán sus características. Entre los más conservadores se encuentra una joven extraterrestre llamada Zan, que le pide a sus compañeros 48 horas para poder relacionarse con los humanos, que para ellos significa una violación a sus leyes. Es ahí en donde conocerá a Enn, uno de los punk con quien comenzará una relación. Es interesante la libertad con la que el director pasa de géneros, comenzando por lo que parece ser una pequeña biopic de un grupo de punks, para pasar a la ciencia ficción y lograr momentos de comedia romántica. Es verdad que los personajes no son los tópicos que estos géneros suelen mostrar en el cine mainstrean, algunas de sus acciones están lejos de eso, hay grandes actores de la comedia británica dando vueltas en el elenco (Matt Lucas, Joanna Scanlan), la película funciona bien en el terreno de lo romántico (ahí se acerca al universo de John Carney) y la pareja protagónica tiene la química necesaria para que creamos su historia de amor interplanetaria. Si bien la película está ambientada en el 77 para darle el contexto punk, podría suceder en otro momento y sería igualmente efectiva. Gabriel Piquet


Invisible, de Pablo Giorgelli / 6 puntos


En su nueva película, Giorgelli (Las acacias) aborda el drama de una adolescente que vive con una madre depresiva y queda embarazada. Lo que hace el film es seguir a su protagonista obsesivamente, con una cámara que se pone a su nivel y registra ese período de tiempo en el que no sabe qué decisión tomar, porque básicamente su cuerpo (como toda mujer en Argentina) no le pertenece, y las instituciones deciden por ella, por acción u omisión. Invisible apuesta por la sustracción de emociones y por la ausencia de sentimentalismos o efectismos, el registro es cercano, palpable, doloroso, real. Hay, de fondo, una mirada a una patria que busca sentido a través de los símbolos, pero que se olvida de los individuos, que son al fin de cuentas quienes deberían poder construir ese sentido desde su libertad. El problema con la película es que no logra pasar de cierto esquema narrativo, donde las emociones son condicionadas por la forma. Por suerte, la presencia de Mora Arenillas rompe con la previsibilidad y le aporta la tensión que a la película le falta por momentos. Hay una largo plano secuencia que la tiene como protagonista, donde es su expresividad corporal la que determina los tiempos y el agobio se siente de este lado de la pantalla. Mex Faliero


La familia, de Gustavo Rondón Cordova / 6 puntos


La película muestra la relación entre un padre y su hijo, cuando este último mata accidentalmente a un niño que lo quiere asaltar. El muerto pertenece a un barrio rival, y esto hará que el padre huya con el chico para que no lo maten. La película registra esa idea de marginalidad y constante convulsión de los barrios más carenciados, en este caso la ciudad de Caracas. Esto ya se vio en muchas películas (Los olvidados de Buñuel o Pixote de Babenco, por nombrar algún caso). El movimiento constante de los protagonistas que se vuelven antagonistas -ya que uno quiere regresar y enfrentarse (el hijo) y el otro buscando el escape como vía de solución al conflicto- generando en cualquier momento la posibilidad de que todo termine en tragedia. Lo interesante de la película es la relación que se va generando entre padre e hijo cuando el primero busca diferentes empleos para lograr subsistir y no tener que volver a su barrio. Si bien no es del todo sutil, hay una muy buena escena, cuando el padre trabaja como mozo en una fiesta, y el desenlace de la secuencia cuando descubrimos que el padre actuó de forma desesperada y se robó algo. Aquí sobresale el trabajo formal que le da el director. Hay algo de fórmula para festivales en la ópera prima de Rondón Córdova que hace que no me termine de cerrar del todo. Gabriel Piquet


La forma del agua, de Guillermo del Toro / 6 puntos


Del Toro es maestro en esteticismo cuando de narrar fantasía se trata y así lo ha demostrado en la consagrada El laberinto del fauno, donde guardaba a la vez un trasfondo dramático y profundo o un contexto más realista y sólido como en El espinazo del diablo. Aquí, en cambio, este cuento de hadas y de amor resulta muy superficial y bonito cayendo en un mero homenaje a films como El monstruo de la laguna negra y -por qué no- en un King Kong con mad doctors, Guerra Fría, espionaje y un aire de steampunk. Y es que la historia nos ubica a finales de los 50’s donde una mujer hipoacúsica que trabaja en limpieza dentro de un laboratorio descubre y luego se enamora de un monstruo acuático. El flechazo es inmediato y la historia de estos amantes de naturalezas diferentes se ve amenazada cuando ella lo esconde en su hogar y el dueño del laboratorio -un encasilladísimo Michael Shannon en el rol de villano- comienza a buscarlo. Como buena fábula tiene una doble lectura y nos habla del egoísmo humano y posesión sobre otro ser para beneficio propio. Posesión escondida bajo rótulos como “felicidad” o “éxito”. Y fábulas en este caso de esbozos muy tibios que se limitan a un relato pintoresco y una vuelta pobre de su director. Rosana López


La nostalgia del centauro, de Nicolás Torchinsky / 5 puntos


Una pareja de ancianos que vive en una casa cerca de los cerros será el eje central de este documental que sigue el día a día mostrando todas las actividades que realizan. La idea de un estilo de vida que se apaga o algo que es parte del pasado y se aferra a no desaparecer, da vueltas en esta historia. El protagonista, un gaucho que rima coplas y algunas vez tuvo caballos (diría José Larralde en su tema, El Tamayo) parece ser el último de los que quedan por la zona, como él dice. Junto a su mujer, que lo acompaña y le dio hijos (el entrevistador le repite varias veces “¿y ella que te dio?” y el gaucho dice “algunos hijos”, casi como menospreciándola), parecen aislados o como si lo estuvieran. Las imágenes que los muestran en sus actividades son monótonas, no sorprenden, y si uno no engancha con los personajes, la rutina termina por ganarle no solo a la narración sino también a las ganas de seguir mirando. El mejor momento es cuando hablan a cámara y dan sus versiones de su vida juntos, que difieren mucho entre sí: la más divertida es la de la mujer, que cuenta lo inestable que era su marido laboralmente y lo poco que la ayudaba desde lo económico. En el global, es una historia que daba para cortometraje y se nota que la pequeña premisa le queda grande. Gabriel Piquet


La primera vuelta de Kim Dae-hwan / 6 puntos


Pongámoslo en estos términos: hay un veinte por ciento de películas en los festivales que tienen venas a punto de explotar, sangre, que irradian energía y euforia, que no le temen a la incorrección estética y política; luego, hay un ochenta por ciento de las otras, aquellas que se refugian en lugares seguros, que repiten fórmulas con resultados más o menos decorosos. Esta película coreana tiene cierto encanto, pero está condenada a la segunda categoría. De hecho, sus planos fijos encapsulados y sus unidades escénicas podrían confundirse tranquilamente con cada entrega anual de Hong Sang-soo.  Sencilla, intimista, se concentra en el devenir de una joven pareja que termina de confirmar su crisis con la noticia de un embarazo. La inestabilidad emocional se traslada a la laboral. El mundo interior es un vehículo para incorporar paulatinamente el contexto social y político del país en un movimiento narrativo coreográfico que se apoya en los diálogos que sostienen los protagonistas con sus familiares. Los conflictos generacionales, el carácter infantil masculino y algunas decisiones en torno a los encuadres recuerdan al gran Ozu, sin embargo, la trillada máxima de personajes que “permanecen y transcurren” convierte a la película en una de las tantas historias mínimas que circulan por festivales. Por suerte, hay una hermosa secuencia final donde el tránsito de los personajes en medio de una protesta contra el gobierno parece devolverlos (nos) a la vida. Guillermo Colantonio


La suave noche, de Luz Rapoport y Sofia Bordenave / 6 puntos


Una región inhóspita de Chile, que está en las alturas, cerca del mar. Ahí arriba en lo que parece un refugio vive Juan Carmona, un personaje que parece un ermitaño en una isla desierta, pero a medida que pasa el documental nos damos cuenta que es todo lo contrario. Entre anécdotas (hace comentarios al pasar de su actividad en la época de Pinochet y algún prontuario en la policía), lecturas de textos y su trabajo con la madera, vamos de a poco conociendo a este personaje. La película tiene un arranque un tanto moroso, la reiteración de una frase por parte de Juan se torna un tanto aburrida, si bien eso tendrá un significado más adelante, hasta ese momento parece un documental con estilo contemplativo de los que solemos ver en muchos en festivales. Cuando el personaje baja al pueblo y  entendemos sus actividades, es donde la película cobra fuerza por la información algo inconexa que nos tiraba. Es a partir de ese tramo del documental donde uno comienza a identificarse con el personaje, lo entiende y lo disfruta. Gabriel Piquet


Laissez bronzer les cadavres, de Hélène Cattet y Bruno Forzani / 5 puntos


Este dúo de directores búlgaros que gustan de experimentar con diversos géneros del terror como lo  hicieron con el giallo y el thriller de los 70′ en la destacada Amer y en la no tan efectiva El extraño color de las lágrimas de tu cuerpo, ahora vuelven para homenajear al pulp y el western spaghetti. Esta sinfonía sensorial a la que nos tienen acostumbrados y que film tras film parece querer superarse ya comienza a hacer agua y agotar los manoseados recursos narrativos sin enriquecer con profundidad la trama misma de la historia. El film basado en la novela de Manchette y Bastid en el 71′ se limita a una sucesión de imágenes de fuerte poder visual, muy bellas por cierto, acompañado de alguna pieza musical del emblemático Morricone. Y es que disfrutamos de un verano bajo el sol de Córcega en pleno Mediterráneo con un mar turquesa increíble dentro de un pueblito abandonado. Pueblo que se convierte en la madriguera perfecta de un veterana artista plástica y jefa de una banda delictiva que quedan atrapados en una suerte de balacera interminable con dos policías y tres rehenes. Sin embargo todos estos ingredientes “tarantinescos” no logran ser una propuesta atractiva, novedosa o firme. Rosana López


Les affames, de Robin Aubert / 7 puntos


Cuando uno visualiza el tráiler de esta película, lo primero que ve es todo el contexto rural en donde sucede e inmediatamente lo remite a The night of the living dead (1968), la película que dio inicio a lo que hoy conocemos como zombie moderno. Lo bueno de esta película es que no se queda en un simple homenaje y da un paso más adelante para tener personalidad. La estructura es la misma, un grupo de personas que quedan aisladas en un pueblo (rodeado por hermosos bosques) intentarán llegar a la gran ciudad. Están rodeados por estos infestados (no están caracterizados como zombies), que son personas que tienen un apetito voraz que al morderte te contagian lentamente y se comunican por unos gritos que remiten a The body snachters (1978). Hay mucho humor en la película, puesto en determinados momentos y que se utiliza inclusive en un gag que tiene un remate muy negro. El film gana por su puesta en escena, tiene unos climas impresionantes, toda la secuencia filmada de noche en la que dos personajes salen de una casa y quedan parados frente a un bosque escuchando (han puesto trampas para ratones por todo el bosque) cómo las trampas se van activando hasta dar la sensación que no hay uno sino muchos infectados, es todo lo que hay que aprender del fuera de campo. El director tiene una película anterior que no vi, hay que prestarle atención porque sabe manejar muy bien los momentos para llegar a resoluciones tensas sin caer constantemente en el efectismo. Eso para el cine de terror actual es todo un logro. Gabriel Piquet


Les gardiennes, de Xavier Beauvois / 7 puntos


Estamos en el territorio del cine mainstream de autor, una categoría que parece pertenecerles en exclusividad a los franceses y a los ingleses. La historia está ambientada en la Primera Guerra Mundial, pero muy inteligentemente Beauovois deja el conflicto en un espacio off, que se intuye sólo a partir de los hombres que parten y vuelven de la guerra… si es que vuelven. En la campiña francesa, entonces, sólo quedan mujeres y son ellas las que llevan adelante lo trabajos rurales. El director de De dioses y hombres trabaja sólidamente durante una hora un relato casi contemplativo sobre mujeres labrando la tierra, cosechando, produciendo, moviendo el mundo a la espera de los hijos, los padres, los hermanos, los novios, los maridos que están en la guerra. Pero, progresivamente, se van entretejiendo una serie de emociones y vínculos entre los personajes, que se relacionan con el más tradicional relato de tragedia romántica. Y hacia allí se dirige Beauvois, con la seguridad de que esa primera parte de la película construyó un entramado atractivo que involucra al espectador. Un poco es así, porque si la segunda parte del film nos parece más convencional, al menos nos importan los personajes y sus destinos. Les gardiennes exhibe prejuicios de época, una reflexión sobre los roles masculinos y femeninos, siempre a partir de las imágenes y nunca desde las palabras. Sin dudas Beauvois es un buen director, y si bien le sobran unos minutos tiene la habilidad de redondear un film que disimula sus mecanismos de folletín con elegancia. Mex Faliero


Los corroboradores, de Luis Bernárdez / 7 puntos


Una periodista francesa investiga a una sociedad secreta llamada Los Corroboradores, que según un tal Martin Dressler (uruguayo que ejercía de guía por emblemáticos edificios de Buenos Aires que se parecen a los que se encuentran en París, entre otras profesiones) querían copiar varios edificios franceses en la capital argentina. El formato de falso documental narrado por una periodista francesa como un thriller conspirativo le sirve de conductor al director para lograr un didáctico film en el que conocemos el origen de esta sociedad que se remonta según el relato a 1882, cuando Carlos Pellegrini y Miguel Cané la crearon en el antiguo Jockey Club de la ciudad. Un recorrido por la historia de Argentina desde esa fecha hasta la actualidad, mostrando los más emblemáticos palacios y edificios. Si bien hay entrevistas a sociólogos y arquitectos, todo lo que se dice no puede ser comprobado, dando una cuota más de misterio a la historia. Al final hay un giro que remite a las películas de suspenso clásicas, pero viene un poco agarrado de los pelos. El documental en sí ya se presenta desde el vamos en un tono semi-paródico sin ser humorístico, dejando latente una idea que si en el futuro sucede, lo pondría como un relato de anticipación. Gabriel Piquet


Loser adventure’s, de Ko Bong-soo / 7 puntos


El título lo dice todo, una historia de perdedores, una historia de jóvenes que ya no tienen oportunidades y que formarán un equipo que, parece, es su última opción. Todo esto suena dramático y extremo, pero el director logra todo lo contrario, una comedia simple, generosa, ya que nos da unos personajes tan queribles que vamos a querer ser parte de ese equipo de lucha libre que no llegará a nada pero que va a poner todo. Los personajes están bien delineados, todos sus entornos familiares también, tenemos empatía con ellos y nos reímos de su falta de condiciones deportivas. Hay un gran momento de humor que reúne a los protagonistas tratando de detener el supuesto suicidio de uno de ellos. La película tiene la virtud de saber dosificar los momentos amargos con los divertidos, y dejar la idea en el aire del no rendirse ante las adversidades. Gabriel Piquet


Lucky, de John Carroll Lynch / 7 puntos


El debut cinematográfico de un recurrente y talentoso actor secundario como Carroll Lynch (Fargo, The founder) que tiene como protagónico a otro aclamado actor de reparto como Harry Stanton (Alien; Twin Peaks: Returns) en lo que supo ser uno de sus últimos films. Lucky es la vida de un nonagenario demasiado activo -como en la vida real del intérprete- que goza de buena salud pero con algunos “achaques” típicos de la edad. Un hombre solitario y cerrado que no se permite ser querido. Un cowboy rudo de un pueblito estilo texano, chapado a la antigua con un cigarrillo siempre en su boca. Sin embargo, la monotonía del anciano Lucky, limitada a completar crucigramas, comienza a cambiar luego de sufrir un desmayo. Así descubre la calidez de sus vecinos y las historias rídículas de otros viejos que se reúnen en la cantina del pueblo -destacándose la participación del siempre eficaz David Lynch y otros reconocidos actores veteranos-. Pero también este film permite que su protagonista redescubra una mejor forma de transitar sus últimos años de vida sin caer en sentimentalismos berretas. Lucky es un correcto, sencillo e inteligente retrato de la tercera edad desde la simpleza de la vida misma. Rosana López


Madame Hyde, de Serge Bozon / 4 puntos


La película de Bozon (muy libremente inspirada en el clásico de Stevenson) es una pavada fina. Lo primero que llama la atención es que no se define ni se juega como una comedia. Sólo de este modo hubiera podido concebirse el trazo grueso de sus planteos y las caracterizaciones estereotipadas de sus personajes. Huppert es una profesora ridículamente llamada Géquil (qué guiño más boludo) que no da pie con bola con sus alumnos. En este cuadro de obviedades, el noventa por ciento de ellos es insoportable, irrespetuoso e incorregible. Bozon no escatima en trazar lugares comunes y entonces dilata una rutina entre hogar y escuela que se transforma en un martirio para la protagonista, eso sí, para demostrar que es francés y que sabe de cine, acude a encuadres prolijos y vistosos y trabaja una paleta de colores acordes a la frialdad de la señora Géquil. Hasta que se produce un hecho ridículo (no me atrevo a llamarlo insólito, palabra que pondría a la película en otro escalón): en medio de un experimento, un rayo afecta el cuerpo de la profesora y a partir de ese momento su fachada radioactiva le permitirá sacar su lado oculto. Posiblemente, esa casta de críticos que encuentra (y le gusta) mensajes ocultos sobre la cuestión humana hablará de las dificultades por transmitir conocimiento, o de los cambios que se producen en el ser humano, y otras cosas por el estilo. Yo les recomiendo que escuchen la canción de Woody en Toy Story sobre sus cambios, más sana y divertida. Guillermo Colantonio


Mariana, de Chris Gude / 3 puntos


Se podría decir que la película recorre el itinerario de dos hombres, un contrabandista y un marinero, por los caminos de La Guajira, península colombiana que limita con la frontera de Venezuela. Todo esto que cuento como línea argumental lo contó el director antes de comenzar la función, sino no lo sabríamos. La película tiene 15 minutos aproximadamente de un discurso de Hugo Chávez (es interesante el audio, pero sería mejor escucharlo sin necesidad de la imagen) hablando sobre Simón Bolívar, mientras vemos desde atrás de la camioneta -como verían esos hombres- el camino por el desierto que van cruzando, otra cantidad de minutos más la camioneta de frente, otra más ingresando a una ciudad, más de tres cuartos de una película son esas tomas que se vuelven largas y aburridas haciéndote perder el interés de lo que ves. Y sólo dura 64 minutos. Nunca logré conectar con lo que la película propone desde lo visual y los diálogos que tienen los personajes (mientras miran al mago por ejemplo) me parecieron forzados y poco relevantes. Puede ser una mirada interesante para el director que es extranjero (nació en EE.UU.), pero a mí me pareció un suplicio. Gabriel Piquet


Marea humana, de Ai Weiwei / 8 puntos


De corte humanista, el documental de Weiwei nos ofrece diferentes relatos de actuales refugiados alrededor del mundo desde casos como en Afganistán y Serbia hasta la histórica frontera que no permite el ingreso de mexicanos a Estados Unidos. Con una factura técnica increíble que utiliza panorámicas cenitales con drones y numerosos travelings, su director participa “visiblemente” en este documental de denuncia y concientización. Pone de manifiesto la enorme dimensión de una de las problemáticas que aqueja a las naciones modernas y es el de los inmigrantes “forzados” que abandonan sus países por la guerra constante o por crisis económicas. Para estas agrupaciones plagadas de niños y ancianos, el camino es difícil. La ayuda de organizaciones no gubernamentales y distintas instituciones se vuelve insuficiente para tanta sobrepoblación de estas características. Y algunos gobiernos prefieren no solidarizarse con la causa levantando diversos muros o alambrados patrullados con hombres uniformados. Como si fuera poco, la pérdida de derechos personales de estos numerosos grupos que son pisoteados mientras el camino del desarraigo resulta una experiencia dura y, a veces, mortal. El relato es crudo y directo de una realidad imposible de ocultar. Weiwei prefiere no limitarse a un caso particular y mostrar lo que sucede en varios países actuales durante 140 minutos al grito de “ayuda humana”. Rosana López


México Barbaro II, directores varios / 5 puntos


Sucede mucho en el caso de estas antologías de cine de terror que el resultado es bastante desparejo, y esta no es la excepción a la regla. Las historias varían entre lo más visceral, la comedia negra o el terror más psicológico. La mayoría de las historias tienen un uso de la técnica que está muy bien (algunos de los fx son limitados) pero en donde más se notan las falencias es en los guiones, en casi todos los casos las historias son muy poco redondas, teniendo serios problemas en sus desenlaces. Podría rescatarse por su exageración llevada al extremo y un efectivo humor al relato Potzonalli de Fernado Urdapilleta, o la interesante puesta en escena de Vitriol de Michelle Garza. El resto no interesa. Gabriel Piquet


Mirada de cristal, de Ezequiel Endelman y Leandro Montejano / 6 puntos


La película se debate durante sus 82 minutos, entre ser un giallo o ser sólo un homenaje al género. Giallo, recordemos, es ese subgénero de terror italiano estabilizado por Darío Argento, de colores saturados, estética bien establecida, tramas dudosas y asesinos casi sobrenaturales que persiguen chicas hermosas. Precursor del slasher norteamericano, género un poco más popular, o al menos más conocido por el público en general. Decíamos, la película de Endelman y Montejano contiene todos los elementos de un giallo y todo su sistema de referencias nos conecta con dicho subgénero, pero no termina de redondear una reflexión sobre lo que homenajea. Esto no es una condición obligatoria pero se puede esperar una mirada, alguna línea de pensamiento sobre ese tipo de películas. Sabemos que el cine es una de las artes que más piensa sobre sí mismo. Mirada de cristal se queda en el ejercicio nostálgico, igual digamos que como tal no está para nada mal, funciona casi siempre (salvo por algunas malas actuaciones) es divertida y está bien dirigida. Matías Gelpi


Muchos hijos, un mono y un castillo, de Gustavo Salmerón / 7 puntos


Muchas veces he dicho que para que un documental funcione no sólo tiene que tener un personaje interesante sino una historia, en este caso es todo lo contrario, funciona porque el personaje es tan interesante que no importa lo demás, aunque la historia exista y sea igual de interesante. Julia, la madre del director, es todo, desde la primera anécdota hasta el plano final se pasa por ella. Si bien hay mucha interacción de sus hijos y marido, es ella el imán que hace que nos riamos (mucho) y nos emocionemos con todo lo que cuenta. Como dice el título, tuvo muchos hijos (6), un mono (lo regaló porque era agresivo) y pudo tener su castillo. La primera parte de la película cuenta historias de su vida y la segunda mitad (post crisis española) vemos cómo tienen que dejar el castillo donde vivieron muchos años y todo el proceso de mudanza que lleva eso. Salmerón sabe muy bien cómo manipular al público, sabe que tiene un personaje increíble y que su familia es increíble. La historia de las vértebras de la bisabuela que termina siendo eje  de todo el documental, genera chistes que ni el mejor guionista de comedias podría lograr. Una película fabricada, que la hacen pasar por documental, con uno de los personajes más carismáticos que nos dio este festival. Gabriel Piquet


Napalm, de Claude Lanzmann / 7 puntos


En su nuevo film, Lanzmann disfraza de una de sus películas prototípicas, su necesidad,  un poco francesa y bastante humana, de recuperar el tiempo perdido. Lo vemos regresar por tercera vez a Corea del Norte, en realidad escuchamos sus largos textos leídos en esa cadencia monocorde que es una de las características del viejo Claude, lo que vemos son largas secuencias de las calles vacías de la Corea comunista filmadas a través de la ventanilla de un auto. Esta clase de secuencias largas, monótonas que tiene un especial efecto machacador son otro rasgo del estilo de Lanzmann, que siempre ha tenido una especial habilidad para captar el vacío cotidiano. Pero hacia la mitad de Napalm se devela un poco el engaño, la película pierde su disfraz de comentario político, o histórico o filosófico. Lanzmann comienza a recordar un ardiente romance de su juventud con una enfermera coreana que sucedió en su primera visita al país de Kim Il-sung y ese relato lo invade todo, porque el director se da cuenta que allí está lo que busca; Napalm es el recuerdo vivido de juventud plena, de riesgo y aventura en un mundo que era igual de horrible que ahora, pero más simple. Napalm es Lanzmann abrazando su vejez, conmovido por la fuerza de la vida, es decir un exorcismo de los fantasmas de Shoah. Matías Gelpi


Noches de otoño, de Flavia de la Fuente / 1 punto


Film que exhibe la llegada de la noche en cercanías al muelle de San Clemente del Tuyú, a través de planos fijos y sonido ambiente. De la Fuente intenta apuntar al lado estético de la carencia de luz solar y la belleza que allí se esconde, circunstancia que nunca se alcanza a percibir, en un trabajo monótono donde nunca pasa nada significativo. La cuestión poética no está presente en ningún momento, su construcción falla en cada instante porque su búsqueda es demasiado simple y vacía para elevar al trabajo a otro nivel. Sorprende que un film así llegué a ser exhibido en un festival internacional, cuando parece el registro de un pequeño cursillo de cine de colegio secundario. Brian Macchi


Outrage coda, de Takeshi Kitano / 5 puntos


La tercera y última entrega de la trilogía de yakuzas donde Kitano se mete en la piel del veterano mafioso Otomo no parece estar a la altura de sus antecesoras. Aquí el emblemático actor japonés queda sin quererlo en medio de una serie encadenada de enfrentamientos con la policía y otras familias de gángsters. Así es como desde el anonimato en una isla de Corea se ve obligado a ajustar cuentas con el pasado viajando a Japón. Y sólo para enfrentarse de la mejor manera que sabe hacerlo: violentamente. Ya sabemos que la figura cinematográfica e icónica de Kitano fue y es única y transformadora dentro y fuera de su país por las formas técnicas y narrativas que implementa en sus relatos con buen ritmo. Pero Outrage coda no tiene la fuerza de aquel primer film de la saga o mismo de sus películas de los 90′, que marcaron una generación cinéfila. Y es que en Outrage coda Kitano parece despedir con agotados recursos a este género de acción y artes marciales que sólo guarda las mejores escenas a su carismática figura. El presente film prefiere quedarse en el terreno de los diálogos extendidos y una historia violenta con pocos pasajes sanguinarios. Rosana López


Piazza Vittorio, de Abel Ferrara / 8 puntos


A no engañarse. Acá no hay ningún registro pintoresco como reza el catálogo. Lo que hay es energía, gente. Ferrara camina entre tanos racistas, otros más amables, inmigrantes y descubre personajes increíbles. Y lo hace como uno más. En un momento le recrimina a uno que él no es periodista y que está ganándose el pan como cineasta en una tierra que, pese a sus antepasados, le es extranjera. La plaza en cuestión es un universo no apto para tarjetas postales y el tipo la camina, la recorre, la observa, se mete en todos sus recovecos sin perder de vista que lo que filma son personas. No hay afán de estudio académico sobre multiculturalismo ni mucho menos, el dejar hablar a los entrevistados es una forma de respetar sus puntos de vista. Unos se descargan, otros aprovechan la situación de ser filmados para protestar y alguno hasta aprovecha la ocasión para hacerse unos mangos. Y esto no es exclusivo de nadie. Además, están los testimonios de Mateo Garrone, Willem Dafoe y su familia, siempre desde un marco de espontaneidad y familiaridad. Si hay algo que se respeta a rajatabla es preservar la oralidad como fuente inagotable de relatos y experiencias. Por la boca el pez muere, dicen, pero en este documental hay vida. Guillermo Colantonio


Primas, de Laura Bari / 7 puntos


“Yo peleo con una sonrisa”, dice Rocío cuando le piden que ponga cara de guerrera para una producción fotográfica. Es una frase dicha al pasar, pero que simboliza mucho de su forma de enfrentarse no sólo a la vida, sino a la tragedia que tuvo que atravesar: de adolescente fue violada y quemada por su atacante, y sobrevivió con lesiones en el cuerpo que funcionan como signo de alerta sobre esa violencia machista que es moneda corriente en la sociedad argentina. El documental de Bari la cruza con Aldana, su prima, y otra víctima de abuso sexual, en este caso de su progenitor. Ambas se terminaron vinculando con el arte, forma de exorcizar los horrores padecidos. Pero, a diferencia de otros films (ficciones o documentales) que buscan un poco el paternalismo sobre la víctima, aquí tenemos a dos protagonistas que tienen su modo particular de continuar, que son conscientes del horror y tienen las palabras justas para definirlo, y que sin embargo avanzan sin necesitar la aprobación del otro. Hay relatos orales terribles y, por parte de Rocío, una entrega totalmente corporal a un film que trabaja nuestras consciencias de una forma directa y sin pudores. Que a las cosas, por terribles que sean, la única forma de hacerles frente es exponiéndolas. Eso lo entiende la directora, sin perder cierta amabilidad en la puesta en escena. Mex Faliero


Ramiro de Manuel Mozos / 6 puntos


El protagonista es un poeta que tiene su librería en Lisboa. Los libros ya no se venden prácticamente y sus ideas tampoco aparecen. Es un tipo desaliñado que apenas esboza una sonrisa de vez en cuando y se mueve en un entorno oscuro, perfectamente iluminado para connotar su soledad. Mozos no hace de esto un drama, en todo caso repite la fórmula de gran parte del cine contemporáneo que retrata personajes envueltos en universos urbanos con problemas existenciales, es decir, mueve parsimoniosamente la cámara, toma distancia, capta silencios e inserta pequeñas pinceladas de humor. Lo cotidiano se estira como chicle y los detalles hacen avanzar una trama sin sobresaltos. Cuando Ramiro se involucra en la vida de una joven embarazada cuyo padre está preso, su rutina se altera levemente. Al mismo tiempo, parecen ser las musas que necesita para reactivar su escritura. La ciudad apenas se filtra y los espacios son aquellos que la tarjeta postal evade: pequeñas ferias, calles de barrio y bares simpáticos. La vivacidad de los mismos contrasta con la opresiva ambientación en interiores, momentos en que todo discurre melancólicamente, ya sea a través de la soledad del protagonista, como los intentos de los otros por recuperar afectos dañados. La película se sostiene en su rigurosa puesta en escena, sin embargo, la excesiva duración atenta contra aquellos momentos en los cuales los personajes ganan terreno con ajustada calidez. Guillermo Colantonio


Réquiem para un film olvidado, de Ernesto Baca / 5 puntos


Hay una especie de ley natural cinematográfica: las películas que contienen “Réquiem” en el titulo son un embole o como mínimo fallidas. Hay ejemplos rápidos para esta regla: Réquiem para un sueño, Réquiem (la de la chica alemana epiléptica que cree estar poseída). Todavía no encontramos la excepción porque Réquiem para un film olvidado es como mínimo fallida. La anécdota que se nos cuenta en el film de Ernesto Baca es que, luego de que Kodak dejara de producir celuloide en 2012, un grupo de entusiastas argentinos, El club del Súper 8, decide intentar fabricar su propio celuloide para poder seguir filmando. Esta experiencia nostálgica, sincera y hasta divertida, se adivina en medio de la nebulosa de secuencias oníricas, experimentos del director con los efectos del fílmico, cierta música machacante, la vieja categoría del film experimental. Lo peor, lo insalvable de la película, es que recurre de manera explícita a ciertas ideas sobre el cine de masas y la vanguardia un poco obvias y también gastadas, por no decir de trazo grueso. Mucho de los textos son de La sociedad del espectáculo, de Guy Debord, y la voz de Baca los lee mientras vemos sus secuencias experimentales. Por momentos asistimos a una oda a la pretensión. No dejamos de destacar la honestidad del director, filma lo que tiene ganas de filmar en el formato que más le gusta y de alguna manera resiste, aunque la actitud sola no alcanza para hacer una buena película. Matías Gelpi


Rey de Niles Atallah / 7 puntos


La fuente de la película de Atallah es histórica pero se inscribe más en el territorio de la leyenda que en las páginas oficiales. Hacia 1860, un abogado francés llamado Orllie-Antoine de Tonnens es declarado Rey de Araucanía y Patagonia por los mapuches, una empresa que a priori aparece como imposible. El carácter delirante y fantasmagórico del hecho es representado febrilmente a través de una particular puesta en escena que alterna dos niveles de enunciación. Por un lado, la reconstrucción histórica en función de las principales acciones acaecidas; por el otro, el juicio que le hacen posteriormente al protagonista por rebelarse ante las autoridades militares. Este segundo eje discursivo es el que dota al film de un tinte particular ya que los personajes aparecen con máscaras, un recurso que no sólo confirma la experiencia del realizador en las técnicas de animación y de videoarte, sino la impronta del teatro del absurdo en tanto y en cuanto apuesta a un distanciamiento reflexivo por parte del espectador. En este sentido, es interesante la resonancia del presente a partir de la lectura del pasado. No sólo porque el periplo del personaje, que actualiza las discusiones territoriales en zonas fronterizas y el reclamo de tierras por parte de los nativos, sino porque el modo en que ejercen el interrogatorio los militares de esa época pueden extrapolarse a los modos dictatoriales de tiempos recientes. De esta manera, la película forma parte de las tantas ficciones históricas cuyas imágenes abren el debate para evaluar los procesos históricos y sus consecuencias en el presente. Guillermo Colantonio


Sepultura endurance, de Otavio Juliano / 7 puntos


El primer plano de la película arranca desde atrás de la batería viendo al público. De alguna forma, este es uno de los temas que contiene este interesante retrato sobre una de las mejores bandas del heavy metal que existieron. Ese plano involucra a un baterista y Sepultura tuvo varios hasta la fecha. En una de las mejores escenas del documental, el que está involucrado es uno de ellos: dentro de su camión de giras discuten los cuatro integrantes acerca de cómo sobrellevar el estar lejos de sus familiares (la gira es por EE.UU., ellos viven en Brasil). Vemos las dos caras del tema, el guitarrista Andreas Kisser que trata de hacerle entender que la distancia no es un obstáculo para que su familia y principalmente sus hijos se olviden de él, y el baterista que les va contando cómo no aguanta más la situación de estar lejos y no ver a los suyos. Todo esto filmado sin que se den cuenta. Al poco tiempo de esa escena, Jean Dolabella dejó la banda. El director mezcla entrevistas, imágenes de archivo (muy buenas las de la banda visitando una tribu para el disco Roots -1996- y las de la génesis del disco Chaos A.D -1993-) y nos cuenta la historia de la banda desde 1984 cuando se crearon en Belo Horizonte hasta llegar al show por sus 30 años. Si bien se ven imágenes de dos de los miembros fundadores de la banda, Max e Igor Cavalera, estos no quisieron participar del documental. Eso no impide disfrutar de un material que registra diferentes etapas y nos cuenta la historia de este fenómeno de la música heavy metal brasileña que logró una proyección internacional que ninguna otra banda de este estilo pudo conseguir en su país. Gabriel Piquet


Soldado, de Manuel Abramovich / 6 puntos


Lo que se ve es el ingreso de Juan José González al Ejército de Infantería 1 de Patricios como soldado voluntario. Su actividad dentro del regimiento estará abocada a ser uno de los tambores de la banda de música. El documental de Abramovich comienza con un plano que promete lo mejor, mientras un grupo de soldados practica una formación y son castigados por hacerlo mal. Van ingresando otros soldados con diferentes rangos mezclándose, todo se vuelve un caos (podría ser un digno gag como el del camarote de los hermanos Marx), inmediatamente después títulos y ya entramos en la rutina de Juan José. Esta primera parte en donde vemos cómo aprende a tocar su instrumento, mixturada con situaciones del entorno del regimiento, logra mantener el interés que se comienza a diluir cuando nos vamos acercando al desenlace. Quizás por la relación que tiene esta institución con el arte, divierte escuchar los discursos que le tiran a los novatos direccionando todo hacia el valor y un patriotismo que muchos de los que van, como el protagonista, no sienten. Gabriel Piquet


The battleship island de Seung-wan Ryoo / 8 puntos


Fines de la Segunda Guerra Mundial, varios coreanos son llevados a una isla llamada Acorazado en donde trabajan extrayendo carbón para los japoneses. Un grupo de músicos, la pequeña  hija del líder de la banda, una mujer, unos gángsters, un infiltrado  que viene a rescatar alguien que está en la isla, serán los personajes principales que darán vida a esta película que es épica en todo el sentido de la palabra. El director muestra la lucha entre los coreanos que ayudaban a los japoneses creyendo que tendrían logros económicos, los que caían en ese lugar y querían subsistir, el abuso y maltrato por parte de los japoneses que explotaban a sus vecinos. La película sigue a ese grupo de personajes y todo lo que van a hacer para escapar de la isla, se pasa por momentos de tensión en las minas de carbón, algunos otros de humor entre el padre músico y su hija, una subtrama de espionaje y una última media hora sublime que fusiona lo mejor del cine de escape, con la acción y el western. El director logra que nos identifiquemos con cada uno de los personajes aunque sean muchos. Ese trabajo coral queda plasmado en una escena memorable en la que varios de ellos se unen para desenmascarar a un traidor e intentar huir en busca de la libertad. Gabriel Piquet


The comedy and tragedy of Bora Joksimovic, de Zelimir Zilnik / 7 puntos


Se trata de un mediometraje muy gracioso sobre un tipo que es mecánico en el mantenimiento de la calefacción de un teatro. El director lo filma y le da la posibilidad de que cuente sus ideas para una comedia y una tragedia. El campo televisivo para desarrollar una obra que pueda vulnerar  la censura imperante y, en este caso, el tono descontracturado y una aparente ligereza aportada por la simpatía del personaje en cuestión, se transforman en las vías posibles. El punto en cuestión y que debe permanecer elidido es que Bora está cansado de las reiterativas y monótonas obras que ve en el teatro. Por ello da rienda suelta a su imaginación y rompe ese cerco con situaciones disparatadas de temas pesados política y socialmente. Sí, antes que Woody Allen en Melinda y Melinda, un trabajador lo hizo en la ex Yugoslavia. Guillermo Colantonio


The dead nation, de Radu Jude / 8 puntos


La película está acompañada por un subtítulo que describe crudamente la forma en que está delineado este documental del incipiente ascenso del nazismo en la Rumania de Antonescu. Fragmentos de vidas paralelas es un subtítulo que alude a la puesta en escena de un enorme archivo fotográfico que revela desde esa cotidianeidad una realidad oculta que va describiendo crudamente el poeta rumano Emil Dorian. Mientras en las fotos del archivo entre 1937 y 1946 vemos escenas familiares calculadas en la simetría de un cuadro, muchachos alegres pasando el día en el campo o la playa, oficiales posando orgullosamente junto a sus armas y esposas, el relato de Dorian describe escenas crudas del pogromo que se estaba viviendo en las calles de Bucarest, relatando la hambruna, la tortura y la enorme desigualdad que está padeciendo por la misma población civil antes que los tormentos de los feroces legionarios. La voz en off del registro de lo que Dorian escribió sobre esos años ensucia y corroe las imágenes que se van sucediendo con la misma efectividad que el paso del tiempo, dando una precisión siniestra de lo que en verdad sucedió. Cristian Ariel Mangini


The disaster artist, de James Franco / 10 puntos


El difícil arte de actuar mal es el tema principal de esta historia y el último desafío en dirección e interpretación del siempre talentoso y ocurrente Franco, que con respeto y mucho humor encarna al excéntrico y adinerado actor/director -como lo es en la vida real- Tommy Wiseau. Personaje de culto considerado el nuevo “Ed Wood” del cine de bajo presupuesto cuyo perfil actoral es naturalmente pésimo. En este desastre precisamente, se nos cuenta el rodaje de la célebre “mejor peor película” de los últimos años The room y la amistad entre Wiseau con un incipiente estudiante de teatro, Greg Sestero -cuyas memorias se basa el film-. Dos soñadores con poco talento que quieren conquistar Hollywood y ante el rechazo de la industria toman las riendas para financiar su propia película. Por partida doble esta espléndida propuesta premiada con el máximo galardón en San Sebastián, acerca a la horda de fanáticos posteriores a The room con ansias de conocer el pasado de estos estrafalarios “astros” y por otra, descubrir que la realidad supera a la ficción. Ni la mejor comedia guionada puede sacar tanta risa y drama a la vez. Por eso, sacando todo prejuicio de producto comercial de comedia yanqui hay cierta profundización emotiva que Franco destaca con buen pulso. Ofrece las vidas de estos loosers queridos que vuelven a este film la mejor película del Festival. Rosana López


The old school of capitalism, de Zelimir Zilnik / 6 puntos


Yuxtaponiendo imágenes documentales que actúan como el disparador de fragmentos de ficción que nos ponen en el tumultuoso microcosmos de trabajadores que de repente se encuentran sin su fuente de trabajo, este docu-drama explora desde su barroquismo el enfrentamiento de clases en el contexto de las protestas laborales y paros en Belgrado. Como se dijo, esto actúa como el marco de una historia ficcionalizada de trabajadores que, ante una situación desesperada por la declaración de bancarrota de la empresa para la que trabajaban, deciden tomar la fábrica como medida de fuerza ante la falta de respuestas del dueño. Las represalias no tardan en llegar, pero también el apoyo de un grupo anarquista que decide tomar acciones directas que llevan a una escalada inevitable de violencia. Con el trabajo de no-actores que le dan solidez y credibilidad a la trama que se detiene no pocas veces en los rostros de estas figuras que parecen siempre pequeñas en el marco de fuerzas políticas que se disputan el escenario económico mundial, el film parece a través de sus diálogos -a veces un tanto excesivos y por momentos inverosímiles- indicar precisamente lo opuesto a lo visual, dándole tangibilidad a un escenario de fuerzas económicas intangibles que están por fuera del alcance de los malogrados trabajadores. Esto también cuestiona a través del presente el pasado de una Serbia que aún tiene las heridas abiertas por los regímenes de Tito y Milosevic. Cristian Mangini


The seeds of violence, de Lim Tea Geu / 6 puntos


La ópera prima de Tea Geu es una especie de Full Metal Jacket asordinada, en donde nunca dejamos de seguir al protagonista en su viaje de violencia contenida. Primero veremos la cotidianidad en el cuartel, ese lugar infernal en el que se espera el fin de la tediosa misión sin sentido, o en la que se espera el castigo. Esa tensión subterránea atraviesa toda la película. En la segunda mitad sucede afuera del cuartel, en un viaje de emergencia a un hospital. Nuestro protagonista tiene un subalterno al que no sabe cómo tratar, y pronto se dará cuenta que él no es diferente a sus superiores: cuando se transfiere el poder también se transfiere la represión, la masculinidad oprimida, o la violencia lisa y llana. El problema es que nunca se sabe dónde dirigir ese impulso violento que casi siempre golpeará tarde en el lugar equivocado. La estética descarnada que fluctúa entre lo tenso y lo contenido se nos hace familiar. Además la temática, y el tono de la actuaciones recuerdan a los rasgos del ya viejo Nuevo Cine Argentino. Podemos decir, aunque alguno se enoje, que The seeds of violence es una película coreana del Nuevo Cine Argentino, por esos puntos de contacto, por los aciertos y también por las fallas. Matías Gelpi


The villainess, de Byung-gil Jung / 7 puntos


El cine coreano de acción se encuentra a la vanguardia desde hace varios años, con puestas en escenas audaces y giros inesperados que llevan a confrontaciones épicas y persecuciones a través de escenarios urbanos laberínticos. The villainess explota la faceta más creativa a través de secuencias de acción que pueden ser confusas por momentos, pero en otros alcanzan un ritmo que desborda la narración misma, dando cátedra de cómo se filma una secuencia de acción vertiginosa sin perder el punto de vista. La historia es simple y retoma la fantasía fetichista de una femme fatale como Nikita, una asesina hermosa y despiadada (la actriz coreana Ok-bin Kim) entrenada de las formas más sádicas, con una historia atravesada por el dolor y la pérdida de seres queridos, siempre sedienta de venganza. El relato ofrece numerosas vueltas que van desestabilizando las nociones que podíamos tener sobre los personajes, entregando un thriller atractivo que mantiene el suspenso hasta el final. No es la originalidad -que además del cine de acción oriental, también tiene influencias del animé- el fuerte, pero el ritmo vertiginoso y la oscuridad que se mantiene hasta el desenlace la hacen un gran exponente de acción. Cristian Ariel Mangini


Thelma, de Joachim Trier / 8 puntos


El hecho de que el título de esta película sea sólo el nombre de la protagonista, nos ayuda a llegar a la certeza de que es nada más y nada menos que la reescritura de Carrie (el libro de Stephen King, pero también la película de Brian De Palma) en clave nórdica moderna, lo cual no es poco. Están allí todos los elementos constituyentes de Carrie: el doble despertar, el sexual y el de las habilidades paranormales, y la familia religiosa que espera poder reprimir ambos, porque es peligroso y porque es pecado. La gran diferencia con Carrie, y el gran triunfo de Thelma, es su estética, el tono de las actuaciones y la puesta en escena. Planos abiertos que de a poco se cierran en habitaciones minimalistas donde sólo nos quedan las sensaciones de los protagonistas, el juego de luces y sombras, la música presente que no subraya pero que nos envuelve en los momentos necesarios. Thelma es el triunfo de los climas y de la sutileza, recuerda por momentos a la hermosa Criatura de la noche (2008) de Tomas Alfredson, aunque digamos que Trier tampoco le huye al terror un poco más explícito cuando es necesario. Matías Gelpi


Thirst street, de Nathan Silver / 6 puntos


Ni bien comienza la película un hecho cambiará la vida de Gina: su novio se suicida. La protagonista seguirá con sus viajes de azafata para tratar de sobreponerse, pero en una de sus escalas en París, engañada por sus compañeras de trabajo, una adivina a la que sobornaron le hará creer que su nuevo gran amor es un hombre con un problema en un  ojo. Es así que conocerá a Jerome, un francés que es un amante ocasional, aunque Gina piense que es el amor de su vida. La película sigue la obsesión de Gina, que acecha a Jerome con quien tendrá un par de encuentros. Pero cuando descubre que hay otra en la vida del hombre, hará todo lo posible para ser la única. A medio camino del thriller de mujeres obsesivas como Play misty for me (1971) y una comedia de Woody Allen, la película momentos logrados gracias a la buena actuación de su protagonista Lindsay Burdge, que nos convence de lo enamorada que está y de lo mal que se va poniendo, en todos los sentidos, su relación. Como algunas de las películas que intentan fusionar géneros, pierde fuerza en algunos pasajes y no termina de ser del todo satisfactorio el resultado final. Gabriel Piquet


Todo lo que veo es mío, de Mariano Galperín, Román Podolsky / 5 puntos


Los meses que pasó Marcel Duchamp en Buenos Aires durante la primera guerra mundial, son recreados en esta película que muestra su obsesión con el ajedrez, su relación con su compañera de viaje Yvonne Chastel y su amiga Katherine Dreier. Su primer enamoramiento con la ciudad y su paulatino desencanto (en una de sus cartas llegó a poner “Buenos Aires no existe”, esto se cuenta en otra película de la competencia llamada Los Corroboradores). Todo esto es una suposición ya que se sabe poco sobre la estadía del artista, sólo algunas cartas a sus amigos en las que contaba algunas cosas que sirvieron de inspiración para ficcionalizar este film. La fotografía en blanco y negro es muy prolija, hay algunos planos que remiten mucho al imaginario de la publicitad volviendo algunos escenas muy pobres. La película muestra poco de la actividad de Duchamp aunque se diga que está trabajando mucho, cae en algunos clichés para mostrar obras que lo consagraron en su carrera (el famoso mingitorio aparece en un plano), no se logra empatizar con los personajes secundarios porque tienen  apariciones para tirar una frase o hacer acciones que parecen un pequeño manual de estereotipos (los casos de Guillermo Pfening o Luis Ziembrowsky). Lo mejor está en las  actuaciones de los tres protagonistas, Michel Noher, Malena Sánchez y la siempre solvente Julieta Vallina, logran hacer creíbles sus personajes; el resto es muy superficial. Gabriel Piquet


Tormentero, de Rubén Imaz / 5 puntos


Si tuviéramos que tratar de hacer una síntesis del argumento sería la siguiente: Don Rome es un ex pescador que descubrió un yacimiento de petróleo que le trajo la enemistad de sus compañeros de pesca que perdieron su fuente de ingreso, es alcohólico, vive en un mundo de sueños en donde no sabe diferenciar realidad de fantasía. La película construye esos momentos de enrarecimiento como si de un thriller psicológico se tratara (hay mucha influencia de David Lynch en algunas tomas), el personaje de Don Rome nos va dando información que se vuelve confusa y algunas ideas visuales sobrecargan el estado anímico de éste. Hay un momento sobre el final que el director se acerca al universo de Carlos Reygadas y la escena explicita algo de lo que se viene guardando el film como elemento misterioso. Demasiado pretenciosa, la película no logra mantener el interés por el personaje principal, eso hace que se vuelva monótona y tediosa. Gabriel Piquet


Tres avisos por un crimen, de Martin McDonagh / 8 puntos


Si hay algo que se ha encargado de dejar claro el cine norteamericano es que Texas (bueno el sur en general) es un territorio infernal atravesado por todos los traumas colectivos posibles, y habitado por parias cuya moral se ha ido diluyendo hasta directamente desaparecer. Tres avisos por un crimen no vienen a corregir aquella mirada estigmatizadora, pero sí a deformar un poco los estigmas. La comedia y el cinismo son claves para el juego de inversión de causalidades que propone McDonagh, el mundo de Tres avisos por un crimen es duro y malo, aunque capaz de generar belleza y también algo de bondad. Los buenos son aplastados, los malos pueden ser redimidos, pero esa redención es deforme e irónica, los extranjeros miran impávidos el teatro de la locura que desatan los tres avisos publicitarios mencionados en el título. Lo que vemos en la película de McDonagh es terrible pero también gracioso, es una gracia intencionada, el director nunca le escapa a hacer reír cada vez que puede y siempre con altos niveles de incorrección, por momentos recuerda a la más seria pero igual de buena Sin nada que perder de los hermanos Coen. Matías Gelpi


Un cine en concreto, Luz Ruciello / 8 puntos


Este documental pasional y de amor cinéfilo nos trae a Omar, un ex albañil devenido en comerciante de zapatillas que también maneja en paralelo su propio cine barrial en Villa Elisa, Entre Ríos. Una humilde sala edificada con mucho amor, en primera instancia en parte del terreno materno del testimonio principal, es fruto del esfuerzo de sus propias manos y un entusiasmo admirable. Ruciello logra con creces retratar a este personaje amante del séptimo arte y el cine argentino de los 60′. Un soñador que defiende estos espacios culturales para el pueblo y, en especial, para el disfrute visual de los niños. Relatos, memorias, momentos simpáticos de la cotidianidad de Omar y su mujer quedan impregnados bajo la lente de la cámara de su realizadora. La sencillez y el factor emotivo son parte del microclima intimista que se percibe en el film con la naturalidad espontánea de sus personajes. Tal vez este producto sufra un cambio de formato y calidad de la imagen -meramente técnico y de salto temporal- a mitad de sus últimos 20 minutos, pero amalgama muy bien ese antes y después en la vida de Omar y el destino de su cine. Le otorga esa sensación casera -en el buen sentido- a un relato donde los obstáculos económicos no existen para desarrollar una pasión. Rosana López


Una mujer fantástica, de Sebastián Lelio / 7 puntos


Marina está de novia con Orlando, luego de festejar su cumpleaños. Tendrán un encuentro íntimo. En la mitad de la noche, Orlando comienza a sentirse mal, Marina intenta hacer todo lo posible para llevarlo rápido a una clínica, pero muere de un aneurisma. Este trágico final para una historia de amor podría suceder en cualquier film, lo que lo hace diferente es que Marina es una mujer trans y todo lo que sería un duelo natural comienza a ser un acoso por parte de una sociedad que no la acepta y por sobre todas las cosas no acepta los cambios. Policías que la persiguen por creer que tiene la culpa de la muerte de Orlando, doctores que la juzgan, la familia del difunto que la obliga a devolver el auto y la echan del departamento que compartía con Orlando. Pero ella, sin importarle nada y contra todos, seguirá adelante para poder despedir a su amor. La película maneja un registro parecido a algunos films de Pedro Almódovar, haciendo del personaje de Marina eje central y poniendo a su alrededor todos los pruritos que se tiene sobre los trans: esa identidad que gran parte de la gente no quiere darles, nadie sabe cómo tratarla, le dan la mano o un beso, le dicen su nombre del documento o la llaman por el nombre que ella eligió. Lo bueno de la película de Lelio es que si bien cae en algunos tópicos (la escena de la disco) evita la sordidez y pone a una mujer que sigue para adelante por más que toda la sociedad la juzgue. La película es Marina (enorme actuación de Daniela Vega) y queda representado en el plano final cuando canta un hermoso tema lirico. Gabriel Piquet


Wajib, de Annemarie Jacir / 7 puntos


Seguramente este film de Jacir no impacte fuertemente dentro de la Competencia Internacional de Mar del Plata. Sabemos, los festivales no son muy afectos a premiar comedias. Y no es que la película palestina no aborde tensiones vinculadas con elementos culturales, políticos o sociales con seriedad (las comedias son algo serio, qué novedad), pero lo hace desde una ligereza que se agradece en el contexto de tragedias y dramas comprometidos y recargados que se ven habitualmente. Aquí un padre y un hijo (Mohammad y Saleh Bakri, padre e hijo en la vida real) salen a repartir las invitaciones del casamiento de la hermana. Una de las particularidades es que el hijo hace un tiempo que vive en Italia y está de novio con la hija de un palestino de la OLP expatriado desde hace años. La película es una suerte de road movie urbana, con ambos personajes visitando parientes, amigos y conocidos, porque el padre quiere invitar a media Nazaret. Y esos dos personajes, en ese auto, en esa ciudad, comenzarán a tener los chispazos obvios que van desnudando las diferencias generacionales que los enfrentan, entre mandatos culturales a respetar o subvertir. Wajib no se aparta de lo reconocible, pero hay en sus diálogos y en las situaciones que se plantean (que son infinitas) mucha inteligencia para siempre rizar el rizo de su premisa. Incluso, al final esquiva recursos dramáticos que hubieran puesto a la película en un lugar más efectista. Una verdadera sorpresa, una película amble y simpática que invita a reírse como noción principal. Mex Faliero


Western, de Valeska Grisebach / 7 puntos


Un grupo de obreros alemanes va a Bulgaria para realizar una obra hídrica. Este punto de inicio le sirve a la directora para construir una reflexión política sobre el choque de culturas que involucra una atractiva relectura del western. Los alemanes son los extraños que llegan a ese lugar, un espacio sobre el que todavía penden las diferencias surgidas hace décadas durante la guerra. Entre los alemanes, que se imponen con soberbia y espíritu dominante sobre los búlgaros, sobresale Meinhard (gran actuación de Meinhard Neumann ), quien como un Clint Eastwood o un John Wayne transita el territorio en plan taciturno, intentando asimilar ese cruce barbárico, y en ese transitar terminará inevitablemente atravesado por esa cultura distante y por esa lengua incomprensible. Grisebach desarrolla el relato a partir de la presencia de su actor, es él quien se impone en el cuadro y en los cruces de miradas, quien observa y se deja observar. La película mira a ese grupo humano de brutos germanos con distancia y algo de horror, porque su mirada es inevitablemente también la del protagonista. El último plano es notable, Meinhard de alguna manera se ha convertido un poco en el otro. Pero ese es apenas el inicio del camino, de un camino que toman muy pocos. Mex Faliero


Wonderstruck, de Todd Haynes / 6 puntos


Haynes abandonó la purpurina del glam y se convirtió en un artista del mainstream edulcorado. De aquella época solo se conservan Space oddity de Bowie y un tema de Sweet. Los cineastas crecen y los ágapes se convierten en banquetes. Esta vez dedica su talento a la moda retro con niños huérfanos (tan de moda hace unos años para conquistar corazones blandos). Dos historias filmadas con colores distintos nos ubican en tiempos diferentes. En ambas hay una búsqueda de madre y padre respectivamente y los contextos se vinculan con el mundo del cine mudo y el de Queens de los años setenta. Y si bien se destacan el trabajo visual y algunos elementos que remiten al universo del autor (el uso de la música, la utilización de figuras para representar a humanos y los saltos narrativos), el resultado general no pasa de una fábula llena de elementos reparadores con un subrayado musical empalagoso. Eso sí, los pibes están geniales. Guillermo Colantonio

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