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Funcinema

MAR DEL PLATA 2017: Competencia Internacional – Día 7


La primera vuelta, de Kim Dae-hwan / 6 puntos


Pongámoslo en estos términos: hay un veinte por ciento de películas en los festivales que tienen venas a punto de explotar, sangre, que irradian energía y euforia, que no le temen a la incorrección estética y política; luego, hay un ochenta por ciento de las otras, aquellas que se refugian en lugares seguros, que repiten fórmulas con resultados más o menos decorosos. Esta película coreana tiene cierto encanto, pero está condenada a la segunda categoría. De hecho, sus planos fijos encapsulados y sus unidades escénicas podrían confundirse tranquilamente con cada entrega anual de Hong Sang-soo.  Sencilla, intimista, se concentra en el devenir de una joven pareja que termina de confirmar su crisis con la noticia de un embarazo. La inestabilidad emocional se traslada a la laboral. El mundo interior es un vehículo para incorporar paulatinamente el contexto social y político del país en un movimiento narrativo coreográfico que se apoya en los diálogos que sostienen los protagonistas con sus familiares. Los conflictos generacionales, el carácter infantil masculino y algunas decisiones en torno a los encuadres recuerdan al gran Ozu, sin embargo, la trillada máxima de personajes que “permanecen y transcurren” convierte a la película en una de las tantas historias mínimas que circulan por festivales. Por suerte, hay una hermosa secuencia final donde el tránsito de los personajes en medio de una protesta contra el gobierno parece devolverlos (nos) a la vida. Guillermo Colantonio


Al desierto, de Ulises Rosell / 6 puntos


Una mujer que trabaja en un casino del sur confía en un desconocido que le asegura que en su trabajo están buscando empleados. Ese es el comienzo de un relato que irá imbricando elementos de la road movie y el neo-western, cuando ambos protagonistas se accidenten y vaguen por el desierto patagónico sin rumbo fijo. Está claro que Rosell maneja con criterio la tensión constante del vínculo entre esos dos personajes, y que logra incorporar el paisaje como un personaje más y no tanto con deleite de postal turística. Incluso, que Valentina Bassi y Jorge Sesán están perfectos en el juego de fascinación y repulsión continuo. El problema, en todo caso, es que la película construye un vínculo extraño a partir de un personaje que toma decisiones algo abruptas y otro que se posiciona desde un rol demasiado pasivo. Está claro que si leemos la película en el contexto de nuestra historia contemporánea, con la violencia de género en el centro de la -incómoda- escena, Al desierto se topa con algunos problemas difíciles de sortear. Pensemos entonces a la película como una historia de amor trágica, que piensa al desierto como ese horizonte en el que los personajes logran quitarse el peso de una cultura material que los oprime. En esa lectura, la película de Rosell funciona moderadamente. Mex Faliero

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