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Prueba y error


Excelente


DESTRUCCIÓN CATASTRÓFICA

Por Mariana Jaqueline Ramirez

(@funcinemamdq)

De vez en cuando veo necesario salir del canal habitual y divagar por otros espacios, tomando los riesgos que eso implica. Sería como un relajarse de manera no convencional, quizás, meditar pero en estado de atención máxima. Es probable que el director y dramaturgo Juan Pablo Gómez sepa bien de eso, ya que, junto a la compañía Un Hueco, el pasado domingo reestrenaron la tercera temporada de Prueba y error.

En el escenario se luce un grupo de actores que presentan a una familia disfuncional: una madre paranoica y borracha; un padre artista que destruye su propia obra para exhibirla; el novio de la madre, que es el equivalente de madre-padre que le falta a la menor pero tiene una relación clandestina con la hermana del padre de la menor; un tío que ya no sabe qué hacer con su relación amorosa. Junto a ellos están los asistentes, que ocupando un lugar primordial dentro de la puesta provocando dinamismo en la escenografía. Y la música: suena un piano con una lenta melodía, pero a medida que avanza la tensión dramática su rol será acentuar momentos claves. El instrumento es desarmado por el mismo pianista (Santiago Torricelli), que sigue cada paso de la puesta desde adentro, como si fuera un espectador privilegiado. En cuanto al elenco, se entrega en cuerpo entero llevando adelante unos personajes que están llenos de emotividad y psicología.

Ahora bien, ¿Qué hacen los adultos con la menor? El cumpleaños de la pequeña es el desencadenante del conflicto, a eso se suman los conflictos individuales de cada personaje. En el medio de todos los problemas queda Camila, ingenua y adulta para su edad, encuentra nublada la posibilidad de solo preocuparse por jugar, y es llevada a pensar como grande.

A propósito de la tercera temporada nos detuvimos un rato para dialogar con el proactivo director, para de saber más sobre el teatro catastrófico que se propone llevar adelanto.

En la preparación de la escritura y en los ensayos ¿se puso en juego la prueba y el error?

Sí, completamente. Por ejemplo, los banquitos que Patricio Aramburu (padre-artista) patea todo el tiempo, tienen que ver con que él odio ensayar con los bancos. La obra es un sedimento de todas esas cosas que nos fue pasando. Entonces, cuando terminamos el proceso de ensayo pensamos en que nombre ponerle y el único nombre que se barajó era Prueba y error, era un nombre honesto para esta obra que no se refiere a la obra sino al proceso de ensayo.

Hay algo que funciona en la obra en relación a lo que pasa con la niña, con cierta idea del abuso -por ponerle un nombre-, ocurre lo mismo con el título y es algo que es parte de la significación en el teatro, el espectador completa todo el tiempo, piensan que a la niña la van a abusar, y eso no se dice, no pasa nada, el único personaje que se la lleva es un personaje bondadoso, el único que la escucha.

¿La actriz Malena Moirón (la menor) es nueva?

Nueva de este año, no hizo las dos primeras temporadas. Ella tiene 13 años y aparenta más pequeña, la otra actriz ya parecía más grande. Su integración formó parte de esa prueba y error del teatro independiente realizado todo a pulmón. Esa peligrosidad del trato con el niño ajeno en forma de ficción tenía que estar en la obra, teníamos que traducirlo, y que el espectador pueda decir: “¿Qué le van hacer?”, después no le haces nada, pero algo de lo real tiene que estar. Una persona importante para la elección de las niñas fue María Laura Bech, que tiene una agencia de casting, tiene ojo para los niños y un buen vínculo con las familias. Viéndola como se manejaba aprendí y me puse canchero, a la vez los chicos de 11 o 12 años son re grandes, el niño actúa mucho lo real, es concreto. Además, con la presencia de la menor la actuación del elenco adulto adquirió otro peso, comprendimos un montón de cosas en relación a la obra.

Pensando en el conflicto de la obra ¿qué hacen ante esa circunstancia los adultos con la menor?

Se mezcla un poco lo que hacen los adultos con el personaje Camila (la actriz) y que hace el elenco adulto con respecto a la menor Malena (la menor), porque ella tuvo que ensayar todo. Lo que hicimos primero es desarrollar todo el material y cuando lo teníamos listo convocamos a la niña, fueron cinco meses de ensayo con ella.

Llega un punto en la historia donde todo se complica, la relación padre (o padres) e hija cambia, siendo los adultos los causantes del desequilibrio. Teniendo presente eso y pensando que existen familias disfuncionales ¿cómo fue trabajar la realidad del conflicto?

El referente en ese sentido es la frase que está en el programa de Cassavetes: “Como artista me siento en el deber de intentar muchas cosas pero sobre todo, atreverme a fallar”. Para nosotros esa frase es la del artista que interpreta Patricio Aramburu (el padres), que falla en todos sus órdenes, le va mal en el trabajo, es mal padre, mal amigo, es un antihéroe total. A la vez uno se identifica con las historias de Cassavetes, donde nunca se entiende porque los personajes cometen errores cargados de impulsos que desconocen.

El cambio me parecía interesante, en ese caos –como pasa en la vida- los problemas que te sacuden vienen de afuera, a diferencia del teatro aristotélico que los problemas vienen de adentro de la obra, de lo que viene pasando. En cambio en un teatro más catastrófico lo que pasa es una cosa que nadie espera, pasando en un segundo plano todo lo anterior.

La compañía lleva varios años trabajando juntos ¿Qué expectativas tienen con el inicio de esta tercer temporada?

A esta altura, sobre todo con esta compañía, hacer durar la obra tiene que ver con una épica general en relación a la sustentabilidad del teatro independiente, decir: “bueno ¿para qué uno hace teatro?”. En un ámbito cultural como el nuestro con poco apoyo, donde no hay instituciones firmes y, realmente volamos por debajo del radar, pero a la vez, actualizamos una escena muy fuerte. Muchas veces el espectáculo se convierte en un vehículo en el que dijimos: “somos esto y va a durar”, vamos probando. La obra significó un despegue en las carreras de los actores, es un lugar donde vos podes invitar a ver tu laburo. Es fundamental el rol del director que es un poco el que atrae a la gente, el que convence.

En relación a lo anterior, ¿te importa la respuesta del público?

Me súper interesa llegar a otro tipo de público, en mi ley -por así decirlo- con lo que tengo. Nosotros hacemos un teatro popular, que es narrativo, para cualquiera, de identificación, donde hay una niña, hay chistes, popular del año 2017, no del año 1930. Si uno piensa que popular es Miguel del Sel tiene que ver con cómo ellos se han apropiado de los términos, hay que reivindicar todo. Para este teatro uno no necesita saber nada, no necesita tener un saber previo, está bien tiene 2 o 3 efectos raros, pero bueno, eso es culpa de la televisión, no nuestra, estamos en el año 2017, esa dosis procedimental tiene que estar.


Dramaturgia: Juan Pablo Gómez Actúan: Patricio Aramburu, Anabella Bacigalupo, Nahuel Cano, Alejandro Hener, Malena Moirón, Ángeles Piqué, Alejandro Ruaise Participación: Verónica Pellaccini Vestuario: Paola Delgado Diseño de espacio: Cartonero Gondry Diseño de luces: Matías Sendón Realización escenográfica: Leonardo Ruzzante Realización De Herrería: Ernesto Sotera Música original: Santiago Torricelli Diseño gráfico: María Laura Valentini Casting: María Laura Berch Asistencia general: Sofía Etcheverry Asistencia En Coaching: Marcela Padvalskis Asistencia de dirección: Anabella Bacigalupo, Marcela Padvalskis Producción: Cartonero Gondry, Paloma Lipovetzky Colaboración artística: Lucía Di Salvo Colaboración coreográfica: Celia Argüello Rena Coaching actoral: Maria Laura Berch Dirección: Juan Pablo Gómez Sala: El Portón de Sánchez (Sánchez de Bustamante 1034, CABA) – Domingos a las 17:00. Hasta el 29 de octubre.

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