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Recapitulación de Twin Peaks: Parte 13

LET´S DANCE

Por Guillermo Colantonio

(@guillermocola)

Cada capítulo de Twin Peaks versión 2017 congela un segmento inolvidable, antológico. Puede estar asociado con la tragedia o la comedia, pero uno está seguro de que formará parte de una colección de perlas a considerar en el futuro. La que nos convoca es una festiva procesión gangsteril que invade las oficinas donde trabaja/permanece Dougie Jones, quien desfila con sus amigotes sin entender demasiado, arrastrado por los estímulos, las conejitas de Playboy y el frenesí de estos buenos muchachos mafiosos que se comportan como niños. Dentro del opresivo marco que en términos generales gobierna la atmósfera y los ambientes de este oscuro mundo feérico, la libertad y la felicidad de este baile le otorgan el rango de eternidad entre los momentos a guardar en la memoria cinéfila.

No obstante, como viene ocurriendo en los últimos episodios, hay pequeñas unidades narrativas cuya aparición introducen claves que conectan a la serie con el universo de la emitida en los noventa, pero sobre todo con el largometraje Fuego, camina conmigo y las escenas perdidas (resultado de un apresurado montaje que entonces confundió más de lo previsto). Ya se ha convertido en una realidad el hecho de que hay que ver y asociar elementos que provienen de esas tres fuentes, como si fueran una misma cadena de ADN. En esta oportunidad, la versión mala de Cooper busca al matón Ray (quien le había disparado) para obtener la información que necesita, las coordenadas del desaparecido agente Phillip Jeffries (encarnado por David Bowie en el film homónimo) quien, según las palabras de Ray, mandó a matarlo. Aparece también aquí el anillo verde (el mismo que usara Laura Palmer para que Bob no la poseyera y el que vemos en la Logia Negra), con el cual Lynch comienza a unir cabos y a mostrar una vez más su predilección por el imaginario de los cuentos maravillosos donde ciertos objetos adquieren un estatuto mágico (una constante de su filmografía). La escena está precedida por una secuencia donde se muestra la llegada de Cooper al estilo Terminator, con referencia a películas de acción de los setenta, donde la pandilla no reconoce matices y deviene en una galería de rostros y cuerpos deformados por instintos primitivos. Por primera vez, nos ponemos del lado del malvado para acompañarlo en una bizarra y dilatada pulseada.

El tiempo para Lynch es indistinto, ya sea para narrar como para describir. Es una decisión que acompaña a varios momentos de la serie. Por ello, no es de extrañar que tome los mismos minutos para desarrollar una acción (la pulseada) como para incorporar personajes en su entorno, a fin de que observemos sus estados de ánimo. Así podremos ver, por citar un ejemplo, el infierno cotidiano de Sarah Palmer, encerrada entre una montaña de cigarrillos y botellas, frente a un enorme televisor que reitera siempre el mismo lapso de una pelea de boxeo. Es el mismo tiempo, incluso, que se toma para regalar una pequeña dosis de nostalgia a los fanáticos de la serie, la interpretación de Just you, la canción de amor que él, Maddy Ferguson y Donna Hayward grabaron a principios de la temporada 2. También lo será la reaparición de Ed. Su doppelgänger está en ese rostro apagado que comienza a resignarse ante el progresivo distanciamiento con Norma (uno de los luminosos romances de los noventa).Puertas que se abren, otra que se entornan. Personajes que se asoman, aparecen al costado del camino. Otros que resurgen. Faltan cinco episodios y la incertidumbre reina, mientras algunos ya especulan con una nueva temporada. Es Lynch. Puede ocurrir cualquier cosa.

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