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Funcinema

Recapitulación de Twin Peaks: Partes 10 y 11

AVANZA EL ENEMIGO

Por Guillermo Colantonio

(@guillermocola)

Hay algunos objetivos comunes que se destacan en estos dos capítulos. Uno de ellos consiste en acentuar ciertos aspectos narrativos de manera tal que varias piezas comiencen a encastrarse sin que ello signifique resignar la fragmentación y las elipsis como modos privilegiados. Por un lado seguimos la línea del nieto de Ben Horne, Richard, el gran villano carnal de esta temporada, un ser en estado de violencia pura, que sigue acumulando desgracias a cada paso que da. En esta oportunidad, con Mary, una joven obesa que ha sido testigo de cómo el tipo se ha llevado puesto a un niño con el auto. Por otro, una carta para incriminarlo que no llega a destino dada la complicidad de uno de los policías con el malvado Richard (cuando todo conducía a pensar que la bondad reinaba en la dependencia del sheriff, asoman posibles nexos con los traficantes).

De todos modos, más allá de estos núcleos narrativos, sigue impactando la manera en que Lynch trabaja la cuestión de la violencia llevándola a límites que exceden el realismo. Aunque Lynch es explícito en sus escenas violentas, la más estremecedora es siempre aquella que omite en sus secuencias y en torno a la cual gira precisamente la acción: el secuestro y tortura. Las dos intervenciones de Richard concluyen en un fuera de campo donde el sonido es el factor que materializa el horror de las situaciones.

Si las convenciones genéricas establecen horizontes de expectativas para el espectador, Lynch utiliza esta posibilidad para generar desconcierto, para establecer el universo ficcional que (aparentemente) guiará el relato, y para finalmente dinamitarlo mediante la inclusión deliberada y desarticuladora de elementos ajenos, extraños a la lógica del género propuesto. Lo interesante es que el mundo criminal  incluirá situaciones y comportamientos absurdos que rozan lo onírico. Solo de este modo pueden entenderse (y disfrutar) el porte ridículo de los dos gángsters obsesionados con Dougie o el muñeco que saluda a Johnny, el hijo discapacitado de los Horne, un toque de asfixiante parodia en un esquema terrorífico de invasión a la intimidad donde Richard ataca a su abuela.

A propósito de Dougie, que continúa en su propio limbo, se afianza de manera absurda y no exenta de dulzura la relación con su mujer. Dentro del esquema paródico genérico que propone la serie hay una relación sexual que quedará entre los momentos antológicos de la tercera temporada. También su degustación de las tartas que le preparan los mafiosos, una vez que recuperaron su dinero y ahora lo adoptan como amigo. En tal situación, disfrutamos con el personaje y rememoramos al Cooper que se tomaba el tiempo necesario para saborear el café y las delicias del restaurant de Norma.

El gusto por los contrastes es el motor que hace funcionar las escenas. La poética de electrochoques surge con la discontinuidad y los contrastes están presentes entre velocidad y lentitud, violencia y ternura. Esta forma de trabajar sobre diversos ritmos se da en una apacible y antológica aparición de Carl Rodd (maravilloso, como siempre, Harry Dean Stanton), que es abruptamente cortada por una discusión desacatada entre la hija de Shelley y su nefasto novio (más adelante ella misma irá a buscarlo con un arma, fuera de sí). Del mismo modo, una escena familiar entre Shelley, Bobby y su hija, luego de un incidente, es sesgada por un balazo que conduce a otra de las escenas donde la incomodidad y el extrañamiento asoman sin impunidad.

Pero si hay un personaje que resurge más allá de la foto del comienzo en los breves créditos de apertura es Laura Palmer, “la elegida” según la entrañable aparición de la dama del leño. Las palabras de Margaret a Hawk habilitan una puerta para futuras intervenciones. Ya Gordon Cole (una figura homóloga al Cooper de la serie en los noventa, por su simpatía y protagonismo) había tenido una visión de Laura al abrirle la puerta a Albert, en una de esas fantasmagorías lyncheanas recurrentes. El carácter esotérico se refuerza con la mención de la logia negra y ese fuego omnipresente que atraviesa todo el universo de Twin Peaks. Todas las duplas que investigan parecen encaminarse hacia allí, el territorio misterioso y ominoso que determina la mayoría de los comportamientos en la serie. La muerte de Hastings (como lo fuera la de Leland en su momento) solo confirma que el mal reinante va más allá de los corderos sacrificados. Si se cierra una trama, se abren otras. Esta parece ser la lógica que conduce a un final prometedor. Mientras tanto, se abre otro enigma: Diane.

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