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Satori


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LAS INCONGRUENCIAS DEL SER

Por Rocío Rivera

(@funcinemamdq)

Mario Levrero es considerado un escritor de culto tanto en Argentina como en su país natal, Uruguay. Inclasificable, atrapante, influyente, este autor es considerado por parte de la crítica literaria uruguaya como un escritor perteneciente al grupo “de los raros”, denominación que sirve para clasificar a aquellos literatos a los cuales es imposible atribuirles un género o un estilo claro en su forma de creación artística. Algo de esta compleja e inclasificable composición artística nos presenta Satori, obra basada en los escritos de Levrero y que además representa el debut en el rol de directora de Julieta Vallina.

La obra es densa (conceptualmente), fragmentaria, extraña, incongruente, adjetivaciones que en absoluto son peyorativas, sino que son acordes a la temática onírica surrealista que emanan los textos de Levrero. Quizá teniendo en cuenta la poética del uruguayo como filtro al momento de mirar la obra, la misma adquiere sentido y fuerza estética más allá de su puesta en escena. La representación en apariencia es simple: dos actores (una mujer y un hombre, sin nombres propios), un escenario vacío, paredes blancas, y pocos elementos que entran y salen de escena. La acción principal recae en la relación extraña, contradictoria, confusa que une a los dos sujetos en escena. ¿Un personaje desdoblado?, ¿dos enamorados distanciados?, ¿dos conocidos de la vida? No hay respuesta, sólo está la pura mostración de lo que pasa. ¿Están en una comisaria? ¿En una fiesta? ¿En una pensión? Tampoco se sabe, basta con entender que a los personajes los une “algo”, ¿pero qué? ¿la muerte? ¿la vida? La incongruencia hecha carne, la incongruencia del vivir, del hacer, del sentir, del querer, del esperar. La incongruencia del presente, que no es pasado ni futuro, sino que es, simplemente.

Tanto la musicalización como la iluminación ayudan a crear una atmosfera onírica, surrealista, que invita al espectador a replantearse si realmente lo que sucede en escena sucede, es el recuerdo (pasado), el deseo (futuro) o la vivencia (presente) de alguien (¿El personaje femenino o masculino?). Las actuaciones complementan dicho ambiente: sobre todo las diferentes impostaciones de la voz de la actriz femenina ayudan a crear esta atmosfera de desconcierto que invade toda la escena. Este elemento, sumado a la utilización (breve pero efectiva) de un vestuario estrafalario y surrealista (que sirve al mismo tiempo como amplificador/distorsionador de la voz), realzan la tensión real/fantástico que la obra intenta plasmar.

Tanto la dramaturgia como la puesta tienen buenas intenciones, aunque quizás faltaría cerrar ciertas ideas que quedan simplemente esbozadas y no son profundizadas para complementar la acción dramática. Por ejemplo, un interesante juego físico al comienzo de la función, donde el trabajo corporal toma una relevancia significativa pero este elemento luego, en el devenir de la historia, es dejado completamente de lado.


Autoría: Mario Levrero Dirección: Julieta Vallina Texto: Julieta Vallina Actúan: Nicolás Goldschmidt, Milva Leonardi Vestuario: Cecilia Turnes Escenografía: Alicia Leloutre Iluminación: Matías Sendón Música: Diego Frenkel Asistente de producción: Rodrigo Holmberg Asistencia de dirección: Ramiro Bailarini Coreografía: Ayelén Clavin Sala: Centro Cultural Recoleta (Junín 1930, CABA) – Sábados a las 17:00 (hasta el 6 de agosto) y domingos a las 21:00 (hasta el 19 de agosto).

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