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Hijo del crimen

Título original: Son of a gun
Origen: Australia / Reino Unido / Canadá
Dirección: Julius Avery
Guión: Julius Avery, John Collee 
Intérpretes: Brenton Thwaites, Matt Flannagan, Ewan McGregor, Matt Nable, Eddie Baroo, Jared De´Har, Jacek Koman, Tom Budge, Alicia Vikander, Damon Herriman, Nash Edgerton, Nick Britton, Stephanie Power, Warwick Sadler, John Boxer, Sarah Filippi
Fotografía: Nigel Bluck 
Montaje: Jack Hutchings
Música: Jed Kurzel 
Duración: 108 minutos
Año: 2014


6 puntos


CURSO INTENSIVO DE CRIMINALIDAD

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

Las historias de crecimiento y aprendizaje pueden adquirir numerosos formatos, y lo cierto es que el crimen es un ámbito más que propicio, por más que los valores que transmitan no sean precisamente los más apropiados. Hijo del crimen es un nuevo ejemplo, que aún en su tibieza no deja de poseer elementos interesantes.

El film de Julius Avery, coproducción entre Reino Unido, Australia y Canadá, se centra en JR (Brenton Thwaites), un joven de 19 años que encarcelado por un crimen menor, aunque eso no lo pone a salvo de todos los que quieren aprovecharse de él en prisión. Pronto, por diversas circunstancias, queda bajo la protección de Brendan Lynch (Ewan McGregor), el criminal más notorio de Australia. Aunque esa protección no es gratuita, sino todo lo contrario: cuando sale, JR deberá cumplir un rol decisivo en el escape de Lynch y eso solo será el comienzo. Su recompensa es un tanto paradójica: es invitado-obligado a unirse a la pandilla de Lynch, quien acaba de acordar con un jefe mafioso concretar un golpe millonario, donde hay muchísimo dinero en juego. Para colmo, JB conoce a Tasha (Alicia Vikander, cuando todavía no era una estrella de fama mundial), una chica que es una mercancía para el jefe mafioso, pero que igual está fuera de su alcance, lo que redobla el peligro.

Son unos cuantos elementos para poner a disposición y el realizador parece saberlo, por lo que recurre a un casi totalmente uniforme a lo largo del relato, que es la sobriedad. De hecho, Hijo del crimen parece por momentos casi una respuesta contra los desbordes scorsesianos, la operística coppoliana y hasta la voluntad explosiva de buena parte del cine australiano.  Esa decisión no deja de ser riesgosa, porque le resta impacto a la trama –en especial a todo lo referido al vínculo romántico entre JB y Tasha- y los personajes rara vez adquieren una verdadera profundidad. Pero también hay pasajes de una rara fluidez, donde prevalecen las atmósferas idílicas, que contrastan con un par de secuencias de acción donde se impone un realismo bastante violento.

Buena parte de las tensiones internas se dejan ver en el personaje de Lynch, a quien McGregor interpreta con la efectividad que lo caracteriza: durante buena parte del metraje es visto como un manipulador de campeonato, pero la película tiene el buen tino de no juzgarlo y hasta otorgarle rasgos de coherencia, ya que esencialmente es un profesional del crimen, un duro con experiencia y una mirada cínica sobre el mundo, que choca con la visión de JB. El cierre de Hijo del crimen –que incluye una vuelta de tuerca un tanto forzada- termina de coronar esta apuesta: lo que finalmente importa no es el romance o los dilemas éticos, sino la relación entre maestro y alumno (con sus dosis paterno-filiales), y cómo los roles pueden invertirse.

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