Por Mex Faliero
Para aquellos que insisten que Better call Saul es una serie que todavía no explotó, pueden sentirse contentos con el segundo episodio de la tercera temporada: ¡todo voló por los aires y amenaza con seguir explotando! Incluso, todo fue tan fuerte que la esperadísima aparición de Gus Fring quedó opacada por la contienda Jimmy vs. Chuck. Es que Vince Gilligan es un genio de la escritura, de eso no hay dudas.
Las consecuencias de la grabación de Jimmy confesando el engaño que le hizo a su hermano finalmente se vieron en este episodio, y prometen seguir: el final fue con el menor de los McGill descargando su ira contra su hermano en una de las mejores escenas de la historia de esta serie. Es el nivel de disputa que todos venimos esperando hace tiempo, y que Gilligan corta en el momento justo para dejarnos con ganas de más. Algo se rompe en Jimmy (su corazón, sin dudas), que ya ni puede seguir el consejo de Chuck sobre cómo despegar una cinta de la pared para no arruinar la pintura (y la pintura de la oficina parece ser el gran simbolismo de esta temporada). Esa ruptura, esa revelación del menor de los McGill de que su hermano mayor en algún sentido lo odia, es lo que -intuimos- llevará a que el abogado charlatán tome el camino del que ha intentado distanciarse de entrada. Hay en ese dolor (notable interpretación de Bob Odenkirk, por si hacía falta) un aura trágico que nos duele a nosotros, espectadores, en el alma.
Toda esa instancia es tan fuerte y pesada, que casi nos olvidamos o dejamos de lado la otra mitad perfecta de este capítulo memorable: la búsqueda de Mike sobre sus espías, la cual lo terminará llevando a descubrir que algo raro sucede en la amable casa de comidas rápidas Los pollos hermanos. ¿Les suena el nombre? Claro que sí. Y allí, obviamente, hace aparición un personaje emblemático de Breaking bad, tal vez el mejor villano de la serie: Gus Fring. La forma en que Gilligan pone en escena a Fring, en un segundo plano y fuera de foco, es -por empezar- una decisión de puesta en escena notable pero además una demostración de la calidad y sofisticación formal que ha alcanzado la serie.
Todo esto pone otra vez en contacto a Mike y Jimmy, en un par de perfectas secuencias de suspenso que no precisan de diálogos ni mayores aspavientos. Hay en Gilligan una total conciencia de lo que sus personajes representan y de la mitología que arrastran. Better call Saul promete, ahora sí, ponerse infernalmente intensa.