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Into the Badlands: sangre y movimiento

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

Durante los seis capítulos de su primera temporada, Into the Badlands supo desarrollar una identidad sustentada en un conjunto de virtudes que se podrían resumir de la siguiente forma: siempre pasa de todo y casi no hay respiro. A diferencia de otras series igualmente apasionantes, como Homeland y The Americans, que se apoyan en la técnica conocida como “slow-burning” (que implica una lenta y progresiva construcción de los conflictos, para otorgarle una mayor capa de ambigüedad y complejidad a los personajes), el show creado por Miles Millar y Alfred Gough (los mismos de Smallville) casi desde su mismo inicio va al grano, acumulando intrigas por doquier.

Y esto implica diseñar una especie de mundo post-apocalíptico, donde el centro dominante es un territorio conocido como Badlands, cuyas distintas porciones están en manos de líderes feudales llamados barones que se disputan el poder absoluto –con breves y frágiles treguas-, siendo el mercenario Sunny (estupendo Daniel Wu) partícipe y observador de los distintos conflictos. Lo de Millar y Gough es sincero y directo: toman elementos estéticos del cine de artes marciales, los cómics de superhéroes, la ciencia ficción distópica y las narraciones medievales, armando un combo tan energético como desvergonzado, que podría salir tranquilamente de la mente de alguien como Quentin Tarantino y que posee altísimas dosis de violencia. También de estilización, porque estamos ante un espectáculo que desde todos los rubros técnicos tiene un trabajo sumamente elaborado, más un elenco con nombres muy atractivos, como Stephen Lang y Marton Csokas. Es como si Millar y Gough aplicaran los atractivos esquematismos de Smallville en la televisión abierta y los llevaran al cable, reduciendo para eso ciertos parámetros –menos episodios por temporada-, pero ampliando otros –mayor producción y violencia, apoyadas en una mitología nueva-.

El desafío planteado para la segunda temporada de Into the Badlands va por dos vías interrelacionadas: por un lado, una mayor cantidad de capítulos –ahora son diez en vez de seis, lo cual es un aumento significativo-; por otro, una expansión hacia territorios por fuera de las Bandlands, con Sunny esclavizado en una mina y M.K. (Aramis Knight) bajo el cuidado de un grupo muy particular. La respuesta de la serie es redoblar la apuesta: el primer episodio de este año, Tiger pushes mountain –que la cadena AMC presentó en un evento exclusivo para la prensa-, va de un lado a otro, a mil por hora, con varias subtramas desarrollándose. Ahí tenemos a Sunny planeando su escape de las minas y conociendo a un trabajador del lugar, Bajie (gran aparición de Nick Frost), que podría ser tan amigo como enemigo; M.K. buscando controlar su poder y desarrollar su potencial; y la continuación de la guerra en las Badlands, con la Viuda (Emily Beecham) tomando la iniciativa mientras se pregunta cómo pasar de ser solamente una guerrera a una líder capaz de asumir el poder. Y claro, una escena final que promete tener múltiples repercusiones a futuro.

Por ahí no tiene personajes tan profundos y cae en ciertos estereotipos, pero Into the Badlands se destaca por su vigor narrativo, además de sus memorables secuencias de acción. Un entretenimiento para nada culposo, que se hace cargo de lo que cuenta y embiste al espectador, impulsado por la sangre y el movimiento.

AMC estrena la segunda temporada de Into the Badlands este domingo a las 23:00.

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