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Ignacio Olivera y Juan Pablo Schapira: «Hacer Caso de éxito con este elenco y en el Kairós, el teatro que más queremos, fue el éxito”

Por Paola Jarast

(@fancinemamdq)

caso_de_exito_dosFUNCINEMA conversó con los creadores de la obra musical Caso de éxito, desarrollada en el espacio de formación provisto por la Bienal de Arte Joven 2015 y ganadora del premio Hugo al Mejor musical off, tras la finalización de su tercera temporada. Ignacio Olivera (libro) y Juan Pablo Schapira (letras) compartieron con generosidad y gran entusiasmo el balance de su primera experiencia profesional como dupla creativa.

¿Cómo fue el proceso de elección y armado del equipo de trabajo de Caso de éxito?
J.P.: Le presenté a Ignacio a Marcelo Albamonte, profesor mío de muchos años que para mí era el indicado para dirigir la obra. Me encantó ese momento. Sentí que estaba generando un gran encuentro. Yo presencié la charla mientras ellos intercambiaban ideas. Después hablé con los dos por separado y me pareció que era un “match” y que podíamos ir para adelante.
I.O.: Marce me dio una devolución después de leer el libreto, de qué se imaginaba él y qué creía que se podía hacer. Él y yo nos conocíamos mutuamente pero muy a la distancia. Me acuerdo de que yo estaba no a la defensiva pero sí cuidando porque no lo conocía mucho y era alguien a quien le iba a confiar un montón. El director es quien toma las decisiones finales de todo lo que se hace con tu material.

¿Ustedes dos ya habían trabajado juntos?
J.P.: Ignacio y yo nos conocimos en un taller de teatro musical donde se montaban obras originales. Ahí escribimos algo que fue como una especie de proyecto de laboratorio. Era muy tentador hacer algo original con un grupo de chicos que estaba con ganas de hacer. Eran chicos de secundaria. Nos pareció un lindo marco para explorar. Fue una obra totalmente amateur en 2009 o 2010, pero le pusimos el laburo de una obra profesional. Es una obra divertidísima, había quedado un poco larga y tenía 4 o cinco canciones. Se llama Como los dioses: una anécdota griega, y en algún momento, no sabemos cómo ni cuándo, la pensamos hacer. Cuando yo me encontré con él, me encontré con alguien que entendía el teatro musical de una forma muy parecida a como lo entiendo yo. Encontrarte con alguien que entiende los cuentos, los personajes y el formato de la misma manera que vos, las historias de lo que puede pasar dentro de una obra de teatro musical igual que vos, es un placer, porque es muy fluido el trabajo. Yo no sé si con todas las personas que he trabajado me puedo quedar hasta las cinco de la mañana escribiendo una canción en mi casa. Hay que generar un cierto vínculo y una cierta visión similar de las ideas. Y también dejarse el espacio. El espacio del dramaturgo es uno que hay que respetar mucho, porque la historia es de él. Yo no estoy inventando lo personajes. Yo después me los apropio, hago las canciones y los hago cantar, pero la historia sale de la cabeza de él. Que él no ponga reparos a lo que le propongo es re lindo.
I.O.: Yo de música tengo una idea de lo que puede sonar, pero no tengo una formación en música como para transmitir esa sensación en palabras o un formato de canción. Al tener esa afinidad de gustos y de lo que uno se imagina que es la obra, con pasarle muy poca información, él me devolvía la canción, y era lo que yo me imaginaba. Es muy loco eso, impresionante. A veces tal vez se me ocurría una canción para pasarle como referencia, pero otras no. Vos si te olvidás de si una letra la escribiste vos, yo, o los dos juntos, y con la obra pasa lo mismo, y a la gente también le pasa. Parece como salido de una misma cabeza.
J.P.: Lo que hemos descubierto que nos gusta hacer y nos interesa es el trabajo paso a paso. En teatro musical muchas veces ya hay un texto escrito, y la música se ve más sobre el final. Nosotros fuimos haciendo a la par. El seminario de la Bienal ayudó un montón. El paso a paso hace que todo aparezca mucho más orgánicamente. Hubo un entendimiento al nivel de un lenguaje escénico entre nosotros. Caso de éxito tiene su irreverencia, su humor y su delirio. La estructura clásica de la obra es clara y se ve: chico conoce chica. No es enredado, ni va hacia atrás y adelante y no sabés lo que está pasando. Sin embargo, eso no lo hace menos atractivo. Marcelo, para cerrar esta idea, también es muy de este palo. Yo trabajé y estudié muchos años con él, y sé lo que le gusta, sé las cosas que ha visto y lo que lo inspira. Sé cuál es su universo, y sabía que se iba a sentir muy a gusto. Además, sé cómo trabaja con los actores, y era algo que a la obra le iba a venir muy bien. Confía en los elementos que los actores traen a la mesa. Yo sabía que si le traía actores que eran muy buenos de base, era un gran comienzo. Conocí a muchos actores jóvenes trabajando estos años en teatro independiente. Cuando terminamos de escribir la obra, le dije a Ignacio que llamáramos a dos o tres personas para cada personaje, y entre él y yo elegimos a los actores jóvenes, a Juampi y Sabrina, los protagonistas. Lo llamé a Marcelo Andino, un actor que me encanta y me da mucha risa. Y Marcelo trajo a los más grandes, que son amigos y colegas de él de toda la vida. Gustavo Monje, el actor que hace del papá, a quien nosotros venimos viendo laburar desde que tenemos diez años, Jorge Maselli, un actor super gracioso del palo de Hugo Midón (…) actores de mucha experiencia que a la obra le hacen muy bien, porque le dan nivel actoral.

¿Cuán importante consideran que fue el paso por la Bienal para desarrollar la obra?
I.O.: En mi caso, fue clave para animarme a hacerla en el tiempo que se exigía, incluso para tener la constancia de presentar avances todas las semanas. En texto y en canciones. Eso nos generó un compromiso. Después de Como los dioses, que habíamos presentado en el grupo de teatro solidario, nos juntábamos a trabajar una vez cada seis meses. Hasta que apareció lo de la Bienal, la idea era pulir y reescribir Como los dioses para hacerla de manera más profesional. Como los dioses no tenía tanto que ver con lo que nos imaginábamos que proponía la Bienal.
J.P.: La Bienal es un perfecto marco para el género de teatro musical en nuestro país. En la Bienal nos contaron la historia del teatro musical. En Broadway están dos años para escribir una obra. ¡Para terminarla, Paola! La presentan durante un año en gira, después ven si la llevan a Broadway. Es un proceso larguísimo. En Argentina no somos así. Tenés autores que estrenan cinco obras por año. Santiago Loza tiene 30 obras en cartel. Tenemos otra forma de hacer las cosas. La Bienal, a quien tiene ganas de crear, le da la obligación de tener una obra terminada en medio año. Con la carga horaria, el compromiso, la devolución y el trabajo, se puede llegar. Y también sabiendo que el teatro musical en este momento en la Argentina entiende de tiempos y formas que no son los de afuera, que son una locura. Y está en un momento muy lindo. Una obra con intervalo, por ejemplo, se puede hacer, pero no es lo que la gente paga para ver acá. Es muy realista en ese sentido el seminario de la Bienal, porque si no estás preparando algo que no es compatible con el marco donde lo puedas estrenar.
I.O.: Caso de éxito es muy irónico con el mundo de la publicidad y el marketing, y hace muchas referencias y se ríe bastante de lo otro que nos gusta mucho del musical clásico. En Caso de éxito jugamos mucho con el musical clásico. La idea ahora es ir con sonidos más contemporáneos.
J.P.: Yo estoy escuchando mucho musical contemporáneo, y siempre estoy tratando de ver qué pasa afuera, en EE.UU., que es la cuna del teatro musical. Trato de estar muy en contacto, porque siento que uno puede tener una identidad, pero si uno realmente se identifica mucho con la forma de contar de otro lugar y la traduce acá, es igual de posible. Caso de éxito ocurre en Argentina, los personajes estudian Comunicación social, son publicitarios. Yo siento que nosotros dos escribimos pensando en formatos de cosas que no vimos acá, sino en otros lugares. Ahí lo sumo a Martín Rodríguez, el autor de Los monstruos, que es un gran amigo. La música de él tiene una influencia muy anglosajona, por así decir. Siento que si nosotros podemos lograr esa traducción, estamos haciéndole un bien al teatro, porque hablamos de personajes que son de acá pero con elementos muy conectados con la línea madre, la cuna del género. Yo miro mucho a la gente que trabaja acá en teatro musical. Pero como músico no me motiva tanto musicalmente lo que puede estar pasando con géneros muy nuestros como el folklore o el tango como lo que puede estar pasando en Disney cuando hace el musical de Aladdin en Broadway. O los autores de Casi normales y Despertar de primavera. Me fijo mucho qué se estrena en las carteleras de allá, y trato de conseguir las canciones. En Spotify está casi todo. Yo comento en los proyectos en los que trabajo que estoy siguiendo esa línea y probablemente vaya por ahí. Aunque Caso…es una obra chiquita tiene mucho despliegue, muchos cuadros musicales, mucho ruido; un lindo quilombo.

¿Cuál consideran que fue la clave del éxito en este caso? No solo ganaron en la categoría a Mejor musical off, sino que obtuvieron otras seis nominaciones.
J.P.: Ganamos Mejor musical. Todavía no lo puedo creer (risas).
I.O.: Parece. Eso dicen. Creo que sería un poco arrogante de nuestra parte decir cuál fue la clave del éxito. Creo que una de la claves es la coherencia en la visión que tuvimos desde el principio, coherencia en qué identidad queríamos que tuviera el musical. Todas las decisiones las fuimos tomando en base a eso mismo: cómo iba a ser la historia, cómo iban a ser las escenas, quién va a ser el director, con qué tipo de actores. Creo que nunca traicionamos eso. En mi caso, durante la Bienal hubo momentos en los que sentí la tentación de ir por otro lado, porque en comparación con otros proyectos, lo nuestro era una comedia muy de género.
J.P.: Muy cómica, ridícula, clásica. Los otros trabajos eran sobre el pasado del país, o algo más delirante y absurdo.
I.O.: Muchos chicos vienen del teatro independiente, no necesariamente musical, entonces hay otras búsquedas ahí, de más experimentación con un montón de cosas, con estructura, con humor o no humor. Tal vez esto tiene que ver con un complejo de inferioridad, pero sentía que lo nuestro era muy clásico y estructurado, y tal vez caía como ingenuo.
J.P.: En el ambiente de colegas y de laburo que era la Bienal. Eran diez proyectos muy variados entre sí.
I.O.: Ojo, siempre hubo el mayor de los respetos. Siempre fuimos por el mismo lado, y lo que logramos es un producto de mucha identidad.
J.P.: Me parece que el teatro musical es un género muy colectivo, que empieza con dos personas en un cuartito escribiendo y después tiene una gran cantidad de trabajo encima. Yo defiendo mucho lo que él escribió. Tal vez la gente va a ver la obra y dice “Me divertí muchísimo”. Las comedias a veces tienen ese prejuicio. Es verdad, nosotros hicimos una obra para que la gente vaya a reírse. Pero también estamos hablando de cosas que nos importan un montón, y estamos tratando de decir cosas sobre nuestra visión del mundo, el arte y la vocación. Para nosotros, eso le da un peso a la obra que la hace más profunda y como autores nos identifica desde otro lugar. Creemos que un montón de gente puede ir a ver la obra y pensar que también le interesan un montón de cosas y no sabe qué carajo estudiar. Y la comedia también gana puntos desde la empatía. Hacer Caso de éxito con este elenco y en el Kairós, el teatro que más queremos, fue el éxito.

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