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Nadie es tan rubia


Muy Buena


ELLA SOLA

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

nadie_es_tan_rubiaLa figura de Marilyn Monroe es incluso más complicada de abordar que la de muchos personajes emblemáticos de la política. En ella parecen depositarse toda clase de conceptos, que abarcan desde nociones feministas hasta machistas, pasando por toda una serie de concepciones sobre el mundo del espectáculo, el artificio cinematográfico, el imaginario hollywoodense, con visiones que en ocasiones son indudablemente sexistas y objetuales, y que en otras ponen en crisis esos discursos. Lo público y lo privado, la fantasía y la realidad se conjugan en Marilyn, y teniendo en cuenta cuánto se ha dicho, escrito y hasta filmado sobre ese mito eterno, el desafío pasaba por encontrar la veta justa para poder seguir explorando el personaje.

Lo que hace Nadie es tan rubia es tan lógico y elemental como productivo y complejo: reinterpretar a Marilyn pero despojándola de toda el aura que la rodeaba, colocándola en un espacio casi totalmente vacío, con apenas un par de objetos, que son decisivos a partir de la significación que ella le otorga. Lo que queda entonces es una mujer hablando sobre su vida, sus orígenes, su crianza, los hombres que amó y que (no) la amaron, las luchas (internas y externas) que libró, cómo la miraba todo el mundo y cómo ella misma se contemplaba a ella misma y todo lo que generaba. En esa operación es entonces que surge todo lo que provoca ese ícono que era y es Marilyn, pero a través de un prisma íntimo y personal que otorga esos elementos nuevos y originales que son tan necesarios para pensar un personaje tan transitado.

El texto de Guillermo Difilippo, junto con la puesta de Zaida Mazzitelli –con un gran trabajo en la luz y la banda sonora-, deja ver una nueva Marilyn, fuerte y débil a la vez, repleta de contradicciones pero también de convicciones inquebrantables. Lo que se ve es a una mujer, que sí, fue y es símbolo y representación de muchas cosas, pero que también era nada más (y nada menos) que una mujer, capaz de pensarse a sí misma en su relación con los demás, con los seres que amó y odió, realizando por ende una crítica hacia su contexto y asimismo una autocrítica hacia sí misma. En eso es fundamental la estupenda actuación Carolina Fassa, quien se apropia de la manera precisa del personaje de Marilyn, reinventándola a su propia y distintiva forma, cargando con todo el peso del protagónico sin ninguna clase de problemas y proponiendo nuevas lecturas.

Hay un mérito final en Nadie es tan rubia, que es la brevedad: no hay un regodeo en los padecimientos de Marilyn, tampoco un estiramiento de las acciones. Marilyn está en escena para decir lo que necesita decir, para abrir su corazón, utilizando para ello el tiempo justo e imprescindible. Eso le basta y le sobra para sacudir, conmover y permanecer en la memoria del espectador, creando una potente empatía desde la soledad y la inseguridad. Es que todos, como Marilyn, alguna vez estuvimos en ese lugar de nuestra alma: solos, inseguros, ansiando el amor y el afecto del otro.


Dramaturgia: Guillermo Difilippo Actúan: Carolina Fassa Diseño de luces: Claudio Del Bianco, Agustín Intile Noble Diseño gráfico: Max Letcher Asistencia de dirección: Luna Cortes, Flavio Marco Prensa: Tehagolaprensa Puesta en escena: Zaida Mazzitelli Dirección de arte: Cecilia Giovanini Dirección: Zaida Mazzitelli Duración: 50 minutos Sala: Korinthio Teatro (Mario Bravo 437, CABA) – Domingos a las 19:00. Hasta el 25 de septiembre.

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