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Recapitulación de Game of thrones: Blood of my blood

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

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ATENCIÓN: SPOILERS

Sobre frustraciones, que luego dan lugar a (re) confirmaciones trató este capítulo de Game of thrones, que resultó satisfactorio sólo a medias, aunque gozó de un par de momentos para el recuerdo.

La primera confirmación de Blood of my blood la tuvo Bran, quien ha pasado de no aparecer en la temporada anterior a tener un gran protagonismo en esta: definitivamente lo ve y sabe todo, aunque no puede manejarlo. Sin embargo, inesperadamente surge la ayuda de su tío, Benjen Stark, quien ya no es el mismo y a la vez sí. Su aparición posiblemente introduzca unos cuantos cambios a futuro.

Sam ve también frustrada la chance de hacerse un lugar dentro de su familia, o más bien frente a esa temible figura que es su padre. Sam pasó por muchas cosas, pero aún no es capaz de plantar bandera frente a quienes lo subestiman. Lo suyo es indudablemente la acción indirecta y por eso su mayor gesto de rebeldía –que no deja de ser trascendente- pasa por dejar atrás su hogar (y ese padre) que lo oprimieron y oprimen. Y, por supuesto, llevarse consigo a Gilly y el bebé Sam, asumiendo que su destino está atado al de ellos.

En lo que se refiere a Arya, quien decide no cumplir las órdenes del Dios de Muchas Caras, la frustración la sufren sus formadores, aunque su decisión es una confirmación de algo que se veía venir: ella es una Stark, y los Starks han mostrado ser una familia con ciertos límites éticos y morales, lo cual explica que haya salvado a la actriz a la que debería matar.

Olenna Tyrell describe la maniobra del Gorrión Supremo exactamente por lo que es: él ganó, en toda línea, su victoria es incuestionable, y encima ha sido totalmente sorpresiva tanto para los Tyrell como para los Lannister. No tanto para el espectador: ya se notaba que este líder religioso no sólo es un convencido, sino también un tipo sumamente astuto y persuasivo. De hecho, su parecido –tanto en el físico como en sus modales- con el Papa Francisco lo termina haciendo muy divertido desde la perspectiva argentina. Lo cierto es que esta extraña unión entre la iglesia y el trono dejan a Jaime Lannister en el lugar que posiblemente merece y necesita: fuera del alcance de las órdenes que no quiere cumplir.

En un episodio que preanuncia varios eventos importantes por venir, la nota vuelve a darla Daenerys, reuniéndose con su hijo dragón y confirmando su liderazgo frente a los Dothraki con esos típicos discursos poderosos que le levantan el ánimo a cualquiera. Como bien le dice Daario, Daenerys no nació para estar sentada en un trono ejerciendo el noble arte de gobernar, aunque sea eso lo que primariamente busca. Ella es una conquistadora, de esas que no necesita recurrir a la fuerza, porque su carisma hace todo el trabajo. El cierre de Blood of my blood es una nueva confirmación de ello. Que Game of thrones no termine con ella triunfante sería una gran frustración.

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