Por Rodrigo Seijas
ATENCIÓN: SPOILERS
Épica pura, pero también una demostración de cómo nunca nada sale cómo está planeado, eso fue Battle of the bastards, notable capítulo de Game of thrones, que también representa una consagración para el director Miguel Sapochnik, quien ya había evidenciado sus capacidades en anteriores episodios como Hardhome.
Lo cierto es que Battle of the bastards no fue sólo sobre una batalla, sino sobre dos: Meereen también tuvo lo suyo, a partir de la demoledora vuelta de Daenerys, quien retorna básicamente para hacer pelota todo, para quemar lo que se le cruce delante, como ella misma dice, a tal punto que Tyrion tiene que frenarla para que no se vaya todo al demonio. O más bien, para que no se vaya todo tan al demonio: es que el asedio de los Maestros, que creían tener el triunfo al alcance de la mano, termina rápidamente a partir de la irrupción de los dragones –que destruyen unos cuantos barcos- y los Dothraki, que se cargan sin problemas a los Hijos de la Arpía. Esta batalla, breve y brutal, que incluye el aniquilamiento de dos de los Maestros, muestra dos aspectos: a Daenerys se la hicieron fácil, porque una batalla a campo abierto era lo que necesitaba, en contraposición a la desgastante guerra de guerrillas que le habían planteado antes los Hijos de la Arpía; y que la Madre de Dragones, tal como le señala Tyrion, tiene una gran sed de sangre y fuego, lo cual evidentemente viene de familia.
Pero Daenerys es un personaje complejo y vuelve a demostrarlo en su negociación con Yara y Theon: a pesar de las chicanas de Tyrion hacia Theon, el verdadero diálogo se da entre Daenerys y Yara, coincidiendo en que sus padres fueron hombres malignos, que dejaron las cosas peor que cuando comenzaron sus gobiernos y que ellas deben ir por vías distintas. Daenerys evidencia nuevamente que es alguien plenamente consciente de su ascendencia y de que debe diferenciarse a toda costa. Mientras tanto, los nuevos barcos que ha conseguido le empiezan a marcar el camino final hacia el Trono de Hierro.
Igual lo más importante y extenso estuvo en el Norte, donde se jugó el control de Invernalia. Acá Sapochnik maneja la puesta en escena a la perfección, aunque hay que tener en cuenta un par de nombres más para analizar el despliegue de Battle of the bastards: primero, el trabajo de David Benioff y D.B. Weiss en el guión, por cómo va construyendo la tensión desde la espera (hay un par de diálogos previos a la batalla que son memorables) y el suspenso; y Jonathan Beres, Basia Lalik y Meredith Leece en el departamento de edición, contribuyendo a una escalada de angustia, nerviosismo y euforia a partir de un montaje de connotaciones claramente cinematográficas. Pero hay cosas que son puro mérito del director: la construcción de un espacio abierto e interminable en la corrida de Rickon hacia Jon Snow; el hábil uso de la steady cam para seguir a Snow en los primeros momentos de la batalla; la operación contraria al inicio, configurando un espacio cada vez más opresivo, llevando a que el espectador se identifique con el ahogamiento de los personajes (principalmente Snow); y el diseño medieval del combate, a pura sangre, barro y sudor, con una avasallante fisicidad. El resultado es una secuencia agobiante y emocionante, especialmente hacia su final, con la llegada de los Caballeros del Velo al mando de Petyr Baelish e inclinando el triunfo para el lado de los Stark, justo cuando estaban al borde la derrota.
En esta batalla donde nada sale de acuerdo a lo planeado por los distintos bandos, queda para destacar el vínculo en esa pareja forzada y particular que terminaron armando Ramsay y Sansa. El primero, matando a la distancia y de un flechazo a Rickon, demuestra que no sólo es un ser maligno y repugnante, sino también un brillante estratega, que sabe cómo manipular al enemigo para que tome las decisiones equivocadas. La segunda, indudablemente, sigue siendo una Stark –es decir, una persona de principios, con una nobleza destacable-, pero también su tiempo al lado de Ramsay le enseñó a ser un poquito Bolton. Ojo, sólo lo suficiente, apenas para otorgarle a Ramsay una muerte a su altura, y observarlo, mientras es devorado por sus propios perros. Battle of the bastards termina de manera escalofriante, nuevamente con las mujeres dominando la escena.
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